Lectura del libro del Eclesiástico (2,1-11):
Hijo, si te acercas a servir al Señor,permanece firme en la justicia y en el temor,y prepárate para la prueba.Endereza tu corazón, mantente firmey no te angusties en tiempo de adversidad.Pégate a él y no te separes,para que al final seas enaltecido.Todo lo que te sobrevenga, acéptalo,y sé paciente en la adversidad y en la humillación.Porque en el fuego se prueba el oro,y los que agradan a Dios en el horno de la humillación.Confía en él y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia y no os desviéis, no sea que caigáis. Los que teméis al Señor, confiad en él, y no se retrasará vuestra recompensa. Los que teméis al Señor, esperad bienes, gozo eterno y misericordia. Los que teméis al Señor, amadlo y vuestros corazones se llenarán de luz. Fijaos en las generaciones antiguas y ved: ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?, o ¿quién perseveró en su temor y fue abandonado?, o ¿quién lo invocó y fue desatendido? Porque el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en tiempo de desgracia, y protege a aquellos que lo buscan sinceramente.
Palabra de Dios
Salmo 36,R/. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará
Santo Evangelio según san Marcos (9,30-37):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Palabra del Señor
Compartimos:
Continúa el movimiento imparable hacia Jerusalén. Jesús y sus discípulos atraviesan Galilea, el lugar de la primera llamada, del primer amor, allí donde Jesús les salió al encuentro y les propuso estar con Él para hacerles partícipes del proyecto del Reino. En un lugar geográfico especial, cargado de significado para los discípulos, Jesús continúa forjando el corazón de sus seguidores en una clara relación de intimidad (no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos). En el camino de la vida les hace el segundo anuncio de su Pasión. La reacción, la esperada, una vez más la incomprensión y el miedo. ¿Quién puede entender que Dios se atreva a entregar en nuestras manos al Hijo del Hombre aún a sabiendas de lo que íbamos a hacer con Él? ¡Es tan humana la reacción de los discípulos! Es la nuestra. Las palabras del libro del Eclesiástico vuelven a ser bálsamo para nuestro frágil corazón: Hijo, prepárate para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, no te angusties… pégate a él y no te separes… confiad en él… amadlo y vuestros corazones se llenarán de luz.
Sin embargo, el dramatismo de la situación se agudiza aún más. Los discípulos son incapaces de conectar con el drama que Jesús estaba sufriendo y, acto seguido de su confesión, no tienen otra cosa mejor que hacer que ponerse a discutir sobre quién era el más importante.
Así somos de insensibles y desconcertantes. O tal vez es que el miedo y la incomprensión eran demasiado grandes para reaccionar de otra manera.
Y de nuevo la paciencia de Jesús que se sienta, otra vez en la intimidad de la casa, que llama de nuevo a los Doce para recordarles que la elección ha sido incondicional y gratuita, y explicarles de nuevo quién es realmente el primero en su Reino. Aún seguimos sin entender.
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