A ti, Señor, levanto mis ojos
a ti que habitas en el cielo
y entre los hijos de los hombres.
Levanto mis ojos
de donde viene mi esperanza.
La esperanza me llega a borbotones de tu inmenso amor,
de que no te olvidas nunca de mí.
Muchos hombres ponen su esperanza
en que tengan suerte en el juego,
en que todo les salga bien,
en la solución de sus problemas.
Mi esperanza es pronunciar tu nombre.
Mi alegría se llama conocerte,
saber de tu bondad infinita,
más allá de donde alcanza mi razón.
tú eres una puerta abierta,
una ventana llena de luz.
cuando los hombres me miran,
me preguntan por qué sigo creyendo,
por qué tú sigues siendo mi esperanza,
me digo:
si te conocieran,
si supieran sólo un poco de ti,
si ellos descubrieran lo que tú me has dado,
estoy seguro de que no dirían lo que dicen;
pues tú eres maravilloso,
acoges mis pies cansados.
Por eso, por todo y por siempre,
tú, señor, eres mi esperanza. Amén
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