La Virgen del Carmen es una de las advocaciones marianas más populares. Considerada reina y patrona de Chile, su patronazgo se extiende a muchas instituciones españolas y americanas. La devoción al escapulario del Carmen está muy extendida. La denominación procede de su veneración en el monte Carmelo, en Tierra Santa. Es llamada Estrella del Mar y es patrona de los marineros. No hay que olvidar que los marineros, durante siglos, han utilizado a las estrellas para guiarse en medio del mar. La relación entre la Virgen del Carmen y la estrella del mar se remonta a una tradición según la que unos ermitaños carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo, en el siglo XIII, para protegerse de la invasión de los musulmanes. Cuando estaban cantando el “Salve Regina”, la Virgen María se les apareció y les prometió ser su Estrella del Mar.
El Papa, en la bula de convocación para el jubileo del año 2025, que ha puesto bajo el signo de la esperanza, afirma que “la esperanza encuentra en la Madre de Dios su testimonio más alto”. Añade Francisco: “No es casual que la piedad popular siga invocando a la Santísima Virgen como Stella maris, un título expresivo de la esperanza cierta de que, en los borrascosos acontecimientos de la vida, la Madre de Dios viene en nuestro auxilio, nos sostiene y nos invita a confiar y a seguir esperando”. Por su parte, Benedicto XVI ofrece, en las últimas páginas de su encíclica dedicada a la esperanza, una preciosa reflexión sobre “María, estrella de la esperanza” que, en cierto modo, podrían servir también para honrar a la Virgen del Carmen. Benedicto XVI ve una estrecha relación entre la esperanza y el saludar a María como estrella del mar (“Ave maris stella”).
“La vida humana es un camino”, dice el Papa. Y se pregunta: “¿hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo?”. Respuesta: “La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que son su “si” abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo?; ¿Ella que se convirtió en el arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf Jn 1,14)?”
La fotografía que acompaña el artículo es de la parroquia de la Virgen del Carmen de Porto Cristo (Mallorca). Bajando las escalinatas de la Iglesia se llega directamente al mar. Desde el altar de la Iglesia, presidido por una preciosa imagen de la Virgen del Carmen, el celebrante puede ver el mar.
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