Mun Si Eon (con el pelo corto y la camiseta azul) es una niña de 11 años que vive en un pueblito de la diócesis de Daejeon. En su parroquia hemos tenido este año un grupo misionero de niños. Una vez al mes nos juntábamos para rezar y para comprender cuál es nuestra misión en este mundo y nuestro papel como niños dentro de la Iglesia. Primero hemos «abierto los ojos al mundo», para conocer las distintas realidades con vídeos, fotos y testimonios de primera mano. Después hemos dejado que todo eso «nos bajara al corazón», para descubrir que solo la compasión y el corazón de Dios nos hacen sentir hermanos con todos. Más adelante, hemos «extendido las manos» para llevar a la acción todo lo que habíamos sentido y lo que nos surgía poder hacer por los demás. En el último tiempo, hemos entrado en una dinámica de «pies ligeros»: no basta solo con extender las manos al que ya está a mi lado… también hay que ponerse en camino hacia aquellos a los que yo no me acercaría, al que me cae mal en clase, a los niños pobres de mi barrio, a ese anciano que veo en la calle, para que podamos compartir algo con ellos.
Finalmente, hemos rezado cada uno por un país del mundo al que nos «hemos ofrecido como niños misioneros». Nos hemos comprometido a rezar y vivir nuestro día a día en amor por todos los hermanos del mundo, pero en especial por ese país. Mun Si Eon se ofreció a rezar por Corea del Norte y dijo que si fuera misionera le gustaría ir allí de mayor. Yo, muy sorprendida con la respuesta, le pregunté por qué, y ella me dijo que en Corea del Norte no hay libertad religiosa y, entonces, es una pena que los niños no pueden conocer a Jesús.
Los abuelos de Mun Si Eon son de Japón, por lo que su respuesta aún me sorprendió más. Tanto los coreanos del sur como los japoneses ven en Corea del Norte solo a un enemigo, un país gobernado por un dictador y un problema muy grave frente a la paz y la estabilidad económica en la región (en la foto deposita sobre el mapa su país elegido). Mun Si Eon me enseñó que hay que hacerse como niños para tener la mirada misionera sobre cada realidad. El corazón misionero de esta niña no se dejó llevar por las primeras capas y supo descubrir la compasión de Dios por nuestros hermanos del norte y más aún se dejó llevar de la urgencia de Dios de llevar a Jesús a aquellos que no tienen ni siquiera la oportunidad de escuchar hablar de Él. Gracias Si Eon, espero que un día, no muy lejano, podamos ir juntas a Corea del Norte a hablar a los niños del amor de Jesús.
Ester Palma González
Misionera en Corea del Sur. Servidores del Evangelio de la Misericordia
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