Dígnate a presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos
y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos
por el sendero de la virtud.
Que haga lucir con nuevo esplendor la luz
de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen
por tanto tiempo en las tinieblas del error.
Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes,
cuya penitencia regocijará Su corazón y el tuyo.
Que convierta a los enemigos de su Iglesia,
encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad,
que nos colme de alegría en medio de las
tribulaciones de esta vida y de esperanzas para el porvenir.
Amén.
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