Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (9,16-19.22b-27):
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio. Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes. Ya sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio. Corred así: para ganar. Pero un atleta se impone toda clase de privaciones. Ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita. Por eso corro yo, pero no al azar; boxeo, pero no contra el aire; mis golpes van a mi cuerpo y lo tengo a mi servicio, no sea que, después de predicar a los otros, me descalifiquen a mí.
Palabra de Dios
Salmo 83,R/. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
Santo Evangelio según san Lucas (6,39-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo," sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.»
Palabra del Señor
Compartimos:
En 1955, los psicólogos Joseph Luft y Harrington Ingham crearon conjuntamente el concepto de "Ventana de Johari", que traza un mapa de lo que nosotros y los demás conocemos de nosotros mismos. En los cuatro cuadrantes de esta ventana de conciencia se encuentra el "punto ciego", esa parte de nuestro ser que los demás conocen pero que nosotros desconocemos. Jesús habla hoy de cómo juzgamos a los demás, mientras permanecemos felizmente ajenos a nuestros propios puntos ciegos. Un signo de madurez humana es la creciente conciencia de los propios puntos ciegos. Esa conciencia lleva a un conocimiento más profundo de uno mismo y a una mayor compasión por los demás, pues para entonces habremos sabido que, como seres humanos, somos más parecidos que diferentes en nuestros puntos ciegos. Podemos seguir intentando ofrecer correcciones, pero en privado, con respeto y fraternidad, y sin deshonrar al otro. Y, si el otro aún persiste en sus puntos ciegos, también sabremos soportar la carga del otro y cumplir así la ley de Cristo (cf. Gál 6,2).
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