¡Oh Señor!, tú has creado todas las cosas. Tú les has dado su ser y les has puesto en equilibrio y armonía. Están llenas de tu misterio, que toca el corazón si es piadoso. También a nosotros, ¡Oh Señor!, nos has llamado a la existencia y nos has puesto entre ti y las cosas.
Según tu modelo nos has creado y nos has dado parte de tu soberanía. Tú has puesto en nuestras manos tu mundo, para que nos sirva y complementemos en él tu obra. Pero hemos de ser humildes, y respetemos la obra de tus manos, el único que lleva la corona eterna y eres Señor por derecho propio. Maravillosa, ¡Oh Dios!, es tu generosidad. Tú no has temido por tu soberanía al crear seres con poder sobre ellos mismos y al confiar tu voluntad a su libertad. ¡Grande y verdadero Rey eres tú!
Tú has puesto en mis manos el honor de tu voluntad. Cada palabra de tu revelación dice que me respetas y te confías a mí, me das dignidad y responsabilidad. Concédeme la santa mayoría de edad, que es capaz de aceptar la ley que tú guardas y de asumir la responsabilidad que tú me transfieres. Ten despierto mi corazón para que esté ante ti en todo momento, y haz que mi actuación se convierta en ese dominio y esa obediencia a que tú me has llamado. Amén.
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