sábado, 29 de julio de 2023

Sábado de la 16ª semana del Tiempo Ordinario, Santa Marta

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo (24,3-8):

En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: «Haremos todo lo que dice el Señor.»

Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar.

Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.»

Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»

Palabra de Dios

Salmo 49,1-2.5-6.14-15 R/. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza

 Santo Evangelio según san Mateo (13,24-30):

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho." Los criados le preguntaron: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero él les respondió: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: 'Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero'."»

Palabra del Señor

Compartimos:

Marta es la hermana de María y de Lázaro. Aparece en la conocida escena en la que Jesús llega invitado a su casa y, mientras que Marta se afana en servir a la mesa para que todo esté en orden para el invitado, María se sitúa a los pies de Jesús escuchándole con atención. De esa escena siempre se ha dicho que señala la importancia de la contemplación/oración en la vida cristiana.


Pero el texto del evangelio indica que no estaban las cosas tan claras entre Marta y María. Cuando Jesús se acerca a la casa de las hermanas para dar el pésame por el fallecimiento de Lázaro, Marta es la que se acerca a Jesús e intercede por su hermano mientras que María se queda en casa, casi podríamos decir que paralizada por el dolor.


Sus palabras ante Jesús nos muestran a una Marta que tiene su confianza y su fe bien radicada en Jesús. Es consciente de que su hermano está muerto y de que Jesús llega tarde pero “aún ahora sé que todo lo que le pidas a Dios te lo concederá”.


Lo que sigue es un diálogo de fe en el que Marta termina confesando plenamente su fe en Jesús: “Creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.” Es una confesión de fe que ya no pone condiciones. No dice “si mi hermano resucita, entonces creo que tú eres el Hijo de Dios.” Simplemente confiesa su fe. Su confianza es plena y total. A pesar de los pesares. A pesar de que su hermano ya lleva tres días enterrado y su cuerpo se está empezando a descomponer.


Para nosotros, en este día, queda la confesión de fe de Marta, total, plena, sin condiciones. Y también las palabras anteriores de Jesús que han provocado esa confesión de fe: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”.


Quizá podríamos repetir estas palabras muchas veces en nuestra oración: la afirmación de Jesús y la respuesta de María. Y después, llenos de fe, ir a servir a nuestros hermanos y hermanas. Como parece que tantas veces hizo Marta.

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