miércoles, 6 de septiembre de 2017

Arratibel, cineasta agnóstico, vio que sus parientes se convertían y lo recogió en un filme único

David Arratibel es un cineasta y documentalista navarro interesado por “el mundo interior”, que se define como agnóstico y que estrena a finales de mes una películapeculiar y apasionante, Converso, una exploración de la fe en cuatro personas de su familia que hace unos años estaban muy alejados de la fe y en poco tiempo y por vías distintas se han convertido a un catolicismo vibrante y entusiasta.

Su cuñado, que no era ateo pero ni rezaba ni se trataba con Dios, cambió leyendo un libro de Benedicto XVI una noche en un hotel.
Su hermana estaba retirada en un convento solo para relajarse, pero compró un rosario pensando que era otra cosa, lo rezó, casi como un experimento, y vivió una experiencia mística que la transformó.

Otra hermana más joven se convenció de que “estamos aquí para algo” y acompañando a misa a su madre entendió que “todo eso era verdad”.

Y la madre, que había perdido la fe en su juventud y fue militante comunista, la recuperó con la vivencia de su hija y repasando sus lecturas. Un boom de Dios en casa.

El cineasta, que se mantenía como agnóstico, quedó descolocado y bastante enfadado cuando toda la familia se desplazó a ese otro mundo extraño. Así nacería su voluntad de intentar entender y de superar prejuicios.

 David Arratibel, a la izquierda, y los cuatro conversos que protagonizan su película... voces distintas pero armonizan

El mismo título, “Converso”, da una clave: se refiere a conversión, pero también a conversación, a poder hablar con tranquilidad y sinceridad. Lo ha comentado con ReligionEnLibertad. Y también recomienda un libro a exploradores con inquietudes.

- ¿Cuál crees que es la mayor dificultad para que una persona alejada de la fe pueda animarse a explorarla?
- El prejuicio es el mayor impedimento. Cuando dije a mis amigos, de ambientes de cine, agnósticos, que iba a hacer una película sobre “cómo una persona llega a creer”, las reacciones estaban llenas de prejuicios. “Cuidado, que te van a ganar”, dijo uno. “Solo puedes hacer una película así si consigues dejarlos en ridículo”, dijo otro. Pero cuando mostré la película terminada a ese amigo, me dijo: “Ah, pero esto no va de religión, sino de ausencias, vacíos, distancias, sentimientos...” Eso me gustó, distintos espectadores ven cosas distintas en la película.

»Pero la verdad es que sí que hay una beligerancia contra lo religioso. Incluso grabé bastantes reacciones de gente, con beligerancia y prejuicios, aunque al final no las incluí porque distraían del tema central. Pero he de decir que una vez la película ha empezado a circular, casi no ha habido ninguna crítica negativa sobre el tema o como se aborda.

- Alguien preguntará que por qué explorar el catolicismo y no cualquier otra corriente religiosa...
- Es que a mí el catolicismo de repente me rodeó. Yo llevo años haciendo meditación vedanta advaita [de origen hindú, proclama la unidad total entre los seres; nota de ReL]. Estuve en la India, en el mismo sitio que los Beatles, haciendo meditación allí. Pero el cuerpo no me pedía filmar sobre eso. Con mi cuñado, muy culto, siempre hablé a gusto de temas de religión. Me gusta el cine de lo interior, lo personal. Hacer una película sobre la meditación, la lucha mental interior, sería un reto interesante. Pero creo que algo de eso hice ya en mi película Oírse, que habla de la luz interior.

- ¿Cómo intentas hacer visible en tu película lo espiritual, que es invisible?
- Yo quería mostrar cómo se llega a ese momento de certeza de que Dios existe, ese momento de cambio. Tenía cuatro aproximaciones: mi madre, por la emoción; mi cuñado, más racional; mi hermana, con su experiencia... ¿Cómo llegan a ese ‘clic’? Pero eso, en realidad, no se puede filmar. Terrence Malick, el autor de El Árbol de la Vida, expresa la acción del Espíritu Santo con símbolos, como la luz, el viento en los campos... Pero esos recursos pueden llegar a ser casi clichés y yo no quería hacer eso. Al final, como dice mi cuñado en la película, “las operaciones del Espíritu Santo en cada alma no se pueden representar en imágenes”. Lo que sí muestro es como lo viven estas cuatro personas concretas.

 David Arratibel mete sus cámaras en la intimidad de la casa -y el alma- de su hermana María 

- Tu hermana María regaña a las amigas que chismorrean sobre su cambio espiritual pero que cuando hablan con ella no se atreven a preguntarle. “Chica, tómate un café conmigo y pregúntame”, dice. ¿Es esa una clave de la película?
- Sí, es de una importancia total. Gracias a la película yo empecé a preguntarles casi como un inquisidor. Y ella me dijo: ‘por fin podemos hablar de algo que es tan importante para mí’. Se trata de conversar desde el amor, la empatía... Con convicciones, sí. No se trata de intentar convencer al otro, sino de entender al otro. Y luego, de manera natural, ya veremos si uno pasa a adoptar la visión del otro. Ese café, ese conversar, es clave. Hay que poder hacerlo.

- ¿Qué recomiendas a alguien alejado de la fe que quiera empezar a explorarla? ¿Que abra la Biblia? ¿Que hable con un cura? ¿Qué primer paso propones?
- Yo recomiendo que lea un libro reciente, El Reino, de Emmanuel Carrère. Yo lo leí después de terminar la película. Carrère, en su juventud, fue un cristiano apasionado. Después perdió la fe. Pero es una persona espiritual, no puede dejar de serlo, y admira a Cristo, a San Pablo y la propuesta del cristianismo.

»Este libro quitará al lector muchos prejuicios. Yo, por ejemplo, estaba convencido de que los Evangelios son textos muy tardíos, yo que sé, del siglo VIII o así, muy lejanos a los hechos. Entonces veo que las cartas de San Pablo son de los años 50, de unos doce años después de la muerte de Cristo. Los Evangelios están muy cerca de los hechos. Carrère analiza la base literaria de los textos, las fuentes históricas, los evangelistas como autores que escriben... Deja claro que eso de que Jesús no existió no se sostiene, etc...

- ¿Qué conoces del cine espiritual moderno?
- No he visto casi nada, sólo películas de Malick. Y Tarkovski. Vi Tierra de María, de Juan Manuel Cotelo, pero era un planteamiento muy distinto a lo que yo estaba haciendo y no me influyó. Tampoco quise ver más películas, para que no interfiriera con lo que buscaba. Juan Orellana, un crítico de cine católico, me comentaba: “Al cine católico a menudo se le nota demasiado; lo que tú haces es especial porque es una mirada desde fuera”.

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