Lectura del libro del Génesis (8,6-13.20-22):
Pasados cuarenta días, Noé abrió la claraboya que había hecho en el arca y soltó el cuervo, que estuvo saliendo y retornando hasta que se secó el agua en la tierra. Después soltó la paloma, para ver si había menguado el agua sobre la superficie del suelo. Pero la paloma no encontró donde posarse y volvió al arca, porque todavía había agua sobre la superficie de toda la tierra. Él alargó su mano, la agarró y la metió consigo en el arca. Esperó otros siete días y de nuevo soltó la paloma desde el arca. Al atardecer, la paloma volvió con una hoja verde de olivo en el pico. Noé comprendió que el agua había menguado sobre la tierra. Esperó todavía otros siete días y soltó la paloma, que ya no volvió. El año seiscientos uno, el día primero del mes primero se secó el agua en la tierra. Noé abrió la claraboya del arca, miró y vio que la superficie del suelo estaba seca. Noé construyó un altar al Señor, tomó animales y aves de toda especie pura y los ofreció en holocausto sobre el altar. El Señor olió el aroma que aplaca y se dijo:«No volveré a maldecir el suelo a causa del hombre, porque la tendencia del corazón humano es mala desde la juventud. No volveré a destruir a los vivientes como acabo de hacerlo. Mientras dure la tierra no han de faltar siembra y cosecha, frío y calor, verano e invierno, día y noche».
Palabra de Dios
Salmo115,R/. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza
Santo Evangelio según san Marcos (8,22-26):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase. Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: «Ves algo?». Levantando los ojos dijo: «Veo hombres, me parecen árboles, pero andan». Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.
Palabra del Señor
Compartimos:
En la curación del ciego en Betzaida vemos que Jesús siempre es fiel y compasivo. El Señor no se contenta con vernos caminar con heridas y traumas a medio sanar; él quiere darnos vida en abundancia en todas las cosas, y no solo para la vida eterna en el cielo, sino desde ahora mismo. El Señor quiere ver que el corazón se nos transforme por efecto de su amor y que nuestro organismo recupere la salud completa, probablemente más de lo que nos imaginamos nosotros mismos.
Es el único pasaje de curación en dos etapas, es un proceso de recuperación. Poco a poco la saliva de Jesús está sanando nuestra vida. Hasta que veamos claramente el plan de Dios y nos enamoremos de él. Esta curación del ciego de Betzaida, es un símbolo que dice mucho al cristiano de hoy, porque vivimos la misma situación de éste ciego. A veces pensamos que por el simple hecho de realizar prácticas religiosas, de asistir a la Eucaristía, o hacer ejercicios de piedad, ya vivimos libres de cegueras. El cristianismo está lleno de hombres y mujeres ciegos, que no queremos ver la novedad de la propuesta y de la acción de Jesús. Y poco le apostamos a un proceso, pues la conversión se da por etapas, tal como sucedió con el ciego de la curación.
Llegar a la visión total del proyecto de Jesús es acción del Espíritu Santo y es decisión nuestra, de pasar de la ceguera a la visión clara y transparente de nuestro ser cristianos de verdad. Es igualmente un proceso en el que la fe activa, madura y responsable nos devuelve la visión de la realidad en la que no movemos y existimos. Pero solo la mano de Dios nos devuelve ésta capacidad de ver bien, el proyecto de vida de Jesús.
¿Crees, que realmente ves claro el proyecto de Jesús?
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