domingo, 16 de julio de 2023

SALUDO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A UN GRUPO DE PEREGRINOS DE LA ARQUIDIÓCESIS DE CÓRDOBA (ARGENTINA)

Sala Clementina

¡Buen día!


Ustedes, como tantos miles de jóvenes que van a Portugal durante estos días, están haciendo vida el lema que nos convoca: como María, se levantaron —dejaron lo conocido: sus familias, y sus comodidades— y parten sin demora al encuentro de los demás (cf. Lc 1,39). Algunos llevan el mate, otros la guitarra; pero lo que los identifica a todos es “la camiseta”: la camiseta de la fe y del amor a Dios y a los hermanos.


Me gustaría preguntarles, ¿se dieron cuenta de que se están preparando para “jugar un mundial”? Y este “mundial” es muy especial, se trata de un encuentro amistoso en el que no hay vencedores ni vencidos, sino que ganamos todos. Porque cuando salimos de nosotros mismos y nos encontramos con otros, cuando compartimos —cuando damos lo que tenemos y estamos abiertos para recibir lo que nos ofrecen los demás—, cuando no rechazamos a nadie; entonces somos todos victoriosos, y podemos levantar juntos “la copa de la fraternidad”.


Durante estos días en Roma, antes de comenzar la JMJ, pueden ver las huellas de muchos cristianos que siguieron a Cristo hasta el final, de muchos santos y santas que dieron su vida por Él en distintos momentos de la historia. Y eso nos enseña que, en el equipo de Cristo, el partido se juega hasta el último minuto, y no nos podemos distraer ni hacer goles en contra. Tenemos que estar atentos, jugar en equipo, siguiendo las indicaciones del director técnico, es decir, de las personas que nos acompañan y nos guían para ser cada día mejores amigos de Jesús.


Los animo a vivir intensamente este “mundial”, esta Jornada Mundial de la Juventud, los va a enriquecer con una gran diversidad de rostros, de culturas, de vivencias, de distintas expresiones y manifestaciones de nuestra fe. Pero, sobre todo, podrán experimentar en profundidad el anhelo de Jesús: que seamos “uno” para que el mundo crea (cf. Jn 17,21), y esto los ayudará a dar testimonio de la alegría del Evangelio a tantos otros jóvenes que no encuentran sentido de la vida o que ya han extraviado el camino para seguir adelante.


Les deseo que jueguen un buen partido. Que Jesús los bendiga, la Virgen Santa los cuide. Les pido que recen por mí. ¡Y nos vemos en Lisboa. Les voy a dar la bendición.

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