Vengo ante ti como un pecador,
pero plenamente consciente de tu divina misericordia.
Aún así, necesito siempre tu ayuda.
Porque solo al alejarme de las cosas de este mundo,
soy capaz de comprender el don inconmensurable
que es mi redención.
Aleja mi nariz de los aromas que me rodean
para que pueda conocer nuevamente la dulce fragancia de Cristo.
Adormece mi lengua de todo lo que la atrae
para que pueda probar de nuevo el pan de mi salvación.
Atenúa todas mis sensaciones
de modo que solo sienta el latido de mi corazón
anhelando reconciliarme con mis hermanos y hermanas,
y contigo, mi creador.
Detén mis oídos de todo lo que los atrae
para que pueda escuchar tu canto de misericordia,
llamándome nuevamente al abrazo de mi Padre.
Ciega mis ojos de todo lo que los distrae
para que pueda contemplar plenamente la luz de Cristo.
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