domingo, 10 de septiembre de 2023

Las congregaciones misioneras nativas crecen en el continente

La intuición carismática de san Daniel Comboni de «Salvar África con África» inspiró a dos misioneros combonianos italianos, Mons. Sisto Mazzoldi y P. Giovanni Marengoni, a fundar cinco congregaciones religiosas en África del este. En la actualidad, esta familia misionera está presente en cuatro continentes.

La casa de formación de los Apóstoles de Jesús está situada en el distrito de Langata de Nairobi, la capital keniana. Aquí se preparan para la misión más de 120 jóvenes postulantes, novicios y estudiantes de Teología procedentes de cuatro países: Uganda, Kenia, Tanzania y Sudán del Sur. El P. John Mundua, director de la formación en la congregación, coordina un equipo de 13 personas dedicadas a ello. «El entusiasmo por ser misionero sigue vivo en África», asegura el P. John, «pero el gran desafío para nosotros como formadores es saber, probar y conocer las motivaciones que les animan. Al menos en África es lo más difícil. De hecho, los candidatos a hermanos misioneros son poquísimos porque todos quieren ser sacerdotes. Es un aspecto cultural porque son más respetados como sacerdotes», y añade: «¿Se da cuenta? Es ahí donde se ve nuestra humanidad».

La parcela de Langata donde se instalaron los Apóstoles de Jesús fue un convento de religiosas dominicas y alberga numerosos edificios rodeados de cuidadas zonas ajardinadas. Este espacio se comunica con una escuela taller donde recibían formación técnica los hermanos misioneros de la congregación, aunque en la actualidad acoge a chicos y chicas con dificultades que aprenden diferentes oficios. Junto al centro hay un santuario, orgullo de la congregación, que fue consagrado en agosto de 1985 por el papa Juan Pablo II durante su visita con motivo del Congreso Eucarístico Internacional de Nairobi. Está dedicado a propagar la devoción al Sagrado Corazón y en él destaca una enorme cruz blanca de más de 10 metros de altura. Otro edificio destacable es la antigua iglesia conventual, de techo altísimo, y en cuyo interior se encuentran las tumbas de los dos fundadores de la congregación: los misioneros combonianos Mons. Sisto Mazzoldi y el P. Giovanni ­Marengoni. Ambos murieron el mismo día y el mismo mes: el 27 de julio. Mazzoldi en 1987 y Marengoni 20 años más tarde.

Entre los turkanas

El carisma misionero de estos religiosos y religiosas les ha llevado a establecerse en lugares difíciles y alejados, donde la fe es todavía débil. Un ejemplo es la diócesis de ­Lodwar, en territorio turkana al norte de Kenia, donde están presentes las tres congregaciones. Los Apóstoles de Jesús son responsables de cinco enormes parroquias y llevan adelante su trabajo pastoral a pesar de las grandes distancias, la pobreza de la gente y la sequía que atenaza esta región.

Las Hermanas Evangelizadoras de María tienen dos comunidades, una de ellas en la parroquia comboniana de Lokichar, donde en 2006 abrieron el Centro Juan Pablo II para niños y niñas con problemas psíquicos y de movilidad. Muchos de ellos han sido abandonados por sus familias, y las religiosas no solo los acogen sino que trabajan para mejorar su salud, en colaboración con el hospital protestante de Kijabi, en Nairobi. «En 2021 –dice la Hna. Anne Mary– hemos podido enviar a Nairobi a más de 15 niños para ser intervenidos quirúrgicamente. Después regresan a Lokichar y nosotras les acompañamos durante su rehabilitación».

El P. Daniel Villaverde, vicario de la parroquia de Lokichar, es testigo del compromiso misionero de las tres congregaciones. «Todas tienen una orientación pastoral muy bien desarrollada, incluso los Contemplativos Evangelizadores del Corazón de Jesús, que ahora regentan la parroquia de Katilu, en zona turkana. Se han dado cuenta de que solo con la oración no podían subsistir por falta de medios económicos y tratan de compaginar su vocación contemplativa con la acción pastoral». Prueba de ello es la organización del tiempo de la comunidad de Katilu, según relata uno de sus miembros, el P. Junior Wamalwa: «Nos levantamos a las cuatro de la mañana y vamos a la iglesia a orar, luego preparamos la eucaristía que tenemos a las 6:15 y a continuación acogemos y visitamos a los cristianos. Cuando llega la tarde, volvemos a la oración, es decir, el día comienza y termina siempre del mismo modo».

Dificultades

No faltan las dificultades y los desafíos para estas todavía jóvenes congregaciones. Las Hermanas fueron fundadas con una fuerte espiritualidad misionera, pero pronto se dieron cuenta de que eso no bastaba, que también necesitaban una buena formación humana, así que poco a poco van fortaleciendo el nivel de estudios de sus candidatas. Por su parte, los Apóstoles de Jesús fueron suspendidos por el Vaticano en 2018, sobre todo debido a desavenencias internas entre miembros de diferentes nacionalidades y etnias y falta de espíritu comunitario. Durante dos años no pudieron acoger nuevos candidatos y ahora retoman de nuevo la formación en la casa de Langata, única estructura formativa de la congregación.

Con todo, la familia misionera que forman las cinco congregaciones fundadas por Mons. Mazzoldi y el P. Marengoni aglutina hoy a más de 1.000 misioneros y misioneras africanos y están aportando a la Iglesia numerosos frutos apostólicos en cuatro continentes. «Allí donde vamos –dice el P. John Mundua– llevamos la fraternidad y la solidaridad tal y como la vivimos en África. No es algo que busquemos directamente, surge espontáneamente de nuestro ser africanos».

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