sábado, 9 de septiembre de 2023

Sábado de la 22ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1,21-23):

Antes estabais también vosotros alejados de Dios y erais enemigos suyos por la mentalidad que engendraban vuestras malas acciones; ahora, en cambio, gracias a la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, Dios os ha reconciliado para haceros santos, sin mancha y sin reproche en su presencia. La condición es que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza del Evangelio que escuchasteis. En el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, y yo, Pablo, fui nombrado su ministro.

Palabra de Dios

Salmo 53,R/. Dios es mi auxilio

Santo Evangelio según san Lucas (6,1-5):

Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?»

Jesús les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.» Y añadió: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»

Palabra del Señor

Compartimos:

Si el texto de la Epístola a los Colosenses que debíamos haber leído ayer expresaba por medio de un himno litúrgico la dimensión cósmica de la encarnación, muerte y resurrección de Cristo, hoy pone de relieve su eficacia en la vida concreta de los creyentes. La reconciliación de cielo y tierra acaecida en la Cruz se refleja en cada uno de nosotros “gracias a la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo”, que nos santifica y purifica. Pero, como esto no es un acto mágico ni meramente cósmico, sino que establece una relación personal con Dios (expresada en ese estar “en su presencia”), es necesario que nosotros perseveremos con coherencia en esa fe y esa esperanza.

Esta vida reconciliada con Dios es una verdadera liberación del estrecho legalismo en que había caído la comprensión de la ley mosaica, con su multitud de nimias y asfixiantes prescripciones. Jesús expresa esa libertad en su respuesta a las críticas de los fariseos, afirmando su propio señorío sobre la ley, en este caso, en relación con el sábado, la más sagrada de las obligaciones mosaicas, puesto que, hasta Dios, que descansó el séptimo día, se somete a ella (cf. Gn 2, 2).

El descanso sabático de Jesús es el que tiene lugar después del Viernes Santo, tras su muerte en la Cruz, que nos purifica, reconcilia y libera del pecado y de la muerte. Por eso, todas las prescripciones de la antigua ley mosaica son llevadas a su perfección (cf. Mt 5, 17) por este señorío de Cristo, que las resume y realiza en la única ley del amor, la ley de la libertad: “dilige, et quod vis fac”, “ama y haz lo que quieras” (San Agustín). 

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