Ayer, cuando llegué a vísperas, vi que las sacristanas habían puesto una imagen de la Virgen Niña, ya que celebramos la solemnidad del nacimiento de María. La imagen es muy bonita: la Virgen está de pie y sostiene un libro en la mano que lee con una expresión de paz y dulzura impresionante. Me pasé todas las vísperas mirándola y meditando que María había sido niña como tú y como yo. Muchas veces, se nos presenta ya adulta, bajo muchísimas advocaciones.
Pero hoy la Iglesia se detiene en Su nacimiento, en el comienzo de la vida de María. El Señor permite, y nos regala, que nuestros primeros nueve meses de vida sean en pura gratuidad. Todo se nos da. Después, cuando nacemos, ya tenemos que poner mínimamente de nuestra parte: para respirar, comer… Y, aunque se nos sigue dando todo, hay una parte que nos toca hacer. Así vamos creciendo, entre el don y la tarea.
Esta es la escuela de vida del Señor: Él nos lo da todo, pero nos pide nuestro "sí". Lo vemos en María: Ella fue una niña como tú y como yo. En un cierto momento de Su vida, el Señor se le manifestó Su voluntad, y el amor que María sintió en Su corazón fue irresistible.
El Señor, con la misión que le tenía preparada, le dio todo Su amor. Porque cuando el Señor te muestra Su voluntad, te da una fuerza que no es tuya para llevarla a cabo. Sentirás vértigo, incertidumbre, miedo… Pero en tu corazón tendrás una paz que te dice que camines, que todo se disipará. Todo lo que recibes es don de Dios, gratuitamente, y solo puedes reconocerlo y acogerlo.
Hoy el reto del amor es dar gracias por la vida que el Señor te ha regalado, por la misión que ha puesto en tus manos y porque te ama y siempre está contigo.
VIVE DE CRISTO
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