De aquí no me levanto, Dios mío, hasta que sienta
tu dardo en mis entrañas, tu fuego en llama viva,
tu brisa acariciando las copas de mis arboles,
tus dedos en mis manos, tus campanas al vuelo,
y el rumor de mi fuente, herida por tus aguas.
De aquí no me levanto, clavada está mi tienda
en tu tierra sagrada, ante tu zarza ardiente.
Que tengo ardida el alma al roce de tus nieves...
¿Vas a negarle el agua al llanto de mi cántaro,
o tu verde esperanza a mi sauce llorado?
De aquí no me levanto hasta que rasgue el alba
la niebla acurrucada al borde de mis venas.
Hoy, me rindo a tu luz... ¡Ejércitos de estrellas
dan gritos de victoria en medio de mi noche!
De aquí no me levanto si tú no me levantas...
Si no libas mis flores no correrá al miel...
Hoy vivo la pasión de SER contigo, tuya,
ser agua de tu río que, dolorosamente,
es agua y nada más.
¡Levántame, Dios mío!
¡Tu Luz, tu Sol, tu Fuego! Que sea río en pie
silabeando mares de orillas infinitas...
Tu dardo en mis entrañas incendió mi desierto...
¡Cómo calman mi sed, Señor, tus Aguas Vivas!
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