Llega ahora a las librerías españolas el libro Qué es el cristianismo, publicado en Italia en enero, con textos que Benedicto XVI escribió ya en su retiro, como Pontífice emérito, textos de reflexión teológica y espiritual de su última ancianidad.
El libro se abre con una reflexión sobre el contraste entre la religión cristiana liberadora y las religiones paganas, con el papel de sus hechiceros y su multiplicidad de dioses que controlaban a los hombres mediante el miedo, a la vez que admite que el catolicismo incorpora y purifica elementos de religiosidad natural, como la apreciación de la fertilidad de la tierra, que lleva a dar gracias a Dios, incorporado con procesiones y rituales.
Benedicto pidió que no se publicara hasta su muerte
Benedicto XVI pidió que sus textos escritos en su época de retiro no se publicaran hasta después de su muerte, no porque fueran especialmente conflictivos, sino porque lamentaba la hostilidad feroz de sus enemigos teológicos que impedirían una lectura sosegada. "La furia de los círculos que se oponen a mí en Alemania es tan fuerte, que la aparición de la más mínima palabra mía provoca inmediatamente un alboroto asesino de su parte", escribió el anciano Benedicto, ya retirado, a Elio Guerriero, el director italiano de la revista teológica Communio.
En realidad, Benedicto, al retirarse, había hecho propósito de no escribir más, pero a lo largo de sus 10 años en el Monasterio Mater Ecclesiae no pudo dejar de hacerlo. Reflexionar le llevaba a escribir, era inevitable. Y también concedía entrevistas, que luego revisaba. Así, el libro recopila los siguientes textos y temas:
- "Las religiones y la fe cristiana": una conferencia de 2014 sobre cómo el cristianismo se relaciona con otras religiones.
- "Elementos fundamentales de la religión cristiana", ensayo de 2018, sobre el monoteísmo y la "intolerancia ejercida precisamente en nombre de la tolerancia" y las leyes que buscan "la extinción de lo que es esencialmente cristiano".
- "El diálogo cristiano-islámico", texto de 2018.
- "Música y liturgia", un texto de 2015.
- "Teología de la liturgia", escrito en 2015 como prólogo para la edición rusa del volumen 11 de sus obras completas.
- "Judíos y cristianos en diálogo", incluye un ensayo largo publicado ya en 2018 en Communio, y un intercambio de cartas entre Benedicto y el Gran Rabino de Viena en 2018.
- una entrevista sobre la muerte y el sufrimiento de Cristo, dialogada con Daniele Libanori, obispo auxiliar de Roma, publicada en 2016.
- "El sacerdocio católico", ensayo que reelabora un texto del cardenal Sarah sobre el sacerdocio y el texto Presbyterorum ordinis del Vaticano II.
- "El significado de la comunión", sobre el diálogo entre católicos y protestantes, y la Eucaristía.
Los cultos a la fertilidad y los abusos extáticos
Las llamadas religiones tribales (que en otros tiempos se definían simplemente como paganismo) conocen deidades que se asocian a ámbitos concretos de la vida. Los cultos a la fertilidad son los más llamativos. Lo que se persigue con ellos es venerar con alegría el misterio de la fecundidad y de recibirlo al mismo tiempo de una manera siempre nueva. Por lo tanto, el cuidado para la preservación de la fecundidad, el agradecimiento por su preservación y la alegría por ella misma son sus contenidos esenciales.
Al hacerlo, sin embargo, se llega por sí mismo y por doquier a un abuso extático, en el que los elementos divinos y humanos se entrelazan y pierden así su dignidad. De este modo, estos cultos han llevado a sociedades enteras a la ruina al poner en tela de juicio la naturaleza misma de la religión.
La lucha contra estos cultos con sus tentaciones determina en gran medida la relación de la fe bíblica con las religiones.
Desde siempre, el sentido religioso del hombre ha mirado asombrado y agradecido el misterio de la fertilidad y la maternidad, en la mujer y luego, con la agricultura, en los campos, como expresan estas imágenes de diosas en muchas culturas y épocas.
Como es natural, también existe una esfera positiva de estas religiones, en el sentido de que están orientadas a la preservación y fertilidad de la tierra. En la Antigüedad tardía, aparecen incluso como la esencia del paganismo, que se manifiesta de forma totalmente positiva en procesiones propiciatorias, rituales y gestos similares.
El cristianismo, que inicialmente desconocía estas formas devocionales y se oponía a la religiosidad de los campos, se vio obligado con el tiempo a hacer suyos muchos elementos de este ámbito, a purificarlos y a corregirlos, pero también tuvo que aceptar nuevas aperturas y formas concretas de devoción. Las llamadas 'Litaniae maiores' se han conservado como plegarias de súplica hasta el umbral del presente.
Lo que al principio era paganismo, que se oponía a la fe, es hoy una forma de visión cristiana de la vida y del mundo que desgraciadamente está destinada a morir. La aparente mentalidad pagana que al principio parecía necesario eliminar ha contribuido últimamente a la representación de una vida que una y otra vez se acoge como procedente de Dios.
El poder de los hechiceros y el recuerdo del antepasado
Quisiera recordar aquí otro ámbito de especial importancia: atañe a la forma de afrontar la enfermedad y la muerte. Hay palabras y gestos profundamente conmovedores en el ritual pagano, pero también arbitrariedades que aprovechan el desafío que plantean la enfermedad y la muerte para ejercer a su vez el poder. Hoy como ayer, el poder de los hechiceros desfigura el rostro de las religiones tribales.
Una expresión esencial de la relación con los muertos en todas las religiones tribales es el culto a los antepasados, que en tiempos pretéritos se consideraba por lo general como opuesto a la visión cristiana de la vida y de la muerte.
A partir de su experiencia, Horst Bürkle ha propuesto una nueva apropiación y representación del culto a los antepasados que me parece digna de consideración. Nos demuestra que el individualismo que se ha desarrollado en Occidente y que representa la resistencia más fuerte al culto de los antepasados se opone también, de hecho, a la imagen cristiana del hombre que nos ve protegidos en el cuerpo misterioso de Cristo.
El vínculo del hombre con Cristo no es solo una relación yo-tú, sino que crea un nuevo nosotros. La comunión con Jesucristo nos introduce en el cuerpo de Cristo, es decir, en la gran comunidad de todos los que pertenecen al Señor, y así atraviesa también la frontera entre la muerte y la vida.
En este sentido, la comunión con los que nos han precedido es una parte esencial del ser cristiano. Nos permite encontrar formas de comunión con los muertos, que quizá se presentan de forma diferente en África respecto a Europa, pero que, en cualquier caso, nos consienten realizar una transformación significativa del culto a los antepasados.
Primero hubo un Dios único; los dioses menores distrajeron de Él
Ahora, sin embargo, se plantea la cuestión de cómo la fe en un solo Dios puede superar al mundo de los dioses.
El verbita Wilhelm Schmidt, en lo que fue su obra de toda una vida, defendió la tesis de que la fe en el único Dios está en el origen de la historia de la religión y fue progresivamente eclipsada por múltiples dioses, hasta que estuvo en condiciones de suprimir de nuevo a los dioses. Al final, él mismo admitió que no se puede probar tal evolución.
Lo que está claro es que, de alguna manera, se ha sabido siempre que los dioses no son simplemente el plural de Dios. Dios es un Dios en singular. Solo existe en la unidad. La pluralidad de dioses se mueve en otro nivel. De hecho, el mundo se sostiene en sus diversas esferas por dioses que solo pueden gobernar una parte.
En cuanto al Dios único, se aplica lo que Erik Peterson escribió en su importante estudio de juventud El monoteísmo como problema político: «Le roi regne, mais il ne gouverne pas». En la extensión de la historia de las religiones, Dios ha sido considerado [en muchas culturas tribales y politeístas, nota de ReL] como un monarca que tiene sin duda poder sobre todo, pero que no lo ejerce. El único Dios verdadero no tiene necesidad de adoración, porque no amenaza a nadie ni le hace falta la ayuda de nadie. La bondad y el poder del único Dios verdadero condicionan al mismo tiempo su insignificancia. No tiene necesidad de nosotros y el hombre cree que no tiene necesidad de él.
Liberar a los hombres del régimen de dioses que usan el miedo
Con la proliferación de la fe en los dioses creció la nostalgia de que el Dios verdadero pudiera liberar con su poder al hombre del régimen de miedo en el que se había desarrollado en gran medida la fe en los dioses.
Según la convicción de los cristianos, eso era precisamente lo que había ocurrido con Jesús: el Dios único entra en la historia de las religiones y depone a los dioses. Henri de Lubac es quien ha demostrado, por encima de todos, que el cristianismo se percibía como una liberación del miedo con el que el poder de los dioses había atrapado a los hombres. Al fin y al cabo, el poderoso mundo de los dioses se derrumbó porque entró en escena el Dios único y puso fin a su poder.
Yo intenté describir este acontecimiento un poco más de cerca en la obra recopilatoria Gott in Welt, publicada con motivo del sexagésimo cumpleaños de Karl Rahner, y pude establecer que hay dos vías de salidas de la fe en los dioses.
En primer lugar, las religiones monoteístas originarias de la raíz de Abraham, en las que el único Dios como persona determina el mundo entero.
Junto a esta hay una segunda salida, a saber, las religiones místicas con el budismo hinayana como forma central. Aquí no hay un Dios único personal, sino que incluso el Dios único se disuelve, se vuelve evanescente. El camino del Buda tiende a la aniquilación. En realidad, esta severa forma de disolución mística de todas las figuras individuales no se ha impuesto, si bien últimamente ha permanecido establemente como representación final y ha alcanzado una poderosa eficacia de atracción precisamente en las otrora culturas cristianas de Europa.
Dios vence: el hombre acepta que Él le ama
[...] Para el cristiano, el Dios que se une en Jesucristo con manos y corazón a los hombres y que por nosotros y en nosotros ha soportado ser hombre hasta la muerte y más allá de la muerte es el centro del cristianismo.
Toda la contienda a lo largo de la historia de las religiones entre Dios y los dioses no termina con el hecho de que Dios mismo se desvanezca al final como un fetiche. Muy al contrario, termina con la victoria del único Dios verdadero sobre los dioses que no son Dios. En consecuencia, termina con el don del amor que presupone ser persona de Dios.
Por lo tanto, también termina para el hombre con su conversión en persona plena al aceptar y transmitir que es amado por Dios.
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