Lectura de la carta a los Hebreos (4,12-16):
Hermanos: La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas. Así pues, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de fe.No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado.Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno.
Palabra de Dios
Salmo 18.R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida
Santo Evangelio según san Marcos (2,13-17):
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del mar; toda la gente acudía a él y les enseñaba. Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dice: «Sígueme». Se levantó y lo siguió. Sucedió que, mientras estaba él sentado a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que lo seguían. Los escribas de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: «¿Por qué come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y les dijo:«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he ven do a llamar a justos, sino a pecadores».
Palabra de Dios
Compartimos:
Los fariseos consideraban pecadores y malas personas a quienes menospreciaban públicamente la ley de Dios y a los que ejercían profesiones despreciables. Este era el caso de los llamados “publicanos” , recaudadores de impuestos, a quienes consideraban tramposos además de traidores a la patria. Los impuestos que recaudaban se enviaban al emperador de Roma, que tenía dominada la tierra santa de Israel.
Pues bien, a esta clase de persona llama Jesús para que sea su discípulo. Con él y sus amigos se sienta a la mesa para celebrar una gran fiesta. Lo único que les pide es que se reconozcan enfermos y pecadores y se abran con humildad y fe a la acción salvífica de Dios: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.» Con la llamada de Leví, el de Alfeo, Jesús rompe las barreras de todo tipo de segregación y hace realidad la universalidad del evangelio para “buenos y malos”.
Levantarse después de estar sentado representa la ruptura de Leví con su pasado y el compromiso con una nueva vida. La casa es como el símbolo de la nueva familia que forman los llamados por Jesús a seguirle. Y juntos se sientan a la misma mesa para compartir la alegría de una nueva vida. Jesús es el centro de la comunidad y preside la mesa.
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