sábado, 10 de diciembre de 2022

Sábado de la 2ª semana de Adviento

Lectura del libro del Eclesiástico (48,1-4.9-11):

En aquellos días, surgió el profeta Elías como un fuego, sus palabras quemaban como antorcha. Él hizo venir sobre ellos hambre, y con su celo los diezmó. Por la palabra del Señor cerró los cielos y también hizo caer fuego tres veces. ¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos! ¿Quién puede gloriarse de ser como tú? Fuiste arrebatado en un torbellino ardiente, en un carro de caballos de fuego; tú fuiste designado para reprochar los tiempos futuros, para aplacar la ira antes de que estallara, para reconciliar a los padres con los hijos y restablecer las tribus de Jacob. Dichosos los que te vieron y se durmieron en el amor.

Palabra de Dios

Salmo 79,R/. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Santo Evangelio según san Mateo (17,10-13):

Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?». Él les contestó:«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos». Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

Palabra del Señor

Compartimos:

Lo que caracterizó al profeta Elías fue su celo por Yahvé. Ardía de pasión por defender a Yahvé y hacer que los corazones del rey y del pueblo volvieran a Yahvé. Por su celo, desafió al rey, a los profetas de Baal y a toda la población a una contienda en el monte Carmelo e hizo bajar fuego del cielo. Es el mismo celo, pasión y singularidad de propósito que vemos en la vida de Juan el Bautista. El único objetivo de Juan era preparar el camino del Señor, y una vez que el Señor llegaba, se retiraba felizmente, habiendo cumplido su misión. Tal vez nos ayude estar cerca de ellos para contagiarnos también un poco de su fuego en nuestras almas. Lo que la Iglesia necesita hoy son cristianos con una pasión singular por Dios y su pueblo. Pueden ser una minoría, pero como la levadura en la harina, transforman el mundo entero.

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