Primera Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2,1-3a.14-17):
Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima. Que nadie en modo alguno os desoriente. Dios os llamó por medio del Evangelio que predicamos, para que sea vuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerzas para toda clase de palabras y de obras buenas.
Palabra de Dios
Salmo 95,R/. Llega el Señor a regir la tierra
Santo Evangelio según san Mateo (23,23-26):
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.»
Palabra del Señor
Compartimos:
Muchos de los milagros que aparecen en los evangelios van mucho más allá de la mera realización de algo que está más allá de las leyes de la física o de la medicina. No se trata solamente de romper las leyes de la naturaleza que habitualmente nos rodean y se cumplen en nosotros habitualmente. Tienen un significa que va más allá.
El milagro que aparece en el texto de hoy va mucho más allá del hecho de resucitar a un muerto. Este muerto no está solo sino en un contexto de una familia. Y ese contexto es importante. El fallecido era hijo único de su madre. Y ésta era viuda. Estos datos tienen un significado muy importante. En la sociedad de aquel tiempo, donde no había seguridad social ninguna ni protección estatal para los necesitados ni pensiones ni nada de estas cosas, el hecho de que una mujer quedara viuda era ya un problema. El marido era el jefe de la casa, el hombre tenía personalidad social, la mujer era un cero a la izquierda. La viudez significaba la marginación. A no ser que hubiese hijos que cuidasen de su madre. La familia extensa era en aquella época la protección social para los que quedaban desamparados. La viuda perdía sus derechos sociales pero en el marco de la familia, de sus hijos, encontraba la protección y el cuidado necesario para seguir adelante con su vida. Pero en este caso, sólo había un hijo y éste había fallecido. No había futuro para aquella viuda. Ya estaba marginada, ya era un cero a la izquierda.
El hecho de que Jesús haga revivir al hijo fallecido va, por tanto, mucho más allá del mero hecho físico de devolverle la vida. También devuelve a la vida, a la sociedad, a la mujer viuda, dándola una nueva esperanza: con su hijo revivido a su lado ya no va a estar marginada sino que vuelve a ser persona en aquella sociedad.
Los milagros de Jesús son ruptura de las leyes naturales pero además y sobre todo, son integración, recuperación de la persona, superación de la marginación. Los milagros de Jesús son el signo de la acogida de Dios que cuida de sus hijos e hijas y los reintegra en la familia humana. Cada vez que hacemos esto con uno de nuestros hermanos o hermanas marginados, nosotros también hacemos un milagro al estilo de Jesús.
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