Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (42,1-7):
Así dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas.
Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella:
«Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te he formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».
Palabra de Dios
Salmo 26, R/. El Señor es mi luz y mi salvación
Santo Evangelio según san Juan (12,1-11):
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
- «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Palabra del Señor
Compartimos:
El amor es siempre total, sin condiciones, sin límites. No mide sus acciones. Hoy lo vemos en esa acción sencilla de María que, sin pensárselo dos veces, “toma una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso” (lo de auténtico debe ser porque ya entonces había falsificaciones) y lo usa para ungir los pies de Jesús. Lo menos que podemos decir es que María amaba mucho a Jesús. Pero mucho. Y lo demostraba así, sin medir, dando lo que tenía. No importaba el precio. Lo que importaba era el detalle.
Vuelvo a la libra de nardo auténtico y costoso y a la escena de María ungiendo los pies de Jesús. Todo gratuidad. Todo expresión de un amor grande, incondicional y sin medida. Y pienso que quizá María había comprendido lo más fundamental del mensaje de Jesús: que el amor con que Dios nos ama es incondicional, inmenso, sin medida, sin valor porque no se puede valorar, gratuito. Y que lo que nos cabe a nosotros, si es que lo llegamos a entender como ella lo entendió, es también amar como Dios nos ama: sin límites, sin fronteras, sin condiciones de razas, sexo, lengua, cultura, etc.
Aquella María del Evangelio seguro que está en el cielo. Hoy, Lunes Santo, le podemos pedir que nos enseñe a amar como ella. Y que nos abra los ojos y el corazón para comprender que lo que vamos a vivir esta semana es sobre todo y ante todo el espectáculo del amor de Dios para con nosotros manifestado en Cristo Jesús.
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