lunes, 29 de abril de 2024

Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia

Primera Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1,5–2,2):

Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Sí decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Palabra de Dios

Salmo 102 R/. Bendice, alma mía, al Señor

 Santo Evangelio según san Mateo (11,25-30):

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Palabra del Señor

Compartimos:

La fidelidad es parte del verdadero amor. Amar no es sólo sentir, sino, sobre todo, vivir, decidir, hacer. Por eso Jesús vincula con tanta fuerza el amor a él con el cumplimiento de los mandamientos, con hacer efectivamente su voluntad. Así pues, el verdadero amor, sin excluir el sentimiento, pero sin reducirlo a él, es cosa de la voluntad; pero también de la razón: al que ama a Jesucristo este se le manifiesta y revela. El que ama de verdad ve, repara y presta atención, decide y pone manos a la obra, y también, claro, siente, aunque el sentimiento no siempre acompañe, como en el caso del amor a los enemigos.


Ahora entendemos que el amor verdadero brota del mismo centro de la realidad personal, allí donde habita escondido el misterio de Dios, la imagen suya que somos. Y es que el amor, más que una exigencia moral es la vida misma de Dios actuando en nosotros, la acción del Espíritu Santo, que el Padre nos ha enviado en nombre de Cristo.


Los santos, como hoy santa Catalina de Siena, son un ejemplo preclaro de ese amor que consiste en hacer, pero no de modo meramente voluntarista, sino bajo la guía del Espíritu del amor. Santa Catalina realizó obras inimaginables para una persona de su juventud y su condición femenina, que tanto condicionaba en aquellos tiempos: fue capaz de ejercer eficazmente el ministerio profético ante el mismo Papa. 

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