lunes, 2 de octubre de 2023

Lunes de la 26ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la profecía de Zacarías (8,1-8):

En aquellos días, vino la palabra del Señor de los ejércitos: «Así dice el Señor de los ejércitos: Siento gran celo por Sión, gran cólera en favor de ella. Así dice el Señor: Volveré a Sión y habitaré en medio de Jerusalén. Jerusalén se llamará Ciudad Fiel, y el monte del Señor de los ejércitos, Monte Santo. Así dice el Señor de los ejércitos: De nuevo se sentarán en las calles de Jerusalén ancianos y ancianas, hombres que, de viejos, se apoyan en bastones.

Las calles de Jerusalén se llenarán de muchachos y muchachas que jugarán en la calle. Así dice el Señor de los ejércitos: Si el resto del pueblo lo encuentra imposible aquel día, ¿será también imposible a mis ojos? –oráculo del Señor de los ejércitos–. Así dice el Señor de los ejércitos: Yo libertaré a mi pueblo del país de oriente y del país de occidente, y los traeré para que habiten en medio de Jerusalén. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios con verdad y con justicia.»

Palabra de Dios

Salmo 101 R/. El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria

 Santo Evangelio según san Lucas (9,46-50):

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante.

Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»

Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.»

Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Otro pasaje del Evangelio dice que el discípulo no puede ser mayor que el Maestro. Y el maestro: “se vació a sí mismo”. Ser pequeño en el vocabulario de Dios es, nada más y nada menos que ser tan grande como el Maestro. El cristiano no está llamado a la pequeñez, sino a una inmensa grandeza. Entrar en el Reino, ser del Reino, significa ascender a la mayor grandeza. Haciéndose, paradójicamente, mínimo. Porque solo Cristo Jesús, obediente hasta la muerte, es grande.

¿Qué significa hacerse pequeño, entonces? Pienso que, simplemente, ese “ver continuamente el rostro de Dios” de los ángeles de la guarda que celebramos hoy, significa desprenderse de toda pretensión de poder, de mérito, o de ascendencia sobre alguien. Ver constantemente el rostro de Dios es saber que toda la grandeza que yo mismo pueda alcanzar, todos los triunfos que pueda cosechar, tienen su causa última en el poder de Dios, y no en el mío. Ver constantemente el rostro de Dios significa tener siempre presente el porqué de las cosas. Y también el “para quién”. Es aceptar la luz y la verdad de Dios sobre uno mismo y sobre el mundo. Y es alcanzar la grandeza de tal visión.

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