Plaza de San Pedro
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, tercer domingo de Adviento, el Evangelio nos habla de la misión de Juan Bautista (cf. Jn 1,6-8.19-28), indicándolo como profeta enviado por Dios para "dar testimonio de la luz" (v. 8). Reflexionemos sobre esto: dar testimonio de la luz.
El testimonio. El Bautista es ciertamente un hombre extraordinario. La gente acude a escucharle atraída por su forma de ser, coherente y sincera (cf. vv. 6-7). Su testimonio llega a través de la franqueza de su lenguaje, la honestidad de su comportamiento, la austeridad de su vida. Tres cosas: la franqueza de lenguaje, honestad de comportamiento, austeridad de vida. Todo ello le diferencia de otros personajes famosos y poderosos de la época, que invertían mucho en la apariencia. Personas como él, rectas, libres y valientes, son figuras luminosas, fascinantes: nos inspiran a salir de la mediocridad y a ser a su vez modelos de buena vida para los demás. El Señor envía hombres y mujeres así en todas las épocas. ¿Sabemos reconocerlos? ¿Intentamos aprender de su testimonio, cuestionándonos incluso a nosotros mismos? ¿O nos dejamos encantar por personajes de moda? Y entramos en actitudes superficiales…
Juan por contra, es luminoso porque da testimonio de la luz. Pero, ¿cuál es su luz? Él mismo nos responde, cuando dice claramente a la multitud, que se ha congregado para escucharle, que él no es la luz, que él no es el Mesías (cf. vv. 19-20). La luz es Jesús, el Cordero de Dios, "Dios que salva". Sólo Él redime, libera, cura e ilumina. Por eso Juan es una "voz" que acompaña a los hermanos a la Palabra; sirve, sin buscar honores ni protagonismo: es una lámpara, mientras que la luz es Cristo vivo (cf. vv. 26-27; Jn 5,35).
Hermanos y hermanas, el ejemplo de Juan Bautista nos enseña al menos dos cosas. En primer lugar, que nosotros, solos, no podemos salvarnos: sólo en Dios encontramos la luz de la vida. Y, en segundo lugar, que cada uno de nosotros, con el servicio, la coherencia, la humildad, con el testimonio de vida -y siempre con la gracia de Dios- puede ser una lámpara que brilla y ayudar a los demás a encontrar el camino para encontrarse con Jesús.
Por eso nos preguntamos: ¿cómo puedo yo, en los ambientes en los que vivo, no un día lejano, sino ya ahora, en esta Navidad, ser un testigo de luz, un testigo de Cristo?
Que María, espejo de santidad, nos ayude a ser hombres y mujeres que reflejen a Jesús, la luz que viene al mundo.
¡Queridos hermanos y hermanas!
Ayer, en el Santuario de Nuestra Señora de Luján, en Argentina, ha sido beatificado el Cardenal Eduardo Pironio, pastor humilde y celoso, testimonio de esperanza, defensor de los pobres. Colaboró con San Juan Pablo II en la promoción del laicado y en las Jornadas Mundiales de la Juventud. Que su ejemplo nos ayude a ser una iglesia en salida, que se hace compañera de todos, especialmente de los más débiles. ¡Un aplauso para el nuevo Beato!
Hoy deseo recordar a los miles de migrantes que intentan cruzar la selva del Darién entre Colombia y Panamá. A menudo son familias con niños que se aventuran por caminos peligrosos, engañados por quienes les prometen falsamente una ruta corta y segura, maltratados y robados. No pocos pierden la vida en esa selva.
Necesitamos el esfuerzo conjunto de los países más directamente afectados y de la comunidad internacional para evitar que. Esta trágica realidad pase en silencio y dar juntos una respuesta humanitaria.
Y no olvidemos a nuestros hermanos y hermanas que sufren a causa de la guerra, en Ucrania, Palestina e Israel y otras zonas de conflicto. Que la proximidad de la Navidad fortalezca nuestro compromiso de abrir caminos de paz. Sigo recibiendo noticias muy graves y dolorosas de Gaza. Civiles desarmados están siendo bombardeados y tiroteados. Y esto ha ocurrido hasta dentro del recinto parroquial de la Sagrada Familia, donde no hay terroristas, sino familias, niños, enfermos y discapacitados, monjas.
Una madre y su hija, la Sra. Nahida Khalil Anton y su hija Samar Kamal Anton, fueron asesinadas y otras personas fueron heridas por francotiradores cuando iban al baño. La casa de las Hermanas de la Madre Teresa resultó dañada y su generador fue alcanzado. Algunos dicen: "Es el terrorismo, es la guerra". Sí, es guerra, es terrorismo. Por eso dice la Escritura que "Dios pone fin a las guerras... rompe los arcos y quiebra las lanzas" (cf. Sal 46,9). Roguemos al Señor por la paz.
Saludos
Saludo a todos vosotros, familias, grupos parroquiales y asociaciones, venidos de Roma, de Italia y de tantas partes del mundo. En particular, saludo a los peregrinos de los Estados Unidos de América y de Polonia; a los fieles de Mormanno, Acilia y Viterbo.
Y ahora saludo a vosotros, queridos niños y jóvenes de los oratorios y escuelas de Roma, que han traído las estatuillas del Niño Jesús para ser bendecidas. Yo los bendigo [hace el gesto]. Y al bendecir vuestros "Niños", les pido que recen ante el pesebre por los niños que vivirán una Navidad difícil, en lugares de guerra, en campos de refugiados, en situaciones de gran miseria. Gracias por esto, y ¡Feliz Navidad a vosotros y a vuestras familias!¡un aplauso a los niños!
Les deseo a todos un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta luego!
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