domingo, 31 de diciembre de 2017

ÁNGELUS PAPA FRANCISCO,FIESTA DE LA SANTA FAMILIA DE NAZARET

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este primer domingo después de Navidad, celebramos la Sagrada Familia de Nazaret, y el Evangelio nos invita a reflexionar sobre la experiencia vivida por María, José y Jesús, mientras crecen juntos como familia en mutuo amor y confianza en Dios. la confianza es una expresión del rito realizado por María y José con la ofrenda de su hijo Jesús a Dios. El Evangelio dice: "Trajeron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor" ( Lc 2, 22), como lo exige la ley mosaica. Los padres de Jesús van al templo para certificar que el niño pertenece a Dios y que ellos son los guardianes de su vida y no los dueños. Y esto nos hace reflexionar. Todos los padres son custodios de la vida de sus hijos, no de sus dueños, y deben ayudarlos a crecer, a madurar.

Este gesto enfatiza que solo Dios es el Señor de la historia individual y familiar; todo proviene de Él. Todas las familias están llamadas a reconocer esta primacía, protegiendo y educando a los niños para que se abran a Dios, que es la fuente misma de la vida. De aquí viene el secreto de la juventud interior, presenciada paradójicamente en el Evangelio por una pareja de ancianos, Simeón y Ana. El viejo Simeón, en particular, inspirado por el Espíritu Santo, dice acerca del niño Jesús: "Él está aquí para la caída y la resurrección de muchos en Israel y como un signo de contradicción [...] para que se revelen los pensamientos de muchos corazones" ( v. 34-35).

Estas palabras proféticas revelan que Jesús vino a derribar las imágenes falsas que hacemos de Dios y de nosotros mismos; para "contradecir" las certezas mundanas sobre las cuales afirmamos apoyarnos; para hacernos "resucitar" a un verdadero viaje humano y cristiano basado en los valores del Evangelio. No hay una situación familiar que esté excluida en este nuevo camino de renacimiento y resurrección. Y cada vez que las familias, incluso aquellas heridas y marcadas por la fragilidad, el fracaso y la dificultad, vuelven a la fuente de la experiencia cristiana, se abren nuevos caminos y posibilidades inimaginables.

La historia del Evangelio de hoy informa que María y José, "cuando habían cumplido todas las cosas según la ley del Señor, regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño creció, dice el Evangelio, y se fortaleció, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios cayó sobre él "(versículos 39-40). Una gran alegría de la familia es el crecimiento de los niños, todos lo sabemos. Están destinados a desarrollarse y fortalecerse, a adquirir sabiduría y a recibir la gracia de Dios, tal como le sucedió a Jesús. Él es verdaderamente uno de nosotros: el Hijo de Dios se hace niño, acepta crecer, fortalecerse, está lleno de la sabiduría y la gracia de Dios están sobre él. María y José tienen la alegría de ver todo esto en su hijo; y esta es la misión a la que se orienta la familia:

Este es el deseo que me dirijo a todas las familias hoy, acompañándolo con la invocación a María, Reina de la Familia.

Después del Angelus

Queridos hermanos y hermanas:

Expreso mi cercanía con los hermanos coptos ortodoxos de Egipto, atacados hace dos días por dos ataques contra una iglesia y una tienda en los suburbios de El Cairo. Que el Señor acoja las almas de los muertos, apoye a los heridos, a la familia y a toda la comunidad, y convierta los corazones de los violentos.

Hoy dirijo un saludo especial a las familias presentes aquí, y también a aquellos que participan desde casa. Que la Sagrada Familia te bendiga y te guíe en tu viaje.

Saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos; en particular, grupos parroquiales, asociaciones y jóvenes. No olvidemos este día para agradecer a Dios por el año pasado y por cada bien recibido. Y nos hará bien, cada uno de nosotros, tómense un tiempo para pensar en cuántas cosas buenas he recibido del Señor este año, y agradézcanlas. Y si hubo pruebas, dificultades, gracias también porque nos ayudó a superar esos momentos. Hoy es un día de acción de gracias.

Les deseo a todos un buen domingo y un final feliz de año. Les agradezco nuevamente sus deseos y oraciones: y continúen orando por mí. Buen almuerzo y adiós!

sábado, 30 de diciembre de 2017

DIRECCIÓN DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LA ASOCIACIÓN TEOLÓGICA ITALIANA

Queridos hermanos y hermanas:

Te doy la bienvenida y gracias a tu presidente por sus palabras. En estos días estamos inmersos en la contemplación gozosa del misterio de nuestro Dios, que es en este momento involucrado y comprometido con nuestra pobre humanidad enviar a su hijo, y para tomar, en Él, nuestra frágil carne. Cada pensamiento teológico cristiano no siempre puede iniciar y cesar de aquí, en un reflejo que nunca va a agotar la fuente viva del Amor divino, que se deja de tocar , mirar y degustar en el pesebre de Belén.

En 2017, la Asociación Teológica Italiana tardó medio siglo. Me complace unirme a ustedes para dar gracias al Señor por aquellos que tuvieron el valor, hace cincuenta años, de tomar la iniciativa de dar vida a la Asociación Teológica Italiana; para aquellos que se han unido en este momento, ofreciendo su presencia, su inteligencia y el esfuerzo de una reflexión libre y responsable; y sobre todo por la contribución que su asociación ha hecho al desarrollo teológico y la vida de la Iglesia, con una búsqueda que siempre ha propuesto - con el esfuerzo crítico que compite - para estar en sintonía con los hitos y retos de Vida eclesial italiana

Es de destacar que la Asociación Teológica Italiana nació, como se afirma en el primer artículo de su Estatuto, "en el espíritu de servicio y comunión indicado por el Concilio Ecuménico Vaticano II". La Iglesia siempre debe referirse a ese evento, con el que comenzó "una nueva etapa de evangelización" (Bolla Misericordiae vultus). , 4) y con el cual asumió la responsabilidad de proclamar el Evangelio de una nueva manera, más acorde con un mundo y una cultura profundamente modificados. Es evidente que este esfuerzo pide que toda la Iglesia, y los teólogos en particular, sean recibidos en nombre de la "fidelidad creativa": en la conciencia de que en estos 50 años ha habido más cambios y en la confianza que el Evangelio puede seguir tocando. incluso las mujeres y los hombres de hoy. Por lo tanto, les pido que continúen siendo fieles y anclen en su trabajo teológico, en el Concilio y en la capacidad que la Iglesia ha mostrado para que se les permita ser fecundados por la novedad perenne del Evangelio de Cristo; como lo ha hecho, sin embargo, en estas décadas, como lo demuestran los temas que ha elegido y discutido en los Congresos y en los cursos de actualización,Documentos del Vaticano II .

En particular, es un claro fruto del Concilio y una riqueza no dispersar el hecho de que han sentido y continúan sintiendo la necesidad de "hacer teología juntos", como una Asociación, que incluye a más de 330 teólogos hoy. Este aspecto es un hecho de estilo, que ya expresa algo esencial de la Verdad al servicio de la cual surge la teología. No se puede pensar, de hecho, para servir a la verdad de un Dios que es amor, la comunión eterna del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y cuyo plan de ahorro es la comunión de los hombres con Él y con los demás, si lo hace de una manera individualista , particularista o, peor aún, en una lógica competitiva. El de los teólogos solo puede ser una búsqueda personal; sino de personas que están inmersas en una comunidad teológica lo más amplia posible, de la cual sienten y en realidad son parte, envueltas en lazos de solidaridad y también de amistad auténtica. ¡Este no es un aspecto accesorio del ministerio teológico!

Un ministerio del cual hoy en día sigue siendo una gran necesidad en la Iglesia. Es cierto que para ser auténticamente creyentes no es necesario haber realizado cursos académicos en teología. Hay un sentido de la realidad de la fe que pertenece a todo el pueblo de Dios, incluso aquellos que no tienen ningún soporte específico, los intelectuales de expresarlo, y pidiendo a ser interceptada y escuchado -  Creo que la famosa infalible en creer: tenemos que ir allí a menudo, y también hay personas muy simples que saben cómo mejorar los "ojos de la fe". Es en esta fe viva del pueblo santo y fiel de Dios que todo teólogo debe sentirse inmerso y del cual también debe saber cómo sostenerse, cargarse y abrazarse. Sin embargo, esto no significa que siempre existe la necesidad de un trabajo teológico específico por el cual, como dijo el santo doctor Bonaventura, podamos alcanzar el creíble entendimiento inteligible., a lo que se cree tal como se entiende. Y 'necesidad de la plena humanidad de sí mismos creyentes, en primer lugar, porque nuestra creencia es totalmente humano y no escapa a la sed de la conciencia y la comprensión, más profundo y más amplio posible, de lo que creemos. Y es un requisito de la comunicación de la fe, por lo que siempre aparece y en todas partes que no solo no mutila lo que es humano, sino que siempre se presenta como un llamado a la libertad de las personas.

Sobre todo en el deseo y en la perspectiva de una Iglesia misionera saliente, el ministerio teológico es particularmente importante y urgente en esta coyuntura. De hecho, una Iglesia que reconsidera tanto se preocupa, como dije en el Evangelii gaudium , para dejar en claro a las mujeres y los hombres cuál es el centro y el núcleo del Evangelio, es decir, "la belleza del amor salvador de Dios manifestado en Jesucristo que murió y resucitó" (n. 36). Tal tarea de esencialidad, en la era de la complejidad y el desarrollo científico y técnico sin precedentes y en una cultura que ha estado impregnada en el pasado por el cristianismo pero en la que las visiones distorsionadas del corazón del Evangelio pueden ser serpenteantes, de hecho hace un gran trabajo teológico es indispensable. Para que la Iglesia continúe haciendo escuchar el centro del Evangelio a las mujeres y los hombres hoy, para que el Evangelio llegue verdaderamente a las personas en su singularidad y que impregne a la sociedad en todas sus dimensiones, la tarea de la teología es indispensable.

Necesitamos una teología para ayudar a todos los cristianos a anunciar y mostrar, sobre todo, el rostro salvador de Dios, el Dios misericordioso, especialmente frente a algunos desafíos sin precedentes que hoy involucran al ser humano: como el de la crisis ecológica, del desarrollo de neurociencias o técnicas que pueden cambiar al hombre; como el de las desigualdades sociales cada vez mayores o las migraciones de pueblos enteros; como el relativismo teórico pero también el práctico. Es por esto que se necesita una teología que, como lo hace la mejor tradición de la Asociación Teológica Italiana, sea hecha por cristianos y cristianos que no piensan hablar solo entre ellos, sino que saben que están al servicio de las diferentes Iglesias y de la Iglesia;

Me complace saber que muchas veces y de varias maneras, incluso recientemente, ya lo han hecho: abordar explícitamente el tema de la proclamación del Evangelio y de la forma Ecclesiae, de la sinodalidad, de la presencia eclesial en el contexto del secularismo y la democracia, del poder en la Iglesia. Por lo tanto, espero que su investigación pueda fertilizar y enriquecer a todo el pueblo de Dios. Y me gustaría agregar algunos pensamientos que me surgieron mientras usted hablaba. No pierdas la habilidad de sorprenderte; hacer teología con asombro. El asombro que Cristo nos trae, el encuentro con Cristo. Es como el aire en el que nuestra reflexión será más fructífera. Y repito otra cosa que dije: el teólogo es quien estudia, piensa, reflexiona, pero lo hace de rodillas. Haciendo teología de rodillas, como los grandes Padres. Los grandes Padres que pensaron, oraron, adoraron, elogiaron: la fuerte teología, que es el fundamento de todo el desarrollo teológico cristiano. Y también repito una tercera cosa que dije aquí, pero quiero repetirla porque es importante: hacer teología en la Iglesia, es decir, en el pueblo santo y fiel de Dios, que tiene -lo diré con una palabra no teológica- que tiene la "nariz" de la fe. Recuerdo una vez, en una confesión, el diálogo que tuve con una anciana portuguesa que se acusaba a sí misma de pecados que no existían, ¡pero estaba tan convencida! Y le hice algunas preguntas y ella respondió bien; y al final tuve ganas de decirle: "Pero dime, señora: ¿estudiaste en la Gregoriana?". Ella era simplemente una mujer simple, simple, pero tenía la "nariz", tenía el Y le hice algunas preguntas y ella respondió bien; y al final tuve ganas de decirle: "Pero dime, señora: ¿estudiaste en la Gregoriana?". Ella era simplemente una mujer simple, simple, pero tenía la "nariz", tenía el Y le hice algunas preguntas y ella respondió bien; y al final tuve ganas de decirle: "Pero dime, señora: ¿estudiaste en la Gregoriana?". Ella era simplemente una mujer simple, simple, pero tenía la "nariz", tenía elsensus fidei , lo que en fe no puede estar mal. El Vaticano II lo retoma, esto.

Te doy mi más sincera bendición y, por favor, no olvides rezar por mí.

viernes, 29 de diciembre de 2017

Orar en familia en Navidad: Jornada de la Sagrada Familia

El misterio de la Navidad nos sitúa ante el portal de Belén, contemplando a Dios hecho carne. Es un acontecimiento que nos invita a acoger a la Palabra que acampa entre nosotros, de abrir el corazón a Dios encarnado en la fragilidad y ternura de un niño. Es una invitación a la acogida llena de afecto y agradecimiento. En este contexto, la Subcomisión para la Familia y defensa de la vida, dentro de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, ha preparado los materiales para la Jornada de la Sagrada Familia que se celebra, este año, el 31 de diciembre. Entre ellos, este año también se ha editado el folleto para orar en familia en el que se proponen oraciones para rezar todos juntos durante los días de Navidad.

HEMOS RECIBIDO UN DON Y UNA MISIÓN

"Por Él hemos recibido este don y esta misión"
Hemos recibido el don divino
de la lealtad, la fidelidad a todo prueba.
Y  la misión de testimoniar con brillantez
el coraje de la fe y la tenacidad de la esperanza.
Hemos recibido el don de la Belleza...

HEMOS RECIBIDO UN DON Y UNA MISIÓN

Hemos recibido el don divino
 de la paz, la comprensión y la concordia.                            
Y la misión de construir cada día
la convivencia serena, el buen entendimiento,
Hemos recibido el don de la fraternidad.

HEMOS RECIBIDO UN DON Y UNA MISIÓN

Hemos recibido el don divino
de la fraternidad, con el cercano y con el lejano, 
Y  la misión de superar
la indiferencia y el egoísmo individual.
Hemos recibido el testimonio del Amor...

HEMOS RECIBIDO UN DON Y UNA MISIÓN

Hemos recibido el don divino
del amor, un sentimiento, actitud y comportamiento.
Y la misión de perdonar, el afecto
de relaciones humanas cordiales y fraternas.
Hemos recibido a Dios en humildad.

HEMOS RECIBIDO UN DON Y UNA MISIÓN

Hay que acoger al Hijo de Dios que se hace carne.
No basta contemplar y agradecer a Dios el nacimiento de Jesús, ese misterio insondable de amor  y caridad que se acerca al ser humano. Es necesario superar el canto de las sirenas que nos llegan y nos distraen de lo importante: "Ábrase la tierra y brote el salvador". Dios está vivo entre nosotros y comparte nuestros miedos y nos dice constantemente: "Hacia delante, no te acobardes en nada".

Contemplamos a María, con una profunda humildad que la hace pura referencia abierta al misterio de Dios, pobre de Yavé por excelencia, es para todos modelo paradigmático de fe y acogida: "He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí  según tu palabra" Y con ella, José, varón bueno y justo, que, conducido por la fe, acepta y cumple la misión que se le encomienda.

Acoger el misterio es prolongarlo hoy entre nosotros. Atentas al Señor que nos acompaña y vive entre nosotros, para darlo al mundo de la pobreza e injustica que existe en los más débiles de nuestros hermanos, y esto es posible dando luz a la sonrisa al corazón, a los ojos y se hace compromiso generoso de ir quitando toda opacidad y cansancio a la entrega constante a Dios y a los hermanos. Somos su nuevo rostro, sacramento históricamente-perceptible de la presencia y acción salvífica-liberadora de aquel mismo Jesús, que, resucitado, sigue viviendo entre nosotros.

No podemos perder la brillantez y frescura de nuestra entrega a Dios, la alegría y la esperanza que nos engrandece y nos guía hacia la santidad de Jesús; las jóvenes tienen la fuerza de la vida, nosotras, la experiencia de una vida donada día y noche en el fuego del Amor Eterno. Un camino recorrido del que nos ha llenado de alegrías, de dolor y de consoladora intimidad con el Amado, del que podemos ofrecer con garantía y de calma serena para sobreponerse a la agitada tempestad.

Celebremos este sacramento con fervor unidas en la prolongación de la encarnación de Dios-verdadero y hombre consustancial con el Padre.

Felicidades para todas las hermanas de la Orden.


Sor María Pilar Cano Sánchez, O.P.

jueves, 28 de diciembre de 2017

1817-2017: Doscientos años de la muerte de Ousman Dan Fodio

Este año se cumple el segundo centenario de la muerte de Ousman dan Fodio, uno de los padre del integrismo islámico, cuyos efectos lamentamos en nuestros días. Ni Al Qaeda ni Daesh son invenciones de hoy, sino eslabones de una corriente radical que quiere llevar la yihad a cualquier lugar y a cualquier persona que no se acomode a su modo de pensar y de actuar, aunque ya se sea musulmán.
El fulbé (así se conoce a la comunidad formada por los peúles) es un pueblo pastor que desde hace unos cinco siglos lleva una vida nómada recorriendo grandes extensiones de África occidental. En sus migraciones estacionales buscan agua y pastos para sus ganados y, por este motivo, ejercen bastante presión sobre las comunidades agrícolas. No es raro, pues, que surjan con cierta frecuencia conflictos entre ambas, que ocasionan muertes y destrucciones, especialmente en el centro de Nigeria. Durante la estación húmeda se aventuran hacia el norte, y tienen fricciones con los tuareg, también pastores.

Son originarios de Futa Toro, cuya demarcación se extiende por tierras meridionales del tramo medio del río Senegal, y forma parte del mítico Tekrur, la cuna del islam en el occidente africano. Sus campamentos temporales se encuentran diseminados en extensas áreas comprendidas entre el Atlántico y el lago Chad. En muchos lugares los recibían con desagrado, les exigían impuestos, les ponían multas y les restringían sus movimientos.
Fueron acérrimos defensores de las creencias animistas tradicionales, al tiempo que actuaron como un tapón impermeable que impedía la penetración y propagación del islam hacia las comarcas tropicales. Pero un cambio bastante rápido en su mundo religioso, hizo que abrazaran en masa esta religión desde finales del siglo XVIII, y la aceptaran de forma militante y beligerante, de modo que de opositores irreductibles se convirtieron en propagadores violentos de su nueva fe.
Diríamos, en términos de hoy, que asimilaron un islam integrista, y trataron de imponerlo por la fuerza a propios y extraños, es decir, empezaron persiguiendo a los que ya eran musulmanes, y siguieron por los que no lo eran. De ellos se sirvieron tres shaykh, maestros superiores a los simples ulemas con fama de santos, que aglutinaron a su alrededor millares de simpatizantes; obedeciendo todos a los mandatos de la guerra santa, extendieron la yihad en la práctica totalidad de África occidental a partir de tres califatos: Sokoto (noroeste de Nigeria), Macina (entre los ríos Níger y Bani, en Malí) y Futa Toro.

Orígenes del yihadismo
La revolución religiosa que estos tres predicadores inculcaron a los fulbé se basaba en la interpretación que ellos daban a ciertos versículos coránicos, a las tradiciones proféticas (hadith) y a las opiniones consensuadas de los juristas (idjma). Según los aludidos maestros, estas tres fuentes eran convergentes, y obligaban a todo buen musulmán a llevar a cabo la yihad por todos los medios, y a obtener como recompensa la felicidad en el más allá. La corriente mística del sufismo, que impregna bastante la vivencia del Corán en esta parte de África, ayudó mucho al éxito de estos predicadores, a que se extendiera con rapidez su mensaje y a que se consiguiera una estructura política que lo llevara a la práctica.

Los shaykh pertenecían a la conocida casta de los torobe, cuyo origen remoto estaba en la región santa de Tekrur, pero sus miembros procedían de diversas familias étnicas de Sudán occidental. Pronto se asociaron los fulbé porque hablaban su lengua y se casaban con ellos durante sus migraciones. La vida del torobe era la observancia del islam con todo rigor y en todos sus detalles. El estudio y la meditación del Libro Santo era su actividad preferente y casi única, de lo que resultó el nacimiento de verdaderas dinastías de eruditos. Admitían a los de cualquier origen étnico, con tal de que abrazaran el islam según ellos lo interpretaban y de la manera como lo vivían. Su único objetivo era instalar una sociedad islámica auténtica y extenderla a todo el mundo.
Por si les faltara algo, los shaykh llevaban siempre consigo la baraka, es decir, la bendición divina y el poder de hacer milagros. En un primer momento, su actividad exclusiva fue la predicación. Fruto de ella y de su constancia fue la cantidad enorme de adeptos que los seguían y les prestaban una total colaboración. Para atenderlos se fundó la djama, o comunidad de los creyentes, formada por los letrados que seguían las enseñanzas de los shaykh, y las transmitían a los demás según el espíritu sufí: «El iniciado es aquel que se entrega totalmente a su shaykh, se diluye en él y no queda nada de él mismo… Es como la pluma en manos de un amanuense».

Todo este ambiente de reinterpretación islámica llevaba la semilla de un mesianismo que era el punto final al que querían llegar estos maestros. Y para su justificación se acudió al profetismo, y se sacaron a la luz vaticinios acordes con la situación. A Mahoma se le atribuía que «Alá enviará a la Umma (comunidad de creyentes musulmanes) quien regenerará la religión al principio de cada siglo». Y también que al Profeta le sucederían 12 califas antes de una anarquía general y el fin del mundo. Los diez primeros ya reinaron en Medina, Egipto, Siria e Iraq. El siguiente habría sido Askya Muhammad de Songhay (1493-1528). El decimosegundo aparecería en Sudán occidental a finales del XVIII. Fodio (Sokoto) y Seku Ahmadu (Macina) tomaron para sí este honor.
Después de muchos años de predicación, las autoridades se dieron cuenta del peligro que entrañaban estos reformadores y comenzaron a perseguirlos; los miembros de las comunidades surgidas se convirtieron en agitadores políticos. Fueron exiliados y restringida la enseñanza de los maestros. Como todo giraba en torno a la pureza de la fe islámica, se eliminaron sus adherencias africanas y se condenaron las dinastías reinantes por su corrupción y abusos, y también a los ulemas que las amparaban. Para luchar contra ellos y preparar la proclamación de la yihad comenzaron a adquirir armas, con las que cumplir el precepto coránico de «ordenar el bien e impedir el mal».

El califato de Sokoto
Obra del propio Fodio, este califato se convirtió en el más importante. En 1794, el propio Fodio relató una visión mística: «Cuando alcancé la edad de 40 años… Dios me atrajo hacia Él, y vi al Señor, a nuestro señor Mahoma… Con él se encontraban los compañeros, los profetas y los santos. Me acogieron y me hicieron sentar en medio de ellos. Luego, nuestro Señor Abd al-Kadir (fundador de la secta Karidiya) trajo una túnica verde… y un turbante… Me hizo sentar, me vistió y me puso el turbante. Luego me llamó ‘imam de los santos’ y me mandó hacer lo que está aprobado, y me prohibió hacer lo que no está aprobado; y me ciñó la Espada de la Verdad, a fin de que la desenvaine contra los enemigos de Dios».
Con este mandato divino comenzó su tarea renovadora y se proclamó emir. Preparó con esmero la lucha, y aconsejaba a los suyos no lanzarse a la aventura «que no conduce más que al fracaso y lleva a los musulmanes a su pérdida». Entre 1775 y 1795 su objetivo era fundar comunidades en la periferia de las ciudades hausas, a las que quería dotar de una autonomía. Si bien estas comunidades arraigaron muy bien en el medio rural, los reformadores iban imponiéndose también en ciudades como Gobir, Kebbi o Zamfara. Al proclamar que todo esclavo convertido a sus enseñanzas era liberado, a sus comunidades llegaban un elevado número de ellos, que fueron parte importante de su ejército. Lo mismo que los fulbé, a quienes las autoridades hacían toda clase de extorsiones y les robaban sus rebaños.
En 1804 las comunidades declararon la guerra al estado hausa de Bornu y fueron por dos veces derrotadas, ya que no existían un ejército, y cada una de ellas actuaba por separado. Cambiaron luego de táctica, y decidieron hacerse con una caballería, entonces el arma más efectiva contra arqueros y lanceros, y organizar un ejército con el que lanzar sus ataques contra los palacios de los reyes. Tras luchas continuas, fueron cayendo Zaria, Katsina, Kano, Gobir, y la mayor parte de los jefes huyó. Para 1809 casi todo el país hausa estaba en manos de los reformadores. Fodio fue proclamado Comendador de los Creyentes (califa) y Sokoto la capital.

Tiempo de contradicciones
Tras el fin de la guerra surgieron problemas relacionados con la formación y administración del califato; una de las causas era la observancia rigurosa de la ley islámica, por lo que Fodio tuvo que admitir prácticas que antes había condenado. Se escogía a los jefes políticos y a los altos responsables de la administración entre los que tenían formación y cierta autoridad personal; pero como bastantes habían muerto a causa de la guerra o por vejez, se los suplió con parientes de los que ya eran funcionarios o con los del antiguo régimen. Surgieron discordias, se abrió la lucha por el poder, algunos letrados fomentaron la disidencia y hubo constantes quejas de abusos cometidos durante y después de la guerra.
Fodio se sintió incapaz de afrontar esta situación y se retiró a enseñar y escribir, una vez que había dejado toda su autoridad a su hijo Mohammed Bello. Murió en abril de 1817. El califato estaba dividido en emiratos que gozaban de una gran autonomía, hasta el punto de que el emir, nombrado en última instancia por el califa, tenía su propio ejército con el que podía conquistar nuevos territorios. Todos tenían los mismos poderes y gozaban de idéntica autoridad.

La sociedad, aparte de las familias del califa y de los emires, se componía de dos grandes bloques: el primero estaba formado por funcionarios y letrados, con sus familias, clientes y esclavos; y el segundo por las fuerzas productivas y sus esclavos. Los recursos del califato procedían de los impuestos y tributos, recogidos por consejeros del califa.
Bello murió en 1837 y su sucesor en 1842. El califato entró en decadencia por luchas de poder, alguna derrota en el exterior, relajación religiosa y marcha de importantes letrados. Su influencia administrativa y división territorial han llegado hasta hoy, de modo que los estados del norte de Nigeria coinciden con las demarcaciones que tenían los emiratos. No solo persiste la marca territorial, sino también la huella del integrismo religioso predicado por Fodio.
A pesar de que la Constitución nigeriana es aconfesional, la presión de estos estados islámicos ha propiciado que Nigeria se haya integrado en la Liga Árabe (formada por 22 países), y que en bastantes de ellos esté impuesta la sharía como regulación social, aunque formalmente se la declare ilegal. Y la semilla integrista se prolonga con violencia en movimientos como Boko Haram, nacido en estos lugares y ambientes, o los continuos ataques que los pastores musulmanes fulbé o fulani lanzan contra las comunidades cristianas o animistas de las regiones centrales del país.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

10 formas de transmitir la fe a tus hijos y de hacerla más fuerte: como siempre, implica coherencia

En muchos países, los padres cristianos no consiguen pasar a sus hijos una fe firme. Pasar la fe de padres a hijos sucedía con naturalidad estadística en generaciones anteriores, pero ya no en la nuestra. En Occidente muchas causas concurren para que los padres pierdan autoridad ante los hijos y para suscitar un individualismo extremo. No sucede solo entre cristianos: familias de otras tradiciones religiosas también lo experimentan. 

En la web AllProDad, dedicada a padres varones (no necesariamente católicos), señalan 10 factores que ayudan a que un padre pueda transmitir su fe a sus hijos. Como siempre cuando se trata de valores reales, requiere constancia y coherencia. 

1. Celebra las festividades y cuenta su historia
Las festividades religiosas llaman la atención de los niños: son días especiales. En Estados Unidos hay una frase entre los católicos: "no es que los católicos guarden la Cuaresma; es que la Cuaresma te mantiene católico". Lo mismo podría decirse de la Navidad cristiana y de otras fiestas. No basta con celebrar la fiesta: hay que contar la gran historia que hay detrás de cada fiesta. Decía el estudioso de las religiones Mircea Elíade: "el primer rito es la recitación del mito". La Navidad tiene sentido cuando se proclaman las lecturas de Navidad. Las festividades sin historias detrás (pensemos en Halloween) a menudo suenan a huecas.

2. Responde las preguntas de los chicos
Los niños hacen preguntas sobre Dios, sobre la fe, sobre la religión. Hay que estar preparado para responderlas. Hay preguntas sobre el comportamiento que también llevan a hablar de la fe. "¿Por qué debo perdonar a esos chicos malos?", "¿por qué me pides ayudar a esos?", nos lleva a las enseñanzas y el ejemplo de Jesús. (Si no sabemos la respuesta a una pregunta podemos honradamente decir: "pues no lo sé exactamente, pero lo buscaré y te lo diré". En el Catecismo hay muchas respuestas, que hay que traducir al lenguaje infantil. También hay gente que trabaja con niños que pueden ayudar: maestros, catequistas...). No es beneficioso responder "no hagas preguntas", "es así y punto", "hacer preguntas está mal"...

3. Id con regularidad al culto o los sacramentos
Si la fe es solo un añadido para los ratos libres, no se contagiará a los hijos. Los niños han de ver que es una prioridad, y la más clara es el tiempo. Si la familia solo va a misa "a veces", el niño pensará que es una cosa poco importante o algo "útil en casos convenientes" (alguna enfermedad, un gesto social...). Los niños han de ver que el culto es una prioridad en la familia, en la organización semanal o diaria. 

4. Involúcrate en el servicio a los demás... y que te vean
"Servir a los demás es la fe con pies", explican en AllProDad. Los niños aprenden de lo que ven hacer a sus padres. Si te ven ser voluntario en Cáritas, Manos Unidas o la parroquia, ellos aprenderán a hacer ese tipo de servicios. También es bueno involucrar a toda la familia: recogidas de material, actividades, etc...

5. Enseña a confiar en Dios
En el cristianismo, todo está basado en la confianza en Dios. Una clave es enseñar al niño a confiar toda su vida en el Dios que lo creó, que lo ama y quiere lo mejor para Él. 

6. El juicio definitivo sobre cada persona está reservado para Dios
A las personas agnósticas, o alejadas en la fe, o tibias, y a mucha otra gente, les molestan los juicios rápidos. La realidad es que una persona religiosa y prudente sabe que para realizar juicios definitivos en necesario ser Dios mismo: sólo Él tiene todos los datos y perspectivas sobre los hechos y las motivaciones. A los niños les enseñamos a distinguir los actos buenos de los actos malos, y está bien, pero a la hora de clasificar a la gente es mejor recordar lo de "no juzguéis y no seréis juzgados" (y explicar lo que significa). "Enséñales a tener un corazón humilde que busque entender al otro", explica AllProDad. 

7. Sé suave con los niños y ciertas enseñanzas complicadas
Hay cosas en la religión que a los adultos les molestan pero a los niños les aprecen normales. Y, al revés, hay cosas en las que los adultos ni se fijan y a muchos niños les pueden asustar o repeler. En la cultura católica pueden ser muchas: imágenes de mártires con sangre en la parroquia, o ciertas expresiones sobre el infierno o el demonio, algunos detalles prácticos de los sacramentos... Las cosas complicadas hay que explicarlas con suavidad, y no de forma abrupta o con prisas y aspavientos. 

8. No mantengas a los niños en una burbuja
Incluso en los países de mayoría católica, hay personas de otras denominaciones y religiones y, de hecho, las personas con poca o ninguna religiosidad son mayoría. No tiene sentido intentar hacer creer a tus hijos que "todos hacen como nosotros". No es así, y enseguida se darán cuenta. Y llegará el momento, al crecer, en que tomará sus propias decisiones sobre religión. Es bueno que desde niño pueda dialogar, en un entorno moderado, con personas de otras creencias. También es bueno que vea que hay otras parroquias donde las cosas se hacen de otras maneras.

9. Dile que comparta la fe con sinceridad y humildad
Nuestra sociedad pretende hacernos creer que ya casi no hay tabúes, excepto hablar de la propia fe con otras personas. Hemos de enseñar a nuestros hijos a que puedan hablar de su fe sin complejos ni vergüenzas: creemos que es buena, bella y verdadera y la queremos compartir. Hemos de ayudar al niño a poder expresar por qué cree y en qué cree. Y ha de poder hacerlo con sinceridad y también con humildad. La fe da alegría y un terreno firme: no debe dar soberbia.

10. Se necesita una aldea para educar... dásela
"Se necesita una aldea para educar un niño", dice un refrán africano que se cita mucho. En lo religioso es especialmente cierto: la fe se transmite en comunidad. En ella vemos que personas distintas (varias edades, procedencias, estilos) creen todas las mismas verdades, cada una con sus acentos. Ese testimonio colectivo fortalecerá la fe de tus hijos. Hay que buscar esa comunidad. 

Por supuesto, se podrían añadir muchas más cosas eficaces, pero ¿no son estas 10 un comienzo importante?

PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL

Queridos hermanos y hermanas:

Dedico la catequesis de hoy a reflexionar sobre el significado de la Navidad. En nuestros días, estamos asistiendo a una especie de «desnaturalización» de la Navidad. En nombre de un falso respeto ante quien no es cristiano, muchas veces se esconde la voluntad de marginar la fe, eliminando todo tipo de referencia al nacimiento de Jesús. Sin embargo, el verdadero sentido de estas fiestas se encuentra en Jesús, es Él quien da sentido a todo lo que celebramos.

Nosotros, como los pastores del Evangelio, estamos llamados a buscar la verdadera luz que es Jesús, que es el don de Dios a la humanidad que se encuentra inmersa en la oscuridad de la noche. Cuando acogemos a Jesús en nuestras vidas, nos convertimos en un don para los demás. Por este motivo, nosotros los cristianos nos intercambiamos regalos, porque el verdadero don para nosotros es Jesús y, como Él, queremos ser don para los demás.

Jesús viene a este mundo y los primeros destinatarios de su venida son los pequeños y despreciados, con los que establece una amistad que continúa en el tiempo. Con ellos, en cada momento, Dios desea construir un mundo nuevo en el que no haya más personas rechazadas, descartadas ni maltratadas.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. En estos días los animo a abrir la mente y el corazón para acoger a Jesús que es el don de Dios para nosotros, y si lo acogemos también nosotros podremos serlo para los demás, especialmente para los necesitados de atención y de ternura.

Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

lunes, 25 de diciembre de 2017

MENSAJE URBI ET ORBI DEL SANTO PADRE FRANCISCO NAVIDAD 2017

Queridos hermanos y hermanas, feliz Navidad.

Jesús nació de María Virgen en Belén. No nació por voluntad humana, sino por el don de amor de Dios Padre, que «tanto amó al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16).

Este acontecimiento se renueva hoy en la Iglesia, peregrina en el tiempo: en la liturgia de la Navidad, la fe del pueblo cristiano revive el misterio de Dios que viene, que toma nuestra carne mortal, que se hace pequeño y pobre para salvarnos. Y esto nos llena de emoción, porque la ternura de nuestro Padre es inmensa.

Los primeros que vieron la humilde gloria del Salvador, después de María y José, fueron los pastores de Belén. Reconocieron la señal que los ángeles les habían dado y adoraron al Niño. Esos hombres humildes pero vigilantes son un ejemplo para los creyentes de todos los tiempos, los cuales, frente al misterio de Jesús, no se escandalizan por su pobreza, sino que, como María, confían en la palabra de Dios y contemplan su gloria con mirada sencilla. Ante el misterio del Verbo hecho carne, los cristianos de todas partes confiesan, con las palabras del evangelista Juan: «Hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (1,14).

Por esta razón, mientras el mundo se ve azotado por vientos de guerra y un modelo de desarrollo ya caduco sigue provocando degradación humana, social y ambiental, la Navidad nos invita a recordar la señal del Niño y a que lo reconozcamos en los rostros de los niños, especialmente de aquellos para los que, como Jesús, «no hay sitio en la posada» (Lc 2,7).

Vemos a Jesús en los niños de Oriente Medio, que siguen sufriendo por el aumento de las tensiones entre israelíes y palestinos. En este día de fiesta, invoquemos al Señor pidiendo la paz para Jerusalén y para toda la Tierra Santa; recemos para que entre las partes implicadas prevalezca la voluntad de reanudar el diálogo y se pueda finalmente alcanzar una solución negociada, que permita la coexistencia pacífica de dos Estados dentro de unas fronteras acordadas entre ellos y reconocidas a nivel internacional. Que el Señor sostenga también el esfuerzo de todos aquellos miembros de la Comunidad internacional que, movidos de buena voluntad, desean ayudar a esa tierra martirizada a encontrar, a pesar de los graves obstáculos, la armonía, la justicia y la seguridad que anhelan desde hace tanto tiempo.

Vemos a Jesús en los rostros de los niños sirios, marcados aún por la guerra que ha ensangrentado ese país en estos años. Que la amada Siria pueda finalmente volver a encontrar el respeto por la dignidad de cada persona, mediante el compromiso unánime de reconstruir el tejido social con independencia de la etnia o religión a la que se pertenezca. Vemos a Jesús en los niños de Irak, que todavía sigue herido y dividido por las hostilidades que lo han golpeado en los últimos quince años, y en los niños de Yemen, donde existe un conflicto en gran parte olvidado, con graves consecuencias humanitarias para la población que padece el hambre y la propagación de enfermedades.

Vemos a Jesús en los niños de África, especialmente en los que sufren en Sudán del Sur, en Somalia, en Burundi, en la República Democrática del Congo, en la República Centroafricana y en Nigeria.

Vemos a Jesús en todos los niños de aquellas zonas del mundo donde la paz y la seguridad se ven amenazadas por el peligro de las tensiones y de los nuevos conflictos. Recemos para que en la península coreana se superen los antagonismos y aumente la confianza mutua por el bien de todo el mundo. Confiamos Venezuela al Niño Jesús para que se pueda retomar un diálogo sereno entre los diversos componentes sociales por el bien de todo el querido pueblo venezolano. Vemos a Jesús en los niños que, junto con sus familias, sufren la violencia del conflicto en Ucrania, y sus graves repercusiones humanitarias, y recemos para que, cuanto antes, el Señor conceda la paz a ese querido país.

Vemos a Jesús en los niños cuyos padres no tienen trabajo y con gran esfuerzo intentan ofrecer a sus hijos un futuro seguro y pacífico. Y en aquellos cuya infancia fue robada, obligados a trabajar desde una edad temprana o alistados como soldados mercenarios sin escrúpulos.

Vemos a Jesús en tantos niños obligados a abandonar sus países, a viajar solos en condiciones inhumanas, siendo fácil presa para los traficantes de personas. En sus ojos vemos el drama de tantos emigrantes forzosos que arriesgan incluso sus vidas para emprender viajes agotadores que muchas veces terminan en una tragedia. Veo a Jesús en los niños que he encontrado durante mi último viaje a Myanmar y Bangladesh, y espero que la comunidad internacional no deje de trabajar para que se tutele adecuadamente la dignidad de las minorías que habitan en la Región. Jesús conoce bien el dolor de no ser acogido y la dificultad de no tener un lugar donde reclinar la cabeza. Que nuestros corazones no estén cerrados como las casas de Belén.

Queridos hermanos y hermanas:

También a nosotros se nos ha dado una señal de Navidad: «Un niño envuelto en pañales…» (Lc 2,12). Como la Virgen María y san José, y los pastores de Belén, acojamos en el Niño Jesús el amor de Dios hecho hombre por nosotros, y esforcémonos, con su gracia, para hacer que nuestro mundo sea más humano, más digno de los niños de hoy y de mañana.

A vosotros queridos hermanos y hermanas, llegados a esta plaza de todas las partes del mundo, y a cuantos os unís desde diversos países por medio de la radio, la televisión y otros medios de comunicación, os dirijo mi cordial felicitación.

Que el nacimiento de Cristo Salvador renueve los corazones, suscite el deseo de construir un futuro más fraterno y solidario, y traiga a todos alegría y esperanza. Feliz Navidad.

SANTA MISA DE NOCHEBUENA,NATIVIDAD DEL SEÑOR

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

«María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en el albergue» (Lc 2,7). De esta manera, simple pero clara, Lucas nos lleva al corazón de esta noche santa: María dio a luz, María nos dio la Luz. Un relato sencillo para sumergirnos en el acontecimiento que cambia para siempre nuestra historia. Todo, en esa noche, se volvía fuente de esperanza.

Vayamos unos versículos atrás. Por decreto del emperador, María y José se vieron obligados a marchar. Tuvieron que dejar su gente, su casa, su tierra y ponerse en camino para ser censados. Una travesía nada cómoda ni fácil para una joven pareja en situación de dar a luz: estaban obligados a dejar su tierra. En su corazón iban llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría; sus pasos en cambio iban cargados de las incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar.

Y luego se tuvieron que enfrentar quizás a lo más difícil: llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar.

Y precisamente allí, en esa desafiante realidad, María nos regaló al Enmanuel. El Hijo de Dios tuvo que nacer en un establo porque los suyos no tenían espacio para él. «Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11). Y allí…, en medio de la oscuridad de una ciudad, que no tiene ni espacio ni lugar para el forastero que viene de lejos, en medio de la oscuridad de una ciudad en pleno movimiento y que en este caso pareciera que quiere construirse de espaldas a los otros, precisamente allí se enciende la chispa revolucionaria de la ternura de Dios. En Belén se generó una pequeña abertura para aquellos que han perdido su tierra, su patria, sus sueños; incluso para aquellos que han sucumbido a la asfixia que produce una vida encerrada.

En los pasos de José y María se esconden tantos pasos. Vemos las huellas de familias enteras que hoy se ven obligadas a marchar. Vemos las huellas de millones de personas que no eligen irse sino que son obligados a separarse de los suyos, que son expulsados de su tierra. En muchos de los casos esa marcha está cargada de esperanza, cargada de futuro; en muchos otros, esa marcha tiene solo un nombre: sobrevivencia. Sobrevivir a los Herodes de turno que para imponer su poder y acrecentar sus riquezas no tienen ningún problema en cobrar sangre inocente.

María y José, los que no tenían lugar, son los primeros en abrazar a aquel que viene a darnos carta de ciudadanía a todos. Aquel que en su pobreza y pequeñez denuncia y manifiesta que el verdadero poder y la auténtica libertad es la que cubre y socorre la fragilidad del más débil.

Esa noche, el que no tenía lugar para nacer es anunciado a aquellos que no tenían lugar en las mesas ni en las calles de la ciudad. Los pastores son los primeros destinatarios de esta buena noticia. Por su oficio, eran hombres y mujeres que tenían que vivir al margen de la sociedad. Las condiciones de vida que llevaban, los lugares en los cuales eran obligados a estar, les impedían practicar todas las prescripciones rituales de purificación religiosa y, por tanto, eran considerados impuros. Su piel, sus vestimentas, su olor, su manera de hablar, su origen los delataba. Todo en ellos generaba desconfianza. Hombres y mujeres de los cuales había que alejarse, a los cuales temer; se los consideraba paganos entre los creyentes, pecadores entre los justos, extranjeros entre los ciudadanos. A ellos (paganos, pecadores y extranjeros) el ángel les dice: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11).

Esa es la alegría que esta noche estamos invitados a compartir, a celebrar y a anunciar. La alegría con la que a nosotros, paganos, pecadores y extranjeros Dios nos abrazó en su infinita misericordia y nos impulsa a hacer lo mismo.

La fe de esa noche nos mueve a reconocer a Dios presente en todas las situaciones en las que lo creíamos ausente. Él está en el visitante indiscreto, tantas veces irreconocible, que camina por nuestras ciudades, en nuestros barrios, viajando en nuestros metros, golpeando nuestras puertas.

Y esa misma fe nos impulsa a dar espacio a una nueva imaginación social, a no tener miedo a ensayar nuevas formas de relación donde nadie tenga que sentir que en esta tierra no tiene lugar. Navidad es tiempo para transformar la fuerza del miedo en fuerza de la caridad, en fuerza para una nueva imaginación de la caridad. La caridad que no se conforma ni naturaliza la injusticia sino que se anima, en medio de tensiones y conflictos, a ser «casa del pan», tierra de hospitalidad. Nos lo recordaba san Juan Pablo II: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!» (Homilía en la Misa de inicio de Pontificado, 22 octubre 1978)

En el niño de Belén, Dios sale a nuestro encuentro para hacernos protagonistas de la vida que nos rodea. Se ofrece para que lo tomemos en brazos, para que lo alcemos y abracemos. Para que en él no tengamos miedo de tomar en brazos, alzar y abrazar al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al preso (cf. Mt 25,35-36). «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!». En este niño, Dios nos invita a hacernos cargo de la esperanza. Nos invita a hacernos centinelas de tantos que han sucumbido bajo el peso de esa desolación que nace al encontrar tantas puertas cerradas. En este Niño, Dios nos hace protagonistas de su hospitalidad.

Conmovidos por la alegría del don, pequeño Niño de Belén, te pedimos que tu llanto despierte nuestra indiferencia, abra nuestros ojos ante el que sufre. Que tu ternura despierte nuestra sensibilidad y nos mueva a sabernos invitados a reconocerte en todos aquellos que llegan a nuestras ciudades, a nuestras historias, a nuestras vidas. Que tu ternura revolucionaria nos convenza a sentirnos invitados, a hacernos cargo de la esperanza y de la ternura de nuestros pueblos.

domingo, 24 de diciembre de 2017

MENSAJE DE UNA NOCHE LLENA DE ALEGRÍA Y AMOR POR DIOS QUE SE HACE NIÑO

Noche de alegría, celebremos en familia compartiendo nuestra fe y nuestras ilusiones y desesperanzas de cada día. 
Acudamos a la Eucaristía, aunque nos digan que no se lleva ya. Para agradecer al Señor todo lo que hizo por nosotros despojándose de sus vestiduras de gloria para revestirse de humanidad, de misericordia hacia nosotros.

Cantemos adoremos al Rey del Universo, sólo Él nos puede dar la paz que necesitamos en cada familia y enseñemos a los niños a participar responsablemente en la liturgia, en la familia. Escuchemos qué nos dicen, que sueños tienen y disfrutemos con ellos sus sorpresas y alegrías en estos días mágicos y felices para los pequeños, para todos. 

Que seamos un regalo para los demás, les ayudemos en sus necesidades compartiendo lo que tenemos, perdonando a los que nos hicieron daño y estrechemos nuestras manos con generosidad y amistad.

Hoy debe ser renovado todo corazón para que con su bendición tengamos un corazón nuevo que se compadece de todo dolor humano.

Te aseguro que si das fe a la noticia de la Encarnación y del nacimiento del Hijo de Dios humanado, tu mirada sobre la realidad gozará de una luz diferente.

Te invito a sumarte a tantas generaciones de creyentes, y a entonar el himno de alabanza. Brinda al mundo la experiencia emocionada, a la vez que serena, según nos cuentan las Escrituras, que sintieron María y José ante el Niño.

¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS LOS AMIGOS, OS TENGO PRESENTE EN NUESTRAS ORACIONES!!

Un abrazo.
Sor A. Maria Pilar Cano

LOS PERSONAJES DEL NAVIDAD

1.- JESÚS, el hijo de Dios, el hijo de mujer.  Es niño recién nacido, envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. Es niño anunciado por los ángeles, adorado por los pastores, buscado, adorado u obsequiado por los magos, odiado y perseguido con sangre inocente por Herodes, tomado en brazos y reconocido por los ancianos Simeón y Ana. Es el hijo de Dios hecho carne. Es el hijo de María, alumbrado de sus purísimas entrañas y acostado por ella, acompañada y servida siempre por José, en el pesebre. Es la gran gloria de Dios en la mayor de las precariedades humanas. «Lo esperaban poderoso y un pesebre fue su cuna; lo esperaban rey de reyes y servir fue su reinar».


2.- MARÍA DE NAZARET, la Madre de Jesús. Es la Madre de Dios. Es Madre de Cristo total. Ella es la Mujer creyente que llevó a Jesús en su seno y lo dio a luz virginalmente y lo recostó entre pañales. Ella es figura de la comunidad de los creyentes, dando testimonio de Cristo en la historia y engendrando en su seno a los hombres de la nueva creación. El «sí» de María floreció en Belén en la Palabra; su «hágase» de la anunciación fue el fruto bendito de la natividad, mientras Ella, madre y modelo del pueblo creyente, seguía peregrinando en la fe y «conservando todas estas cosas y meditándolas en su corazón».


3.- JOSÉ DE NAZARET, el esposo de María, el padre adoptivo de Jesús. Siempre fiel, silente y obediente. Siempre abierto a la providencia de Dios y de los hombres. Siempre discreto y en segundo plano. Siempre necesario e imprescindible. Es el José que sube con su grávida esposa María hasta Belén; el José que acuna al niño; el José que recibe a los pastores y a los magos de Oriente; el José que se pone en marcha y en camino cuando Herodes buscaba al niño para hacerlo desaparecer. Navidad es tiempo también excepcional para escuchar, en el silencio y en la admiración, el «sí» de José.


4.– LOS ÁNGELES. Fueron, de nuevo, los mensajeros, los pregoneros de la buena nueva, de la presencia de Dios entre nosotros. Fueron los periodistas de la Navidad. Fueron la voz de la Palabra y la voz de los sin voz: «No temáis –dijo el ángel a los pastores–, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor, Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Ellos compusieron el primero de los villancicos: «¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!». Ellos nos definieron así que Navidad es la gloria de Dios manifestada, revelada, encarnada, y que la paz es su don, su prenda y su rostro.


5.- LOS PASTORES. Pasaban la noche al aire libre en aquella región, en Belén, la más pequeña de las aldeas de Judá, aunque de ella había surgido el Rey David. Velaban por turnos su rebaño. Cuando el ángel les habló, envolviéndolos de resplandor con la luz de la gloria del Señor, quedaron sobrecogidos de gran temor. Pero reaccionaron ante las palabras del ángel y, creyendo, se pusieron presurosos en camino, tras decirse unos a otros: «Vamos derechos a Belén, a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor». Y, en efecto, «fueron corriendo y encontraron a María y a José y al niño, acostado en el pesebre. Al verlo les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores». Los pastores nos hablan de la paradoja de la Navidad, de su fuerza transformadora, de su carga de misterio y de realidad, de su inequívoca dimensión anunciadora y misionera. Ellos fueron los primeros misioneros, los primeros testigos, los primeros orantes, los primeros adoradores, los primeros creyentes. «Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho».


6.- EL REY HERODES. Fue alertado por los magos de Oriente del nacimiento del Rey de Reyes. Con astucia y con mentira quiso engañarlos al sentir amenazado su trono. Cuando sus planes no dieron el fruto por él previsto, desató su ira contra los más inocentes. Navidad es oferta, jamás imposición.


7.- LOS MAGOS DE ORIENTE. Sabemos poco de ellos. Que eran de Oriente y que miraban y observaban los cielos esperando y escrutando los signos de Dios. Vieron salir una estrella que brillaba con especial fulgor y resplandor. Y fueron siguiendo su rastro. Era la estrella que anunciaba el nacimiento del Rey de los Judíos. Se entrevistaron con Herodes como gesto de cortesía y éste quiso engañarlos. Continuaron su camino hasta que la estrella se posó encima de donde estaba el niño. «Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes se marcharon a su tierra por otro camino». El «personaje» navideño de los Magos está lleno de simbolismo y de interpelación sobre el sentido y el reto de la Navidad: la atenta observación y escucha de los signos de Dios y de los hombres, la búsqueda de la verdad y del saber ponerse en camino, la perseverancia hasta llegar a la meta y los sentimientos y actitudes de alegría, de adoración y de ofrenda ante Dios. En y con ellos se complementa la gran Manifestación, que es luz para todos los hombres: los pastores en la Natividad, los magos en la Epifanía, los de cerca y los de lejos, los pobres e ignorantes y los poderosos y sabios. Para todos y por todos nace Dios.


8.- LOS SANTOS NIÑOS INOCENTES. «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes: es Raquel, que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo porque ya no viven».  Herodes montó en cólera cuando no pudo hacerse con aquel recién nacido que tanto le turbaba. Desató su ira sobre los más inocentes e indefensos y mató a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y en sus alrededores. Fueron los primeros mártires de Jesucristo. Aquella tan débil y preciosa sangre inocente derramada fue ya semilla de salvación.


9.- EL ANCIANO SIMEÓN Y LA PROFETISA ANA. La liturgia de la Iglesia nos presenta a estos dos personajes en el tiempo ordinario, pero tan sólo cuarenta días después del nacimiento de Jesucristo. Son, por ello, personajes de la Navidad, del evangelio de la infancia.

El, Simeón, era un hombre honrado y piadoso que aguardaba el Consuelo de Israel y en quien moraba el Espíritu Santo. Había recibido un oráculo de lo alto de que no moriría –era ya muy anciano– sin ver al Mesías. El día de la presentación del Señor, niño de tan sólo cuarenta días, se hizo realidad esta promesa: Vio al Mesías, lo reconoció en la debilidad del recién nacido, lo tomó en brazos y alabó al Señor, profetizando quién era, en verdad, el bebé: «luz para alumbrar a las naciones, gloria de tu pueblo Israel y signo de contradicción». También a María le auguró que una espada de dolor le traspasaría el alma.

Ella, Ana, era una profetisa viuda también muy anciana. No se apartaba del templo ni de la ley de Dios, sirviéndoles día y noche. También reconoció al Mesías, al Salvador, en la debilidad y en la fragilidad. Dio gracias a Dios y «hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel».

10.- JUAN EL BAUTISTA. No nos consta nada de él en referencia al misterio mismo del nacimiento de Jesucristo. Pero toda su vida, toda su misión fue anunciar esta buena noticia. El debía preparar un pueblo bien dispuesto para Quien nacía en la Navidad. Y el ciclo navideño se despide precisamente con él, que nos lo anuncia sin parangón en el adviento. De sus colmadas del agua del Jordán brotará la voz y la presencia de Dios, se abrirá el cielo y comenzará definitivamente la andadura salvífica de Dios entre nosotros.

Contenidos y liturgia de la NAVIDAD

.La Navidad es la celebración, memoria y actualización del acontecimiento salvífico histórico del nacimiento de Jesucristo, de la manifestación de la salvación de Dios en Jesús de Nazaret.
El centro de la Navidad lo constituye el alumbramiento de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, en Belén de Judá. Es el insondable misterio de un Dios nacido en la carne. El que ha nacido de la Virgen es Hijo de Dios e Hijo de hombre. Afirmamos las dos realidades juntas, sin merma de ninguna de ellas, sin deterioro, sin que deje de ser realmente Dios y realmente hombre.
III. Navidad es adentrarse en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. La fe descubre, sin escándalo, a la Majestad divina humillada; a la Omnipotencia, débil; a la Eternidad, mortal; al Impasible, padeciendo; al Bendito, maldecido; al Santo, hecho pecado por nosotros; al Rico, empobrecido para enriquecernos; al Señor, tomando forma de siervo para liberarnos de la esclavitud.

IV.La Navidad, con toda su sencillez y ternura, con su misterio y su gracia, es mucho más que un tiempo ingenuo o explotado por la sociedad de consumo. Es el tiempo de Dios y el tiempo del hombre. El clima creado por la liturgia de estos días pretende provocar la fe en la manifestación divina, la apertura a la gracia, la necesidad del amor y del seguimiento a Jesucristo.

V.La liturgia de la Iglesia prolonga el tiempo de Navidad hasta la Epifanía, que se fija en el sentido y significado de este acontecimiento. Navidad es la eclosión de la luz y la luz es para alumbrar, para calentar, para guiar.

VI.La liturgia de Navidad y Epifanía se subdivide, a su vez, en la semana dentro de la Navidad, la semana de la octava y las ferias de los días de Epifanía hasta la celebración de la festividad del Bautismo del Señor. Durante toda la octava de la Navidad se debe rezar o cantar el Gloria en la Eucaristía y el Te Deum en el oficio de lecturas de la Liturgia de la Palabra. Igualmente, se recomienda cantar el Aleluya, previo a la proclamación del Evangelio, en la Misa, o, en la Liturgia de las Horas, donde se prescriba como Responsorio breve.

VII. La liturgia de Navidad y Epifanía, desde el Nacimiento hasta el Bautismo en el Jordán, va desgranando las primeras manifestaciones de la salvación de Dios en Jesús: a los pastores, a los magos, en el templo, a los discípulos en Caná de Galilea.

VIII. Desde las celebraciones vespertinas de la Navidad (tarde del 24 de diciembre) hasta la festividad del Bautismo del Señor (este año 2003, el domingo día 12 de enero) discurre el tiempo litúrgico de Navidad y Epifanía. Su color litúrgico es el blanco. La alegría, el gozo y la celebración de la Natividad y de la Manifestación de Jesucristo son sus características principales.

IX.Dentro de la octava de la Navidad hay otros dos grandes fiestas: la Sagrada Familia y Santa María Madre de Dios. El domingo dentro de la octava de la Navidad es la festividad de la Sagrada Familia, que, en la Iglesia Católica en España, coincide con el día de la familia y de la vida. Este año es el día 29 de diciembre. En el día de la octava de la Navidad (1 de enero), toda la Iglesia Católica celebra la solemnidad de la Maternidad divina de la Virgen María. Desde 1968, por disposición del Papa Pablo VI, es también el día de la Jornada Mundial de oración por la paz, que conlleva siempre mensaje papal.

X.La Epifanía es una fiesta más conceptual. Celebra el mismo misterio de la Navidad, pero va más directamente a su significación salvadora. Palabras claves de este tiempo son: iluminación, manifestación, aparición, desvelamiento. El día 6 de enero la Iglesia celebra la Epifanía del Señor. Este misterio complementa al de Navidad. Este año cae en lunes. En España se une a este día la popularmente llamada festividad de los Reyes Magos. El evangelio de esta solemnidad litúrgica es precisamente la adoración de los magos de oriente. La Iglesia Católica en España, en el contexto de esta solemnidad de marcado carácter misional, celebra el día 6 de enero el día de los catequistas nativos y del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME). El ciclo litúrgico de la Navidad concluye la fiesta del Bautismo del Señor, el comienzo de su vida pública.

Actitudes cristianas ante la NAVIDAD

1 EL SILENCIO.–: Es tantas veces el lenguaje de Dios. Dios habla siempre en el silencio. «Mientras un silencio apacible lo envolvía todo, y en el preciso instante de la medianoche, tu omnipotente palabra, oh Señor, se lanzó desde los tronos del cielo», afirma el salmo 18. San Ignacio de Antioquía escribió que la Palabra de Dios, que es su Hijo, «procedió del silencio».

Cuando en Greccio, San Francisco de Asís se «inventó» el «Belén», hablaba del silencio de la Navidad. «¿Qué es la Navidad?», le preguntó el hermano León… Y Francisco le respondió, balbuceando: «Es Belén, es humildad, es paz, es intimidad, es gozo, es dulzura, es esperanza, es benignidad, es suavidad, es aurora, es bondad, es amor, es luz, es ternura, es amanecer… Es silencio». Y Dios vino esa noche.

2 LA FE.– La fe, a pesar de la debilidad de los signos de la salvación, nos descubrirá la grandeza, escondida en la pequeñez, la fortaleza, revestida de debilidad, de la Navidad. Escribió San Bernardo de Claraval: «¿Hay algo que pueda declarar más inequívocamente la misericordia de Dios que el hecho de haber aceptado nuestra miseria? ¿Qué hay más rebosante de piedad que la palabra de Dios convertida en tan poca cosa por nosotros…? Cuánto más pequeño se hizo en su humanidad, tanto más grande se reveló en su bondad; y tanto más querido me es ahora».

3.- LA CONTEMPLACIÓN Y LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS, que anunciaba el misterio y lo desvelaba, porque se han cumplido las promesas, porque la Palabra se ha hecho carne, ha hablado y habla para siempre en los gemidos, susurros y balbuceos inenarrables y hasta inaudibles de un recién nacido.

4.-LA TERNURA, que es amor, ante Jesús, hermano nuestro, niño que entre pajas yace, tan débil, tan necesitado como un bebé.  «El amor no es amado», exclama Francisco de Asís, por los valles y caminos de Rietti, mientras anunciaba la Navidad, cuando proclamaba que «esta noche vendrá Dios». La ternura y el amor de la Navidad llaman a la ternura y al amor de toda nuestra vida.

5.- LA ALEGRÍA, HUMILDE Y BULLICIOSA, porque la gracia y la salvación de Dios nos han visitado, porque Dios se ha hecho uno de nosotros y si Dios se hace hombre, ser hombre es lo más grande que se puede ser para Dios. La Navidad es la fiesta del hombre. Por eso, Navidad es alegría, la alegría verdadera, sin edulcorantes y sin burbujas, la alegría de saber y de sentir a Dios con nosotros y para siempre.

6.- LA INTENSIFICACIÓN DE LAS RELACIONES FRATERNALES, porque Jesús, el Hijo de Dios y el hijo de mujer, al nacer y al vivir en la carne, se ha hecho hermano de todos para siempre. Nada humano le es ajeno. Comparte en todo nuestra condición humana menos en el pecado. Es hermano entre los hermanos. Navidad es fraternidad. Navidad es solidaridad. Navidad es caridad.

7.- LA ALABANZA.– «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad». Alabanza traducida en cánticos y villancicos, alabanza a su inmensa grandeza abajada a nuestras categorías, alabanza a su infinita misericordia.

8.- LA ADORACIÓN, donde mejor contemplar y descubrir, entender y discernir el misterio y su llamada. Adoración que es oración y plegaria.

9.- LA ACCIÓN DE GRACIAS, porque Dios ha venido a nuestro valle, porque se ha manifestado su poder y su gloria, porque la historia humana es historia de Dios, porque la gratitud es única respuesta posible a tanto amor derramado por nosotros.

10.- LA CONVESIÓN.– La Navidad es la buena y definitiva noticia de la felicidad y de la salvación que tanto anhelamos. No podemos reducirla o constreñirla a unos días. Lleva en sí misma inscrita vocación de futuro, de eternidad. Porque, como escribe San Pablo, «ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, llevando ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo».

Los símbolos, lugares y gestos de la NAVIDAD

I. El pesebre. Llamado también y más popularmente en España Belén. Es la escenificación del misterio del nacimiento de Jesucristo, que se pone en las iglesias, en los hogares y en otros lugares.

Procede esta costumbre de una iniciativa de San Francisco de Asís en la Navidad de 1223, en la localidad de Greccio. El “Belén” en nuestros templos y en nuestras familias nos recuerda que Dios puso su tienda, su morada entre nosotros.

II. El villancico. Arranca también de la devoción de San Francisco por el misterio de la Navidad y en su deseo de propagar los cánticos y cantos populares que suscitaba entre los fieles este misterio. La palabra villancico se define, en una de sus acepciones, como “canción popular, principalmente de asuntos religiosos que se canta en Navidad y otras festividades”.

Son canciones del pueblo -como se deriva de su etimología- para expresar el gozo y la alabanza por la salvación en Dios hecho hombre. Son como evocaciones de aquella primera adoración de los pastores, canción de canciones, en definitiva, del pueblo humilde y sencillo, el primero en reconocer y adorar al Salvador.

 III. La Misa del Gallo. Es una de las cuatro Misas, de las cuatro Eucaristías, con que la Liturgia de la Iglesia honra el misterio de la Navidad y manifiesta su inagotable riqueza. Érase que se era, según narra una fábula, que fue un gallo el primero en presenciar el nacimiento de Jesucristo y de anunciarlo con su canto… Era el canto del gallo que anunciaba la aurora de los tiempos. La Misa del Gallo es, debe ser, Misa de medianoche, cuando el silencio se rompió en la Palabra, cuando el pueblo que caminaba en tinieblas se vio envuelta en una luz grande y resplandeciente, cuando las estrellas palidecieron ante el alba de la luz tan esplendente.

 IV. El árbol de Navidad. Sus orígenes se remontan a la noche de los tiempos, pretéritos períodos de la historia. El árbol expresa la fuerza fecundante de la naturaleza. Los rigores del otoño y del invierno no han podido con él, fuerte roble, árbol rey. Para suplir sus hojas caducas o heridas es preciso hacer pender objetos de adorno, cuajados de simbolismos: la luz, el obsequio, la sorpresa, el don de los dones, que es, en definitiva, el nacimiento de Dios en la carne. El árbol de Navidad habla de perennidad, de fecundidad, de inmortalidad, de fortaleza. Es imagen de Cristo luz del mundo, el árbol de la vida. En un árbol fue perdida la inocencia, en un árbol fue reparada y redimida la humanidad.

V. Intercambio de dones, praxis quizás banalizada y exagerada en la actualidad, pero cuajada de simbolismo y de riqueza: Navidad es intercambio maravilloso. El hijo de Dios, al encarnarse, nos otorga participar de su divinidad. La encarnación es un misterio compartido. Nos dice la Liturgia de estos días: “¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen, y hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad”.

VI. La palabra, el saludo, la felicitación navideñas, como aquel entrañable “felices pascuas”, especial y cordialmente pronunciados en la noche y en el día de la Navidad y que quizás esté desapareciendo en nuestros ambientes, aun cuando Navidad es también Pascua: el paso del Señor y su entrada en nuestra historia. Navidad es la Palabra. Es el tiempo oportuno para el diálogo, para el encuentro, para la reconciliación, para la amistad, para el deseo de la felicidad y de la dicha, para la paz, dones todos ellos traídos en prenda en la Navidad por la Palabra de Dios hecha carne, revelada, manifestada, desvelada en y para el amor.

 VII. La luz. Navidad es la explosión de la luz. Jesucristo encarnado, sin dejar de ser hombre, es “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”. El pueblo que caminaba en tinieblas fue envuelto en la luz sin ocaso de la encarnación.

VIII. El pan. Es la expresión básica del alimento. Es signo de Jesucristo, Pan de la vida. En Navidad adoramos el cuerpo de Jesús, que se nos dará después en la Eucaristía. Durante décadas existió la tradición que durante la adoración al Niño, en la Misa del Gallo, los fieles -particularmente, las mujeres- ofrecían y depositaban cestos llenos de pan bendecido, el Pan de la Navidad, que era llevado después a los pobres y a los enfermos.

IX. La acogida, la hospitalidad, el hogar, la familia. En algunos países de la Europa central existe la tradición de poner una vela encendida en la ventana abierta del hogar durante la noche de Navidad, como señal de acogida y de bienvenida. También en algunos de estos lugares, en Navidad se dejaba la puerta de la entrada de la casa sin cerrar.

Navidad es la gran acogida y la gran hospitalidad del Dios que, al hacerse hombre, al hacerse hogar y familia, nos abre las puertas de la divinidad, de la familia de Dios. Navidad fue la gran acogida y la gran hospitalidad de los pobres y de los pastores que cedieron su establo para que en él Dios pusiera su morada entre nosotros. Navidad fue la familia de Belén y de Nazaret. Navidad fue y es hogar. Y el hogar es el lugar de nuestra Navidad. Y es que Navidad es la fiesta de la familia. Es familia: Dios que se hace de nuestra familia, Dios que nace y vive en una familia, Dios que se prolonga en la familia de los hijos de Dios que es la Iglesia.

X. La paz. Navidad es paz, el don de los dones del Señor que nace, del Dios que se encarna. “Porque un Niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva a su hombro el principado y es su nombre Maravilla de Consejero, Padre Perpetuo, Príncipe de la Paz. Para dilatar el principado con una paz sin límites… Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho desde ahora y por siempre”.

¿Habrá algo que invite más a la paz, a la ternura y al amor que un niño recién nacido? La paz surge de la justicia y hace brotar el anticipo del cielo nuevo y de la tierra nueva, de la civilización del amor y de la paz a la que todos estamos llamados y que Jesucristo, con su nacimiento vino a instaurar.”¡Qué hermosos son, pues, sobre los montes -como nos dice, de nuevo, el profeta Isaías- los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia de la paz!”

Navidad es nochebuena, es noche de paz. ¡Señor, danos la paz! ¡Tú eres nuestra paz! La paz de un niño, tierno y débil, que entre pajas yace. La paz de un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. La paz de un niño que fue sólo reconocido por los ángeles y los pastores. La paz de un niño, Dios, que, ya adulto, quiso sellar la paz y la felicidad de todos los hombres con su sangre derramada y redentora en la cruz. ¡Señor, danos la paz. Tú eres nuestra paz!

 Jesús de las Heras Muela