Concluyen, tras una inversión de 450.000, los trabajos de restauración en la fachada del crucero norte del templo y en el ábside, que estrena vidrieras
Un can con una antorcha en la boca para iluminar las acciones del propio Santo Domingo y una estrella, guía y faro entre todos los planetas, adornan las nuevas vidrieras que rematan el ábside de la vallisoletana iglesia conventual de San Pablo. Una simbología que forma parte de la orden de predicadores de los Padres Dominicos, y que ahora se proyecta al interior del templo, con todo su brillo, gracias a la última intervención acometida por la Junta de Castilla y León en el emblemático espacio. El director general de Patrimonio Cultural, Juan Carlos Prieto, y el prior del convento, Carmelo Preciado, presentaron ayer los trabajos realizados, que han tenido un coste de más de 450.000 euros, dirigidos por el veterano Eduardo González Fraile.
«Necesitaba consolidar su ábside, en su interior y en su exterior, intervenir en las cubiertas, sustituir las vidrieras, iluminar sus pinturas... Todo ha sido realizado por un equipo técnico de la máxima garantía», celebró Prieto, quien reconoció que San Pablo es «la seña de identidad más importante de Valladolid». Un Bien de Interés Cultural, recordó, que le debe mucho a las intervenciones primigenias de personajes históricos como Fray Alonso de Burgos, que reedificó a finales del siglo XV la mitad de la actual fachada, hasta por encima del actual óculo, o el Duque de Lerma.
Esta última intervención se suma a otras realizadas en los últimos tres lustros por la administración regional, sumando una inversión total de 4,7 millones de euros.
Los últimos trabajos se han centrado en la recuperación de las condiciones de estanqueidad de los paramentos del ábside de la iglesia, además de los muros y cubiertas del Crucero Norte y del camarín. Se ha procedido también a la limpieza y restauración de los paramentos exteriores del ábside, del crucero Norte y del cerramiento sur del propio ábside, con la reconstitución de las aristas y volúmenes perdidos de cornisas y bota‐aguas. También se ha realizado el desbroce, limpieza y colocación de las piedras de coronación de los contrafuertes de ladrillo que se encontraban desplazadas por la vegetación, y también se ha ejecutado una cubrición con plomo para evitar la entrada de agua en los mismos. Se ha recuperado el volumen original del exterior del ábside demoliendo un elemento ajeno, como era un cobertizo, así como la percepción de los volúmenes de las molduras y columnillas de los huecos de las vidrieras y de su color de pátina original.
En el exterior, se procedió a la limpieza exterior y restauración del camarín, incluyendo el escudo de piedra, único atribuido al obispo Fray Alonso de Burgos, que se conserva en su integridad, ya que los demás habían sido retallados por el Duque de Lerma para lucir sus propias enseñas. En el interior se ha abordado la sustitución de las vidrieras y la iluminación de las pinturas medievales. Se han sustituido las vidrieras de pavés instaladas en 1961 por unas nuevas vidrieras de vidrio catedral emplomado acorde con la iglesia gótica, realizadas por la salmantina Opal, que ha ajustado la tonalidad de cada una para adaptarse al propio recorrido del sol.
Además, se ha instalado una iluminación LED indirecta en los huecos cegados de la parte baja del ábside donde se encuentran las policromías de origen medieval.
«Esta ha sido una iglesia muy castigada. Pensemos, por ejemplo, que aquí hicieron su cuartel los franceses», subrayó durante la presentación de los trabajos realizados por Rearasa el arquitecto Eduardo González Fraile, antes de señalar, a modo de ejemplo, las columnillas que rodean las pinturas del ábside, mutiladas. Cabe recordar, por ejemplo, que las bóvedas del crucero se derrumbaron en el incendio del año 1968, siendo luego reconstruidas con hormigón armado.
«Lo más difícil ya está hecho», celebró el arquitecto. Quedan, no obstante, más rincones por intervenir. «La conservación, la prevención, es vital», apuntó el que fuera catedrático de Proyectos Arquitectónicos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura Valladolid. «En 2009 se montó una instalación antipalomas con un campo electroestático que funcionó. Pero hay que mantenerlo y, sobre todo, hay que concienciar a la gente, que aún sigue dando de comer a las palomas», abundó el experto en restauración.
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