sábado, 9 de diciembre de 2023

Sábado de la 1ª semana de Adviento

Lectura del libro de Isaías (30,19-21.23-26):

ESTO dice el Señor, el Santo de Israel:

«Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén,

no tendrás que llorar,

se apiadará de ti al oír tu gemido:

apenas te oiga, te responderá.

Aunque el Señor te diera

el pan de la angustia y el agua de la opresión

ya no se esconderá tu Maestro,

tus ojos verán a tu Maestro.

Si te desvías a la derecha o a la izquierda,

tus oídos oirán una palabra a tus espaldas que te dice: “Éste es el camino, camina por él”.

Te dará lluvia para la semilla

que siembras en el campo,

y el grano cosechado en el campo

será abundante y suculento;

aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas;

los bueyes y asnos que trabajan en el campo

comerán forraje fermentado,

aventado con pala y con rastrillo.

En toda alta montaña,

en toda colina elevada

habrá canales y cauces de agua

el día de la gran matanza, cuando caigan las torres.

La luz de la luna será como la luz del sol,

y la luz del sol será siete veces mayor,

como la luz de siete días,

cuando el Señor vende la herida de su pueblo

y cure las llagas de sus golpes».

Palabra de Dios

Salmo 146,R/. Dichosos los que esperan en el Señor

 Santo Evangelio según san Mateo (9,35–10,1.6-8):

EN aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.

Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dice a sus discípulos:

«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:

«Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».

Palabra del Señor

Compartimos:

Jesús itinerante, el que no tiene dónde reposar la cabeza, ni madriguera a la que volver. Jesús en su esencia de camino y de movimiento que busca, que no se conforma con lo dado. Una vida que sale al encuentro de la de muchos y muchas que nunca irían a otros lugares considerados sagrados porque ni siquiera podrían acercarse.

En su deambular Jesús se cruzaba con “muchedumbres extenuadas y abandonadas”, como “ovejas sin pastor”. Personas y grupos cansadas de tanta injusticia o de tanto dolor. Abandono relacionado con su invisibilidad, con su irrelevancia social, con su pecado público, por su condición sexual… Abandonos y agotamientos que también se dan en la actualidad en todas las sociedades y en nuestro mismo Planeta.

Y Jesús descubre que sólo no puede. Una vez más busca a la comunidad, a los hombres y mujeres con los que comparte vida itinerante y que también son enviados a los caminos, a los cruces, a “extramuros”. Jesús con su misión de cuidar a los demás, a los que no cuentan o a los que se han agotado cuidando a otros. Curar, cuidar, acompañar… Comunitariamente y sin olvidarnos de seguir pidiendo porque solos no podemos, porque la mies se sique perdiendo más allá de nuestros horizontes y porque seguimos siendo pocos en esta misión hermosa.

Y lo más importante viene al final: “Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis”. Ni faja, ni alforja, sin cobrar favores, sin controlar conciencias, sin buscar primeros puestos y reverencias… Gratis, como Dios.

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