Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus el 24 de junio de 2012 habló de la misión del “pariente” del Señor. De este modo, explicaba el Pontífice alemán: “Con excepción de la Virgen María, el Bautista es el único santo del que la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace porque está íntimamente vinculado con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. De hecho, desde el vientre materno Juan es el precursor de Jesús: el ángel anuncia a María su concepción prodigiosa como una señal de que ‘para Dios nada hay imposible’, seis meses antes del gran prodigio que nos da la salvación, la unión de Dios con el hombre por obra del Espíritu Santo. Los cuatro Evangelios dan gran relieve a la figura de Juan el Bautista, como profeta que concluye el Antiguo Testamento e inaugura el Nuevo, identificando en Jesús de Nazaret al Mesías, al Consagrado del Señor. De hecho, será Jesús mismo quien hablará de Juan con estas palabras: ‘Este es de quien está escrito: ‘Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él’”. Y proseguía más adelante: “Cuando un día Jesús mismo, desde Nazaret, fue a ser bautizado, Juan al principio se negó, pero luego aceptó, y vio al Espíritu Santo posarse sobre Jesús y oyó la voz del Padre celestial que lo proclamaba su Hijo. Pero la misión del Bautista aún no estaba cumplida: poco tiempo después, se le pidió que precediera a Jesús también en la muerte violenta: Juan fue decapitado en la cárcel del rey Herodes, y así dio testimonio pleno del Cordero de Dios, al que antes había reconocido y señalado públicamente”.
¿Cómo era el bautismo que realizaba Juan el Bautista?
Durante una catequesis, el Papa Francisco se refería al tipo de bautismo de Juan el Bautista y la relación que tenía con Jesús. Así, señalaba que “el bautismo de Juan consistía en un rito penitencial, era signo de la voluntad de convertirse, de ser mejores, pidiendo perdón por los propios pecados. Realmente Jesús no lo necesitaba. De hecho, Juan Bautista trata de oponerse, pero Jesús insiste. ¿Por qué? Porque quiere estar con los pecadores: por eso se pone a la fila con ellos y cumple su mismo gesto. Lo hace con la actitud del pueblo, con su actitud [de la gente] que, como dice un himno litúrgico, se acercaba ‘desnuda el alma y desnudos los pies’. El alma desnuda, es decir, sin cubrir nada, así, pecador. Este es el gesto que hace Jesús, y baja al río para sumergirse en nuestra misma condición. Bautismo, de hecho, significa precisamente ‘inmersión’. En el primer día de su ministerio, Jesús nos ofrece así su ‘manifiesto programático’. Nos dice que Él no nos salva desde lo alto, con una decisión soberana o un acto de fuerza, un decreto, no: Él nos salva viniendo a nuestro encuentro y tomando consigo nuestros pecados. Es así como Dios vence el mal del mundo: bajando, haciéndose cargo”.
¿Se celebran dos fiestas de San Juan Bautista?
La importancia de San Juan Bautista para la Iglesia es tal que en el Calendario romano es el único santo de quien se celebra tanto el nacimiento, el 24 de junio, seis meses después de la Anunciación, como la muerte que tuvo lugar a través del martirio, y que se celebra el 29 de agosto.
¿Por qué se celebra el nacimiento de San Juan Bautista?
No es nada común que la Iglesia celebre la fiesta de un santo, sino que suele ser la fecha de su muerte, su Dies natalis, o bien alguna fecha de especial relevancia en la vida del santo. Pero en la Iglesia únicamente se celebra la natividad de tres personas. Una es la de Jesucristo, el 25 de diciembre; la segunda es la de la Virgen María el 8 de septiembre; y, por último, la de San Juan Bautista, el 24 de junio. Con ello se pretende remarcar el papel fundamental de este santo y pariente de Jesús, que fue precursor de Cristo y preparó el camino para el Señor.
¿Quiénes son los padres de San Juan Bautista?
La Biblia deja clara constancia de la filiación de San Juan Bautista. Sus padres eran Isabel, pariente de la Virgen María, y Zacarías, sacerdote del templo de Jerusalén. De hecho, ambos abren el Evangelio de San Lucas: “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad”. Los siguientes versículos narran el embarazo de Isabel y la Anunciación del Ángel a la Virgen, donde confirma el parentesco entre ambas, y por tanto, entre Jesús y Juan. “Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido en su vejez y este es el sexto mes de la que se decía que era estéril”, añade el Evangelio.
¿Qué parentesco tienen Jesús y San Juan Bautista?
Jesús y Juan Bautista eran parientes aunque no sé sabe con exactitud qué tipo de parentesco podrían tener. San Lucas, en su evangelio, describe a Isabel, la madre de Juan, como “pariente” de María. En el Evangelio también se afirma que Isabel era de “edad avanzada” mientras que la Virgen era joven pues estaba desposada con José, lo que podría significar que Isabel fuera su tía, tía abuela u otro tipo de pariente.
¿Qué dijo Jesús de San Juan Bautista?
En los Evangelios la figura de Juan el Bautista tiene especial relevancia, pues además de relatarse su nacimiento y su martirio también se recogen las alabanzas de Jesús, concretamente en dos pasajes. El evangelista Mateo recoge: “En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista”.
¿Cuál era la misión de Juan el Bautista?
Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus el 24 de junio de 2012 habló de la misión del “pariente” del Señor. De este modo, explicaba el Pontífice alemán: “Con excepción de la Virgen María, el Bautista es el único santo del que la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace porque está íntimamente vinculado con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. De hecho, desde el vientre materno Juan es el precursor de Jesús: el ángel anuncia a María su concepción prodigiosa como una señal de que ‘para Dios nada hay imposible’, seis meses antes del gran prodigio que nos da la salvación, la unión de Dios con el hombre por obra del Espíritu Santo. Los cuatro Evangelios dan gran relieve a la figura de Juan el Bautista, como profeta que concluye el Antiguo Testamento e inaugura el Nuevo, identificando en Jesús de Nazaret al Mesías, al Consagrado del Señor. De hecho, será Jesús mismo quien hablará de Juan con estas palabras: ‘Este es de quien está escrito: ‘Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él’”. Y proseguía más adelante: “Cuando un día Jesús mismo, desde Nazaret, fue a ser bautizado, Juan al principio se negó, pero luego aceptó, y vio al Espíritu Santo posarse sobre Jesús y oyó la voz del Padre celestial que lo proclamaba su Hijo. Pero la misión del Bautista aún no estaba cumplida: poco tiempo después, se le pidió que precediera a Jesús también en la muerte violenta: Juan fue decapitado en la cárcel del rey Herodes, y así dio testimonio pleno del Cordero de Dios, al que antes había reconocido y señalado públicamente”.
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