"No reine, pues el pecado
en vuestro cuerpo mortal,
de modo que obedezcáis a sus apetencias.
Ni hagáis ya de vuestros miembros
armas de justicia al servicio del pecado.
Sino más bien,
ofreceos vosotros mismos a Dios
como muertos retornados a la vida.
Y vuestros miembros,
como armas de justicia al servicio de Dios.
Pues el pecado no dormirá ya,
sobre vosotros,
ya que no estáis bajo la ley
sino bajo la gracia" (Rm,5)
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