martes, 14 de octubre de 2025

Martes de la XXVIII Semana del Tiempo Ordinario

Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (1,16-25):

Yo no me avergüenzo del Evangelio; es fuerza de salvación de Dios para todo el que cree, primero para el judío, pero también para el griego. Porque en él se revela la justicia salvadora de Dios para los que creen, en virtud de su fe, como dice la Escritura: «El justo vivirá por su fe.» Desde el cielo Dios revela su reprobación de toda impiedad e injusticia de los hombres que tienen la verdad prisionera de la injusticia. Porque, lo que puede conocerse de Dios lo tienen a la vista; Dios mismo se lo ha puesto delante. Desde la creación del mundo, sus perfecciones invisibles, su poder eterno y su divinidad, son visibles para la mente que penetra en sus obras. Realmente no tienen disculpa, porque, conociendo a Dios, no le han dado la gloria y las gracias que Dios se merecía, al contrario, su razonar acabó en vaciedades, y su mente insensata se sumergió en tinieblas. Alardeando de sabios, resultaron unos necios que cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, de pájaros, cuadrúpedos y reptiles. Por esa razón, abandonándolos a los deseos de su corazón, los ha entregado Dios a la inmoralidad, con la que degradan ellos mismos sus propios cuerpos; por haber cambiado al Dios verdadero por uno falso, adorando y dando culto a la criatura en vez de al Creador. ¡Bendito él por siempre! Amén.

Palabra de Dios


Salmo 18,R/. El cielo proclama la gloria de Dios


Santo Evangelio según san Lucas (11,37-41):

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa.

Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.»

Palabra del Señor


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En el texto evangélico de hoy subrayaría dos cosas. La primera es la gran libertad con que vive y actúa Jesús. Está claro que no se casa con nadie y que no se deja llevar por respetos humanos ni falsas diplomacias. No era precisamente “prudente” cuando se trataba de hablar con la gente que le escuchaba. No era de los que querían ganar amigos a cualquier costa. Más bien, lo contrario. Está claro que por días como éste del texto de hoy terminó como terminó: en la cruz y más solo que la una. Pero Jesús no se arrugaba ante las dificultades. Ni le asustaban las consecuencias negativas que podían provocar su dar testimonio de la verdad. La libertad es el gran don que Dios nos ha regalado a cada uno de nosotros, un verdadero tesoro. En nuestras manos está el hacer de ella un pilar de nuestra personalidad o derrocharla y malgastarla por adaptarnos a los demás, por decir siempre lo que se espera que digamos, por intentar más ser apreciados por los demás que por ser testigos del reino.


Desde ahí, creo que se entiende muy bien lo segundo que quería subrayar. Nuestra relación con los demás, igual que nuestra relación con Dios, tiene que ir más allá de las formas, de cumplir apenas una serie de normas “sociales”, “establecidas”, “aceptadas por todos”. Tiene que ser una relación desde el corazón, desde el convencimiento personal de lo que debemos hacer. Jesús le critica al mundo fariseo que su relación con Dios se basa en el cumplimiento detallado y minucioso de unas normas formales, externas, pero que no llegan al corazón. Lavarse las manos antes de comer (para los fariseos), ir a misa los domingos (para los cristianos), no tiene mucho sentido si en nuestro corazón anida el odio, la venganza, la envidia. No tiene sentido si despreciamos a los hermanos que no piensan como nosotros, que no sienten como nosotros, que no hablan nuestra lengua o que son de otro equipo,  país, religión, partido político, etc.


Desde el corazón, sintiéndonos hijos e hijas de Dios, viviremos libres para anunciar la buena nueva del Reino, la de que tenemos que construir entre todos un mundo más fraterno y mejor. Un mundo como Dios quiere.

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