El Adviento no es solamente un tiempo de preparación litúrgica para la Navidad, sino un camino de conversión de la mirada, para aprender a reconocer a Jesús que viene sin cesar a nuestro encuentro a través del rostro y la persona de los pobres, de los más pequeños y de los excluidos.
En ese sentido, invitamos también “a despertar la mística de la caridad: la que nace del silencio de la oración, se desarrolla en el servicio cotidiano y se realiza en la comunión fraterna”. La fe se hace visible en la caridad, pues con ella “la esperanza se traduce en gestos” y “la espera de Jesús se convierte en un encuentro cotidiano con él en los pobres”.
Cuando Dios quiere comunicarse a alguien, lo hace sin esfuerzos, de una manera sensible, muy suave, dulce y amorosa.
“De ahí brota para cada uno de nosotros, la espiritualidad del amor al prójimo, que hunde sus raíces en Jesús y se extiende hasta los más necesitados. La Palabra de Dios nos invita a vivir concretamente el servicio junto a nuestros hermanos y hermanas, en sus necesidades materiales y espirituales”
Para vivir plenamente la mística de la caridad de ojos abiertos, es esencial hacer de la espera del Adviento un ejercicio de celo por la salvación de las almas.
Despertemos y caminemos en el encuentro con el Amor de Dios y lo pongamos en practica con nuestros hermanos, más humildes.
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