sábado, 8 de noviembre de 2025

Sábado de la XXXI Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (16,3-9.16.22-27):

Saludos a Prisca y Aquila, colaboradores míos en la obra de Cristo Jesús; por salvar mi vida expusieron su cabeza, y no soy yo sólo quien les está agradecido, también todas las Iglesias del mundo pagano. Saludad a la Iglesia que reúne en su casa. Saludos a mi querido Epéneto, el primero convertido de Cristo en Asia. Saludos a María, que ha trabajado mucho por vosotros. Saludos a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo. Saludos a Ampliato, mi amigo en el Señor. Saludos a Urbano, colaborador mío en la obra de Cristo y a mi querido Estaquis. Saludaos unos a otros con el beso santo. Todas las iglesias de Cristo os saludan. Yo, Tercio, que escribo la carta, os mando un saludo cristiano. Os saluda Gayo, que me hospeda, y toda esta Iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y nuestro hermano Cuarto. Al que puede fortaleceros según el Evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús –revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en la Sagrada Escritura, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe–, al Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios


Salmo 144 R/. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey


 Santo Evangelio según san Lucas (16,9-15):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

Oyeron esto unos fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él.

Jesús les dijo: «Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres, Dios la detesta.»

Palabra del Señor


Compartimos:

Vamos a decir la verdad: el dinero no es más que un medio, un instrumento, que sirve para hacer muchas cosas. A veces cosas buenas y a veces cosas malas. Con el dinero dedicado a la investigación se encuentran las vacunas que ayudan a mejorar la vida de las personas. Pero también con el dinero se hacen carros de combate y minas antipersona y fusiles de asalto que sirven para matar.


El dinero tampoco da la felicidad por sí solo. Es más, a veces el dinero rompe amistades y familias. Un ejemplo: cuantas familias se han roto a la hora de repartir la herencia de los padres. Y muchos más ejemplos que se podrían poner. Claro que el dinero también se usa para compartir y dar vida. Con el dinero que reciben como donativos muchas organizaciones se crea vida y se da esperanza a personas que lo han perdido todo. Y, hay que reconocerlo, en nuestro mundo el dinero es necesario para vivir.


Pero conviene que tengamos siempre presente lo que hoy nos dice Jesús: no hagáis del dinero un ídolo porque servirle es perder la vida. Vi hace poco una película en la que el protagonista terminaba confesando que el dinero –sería mejor decir el afán del dinero, la codicia– es como un virus que te infecta y te destroza la vida o como una adicción, como una droga, de la que difícilmente te puedes liberar.


Pero se supone que nosotros no estamos en esa línea. Se supone que los cristianos tenemos claro que lo nuestro es construir el reino, crear fraternidad y trabajar por la justicia teniendo en cuenta sobre todo a los más pobres y marginados. Para eso, el dinero es un instrumento más. Un instrumento necesario. Pero no más que un instrumento. Un instrumento que no nos debe separar de los hermanos sino ayudarnos a crear relaciones, a colaborar en la construcción del Reino. ¡Ojo! Siendo siempre muy conscientes de que la tentación del dinero, de atesorar para nosotros, de llenar nuestra cartera, va a estar siempre ahí, fuera y dentro de la Iglesia.

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