Lectura del libro de los Proverbios (21,1-6.10-13):
El corazón del rey es una acequia en manos de Dios, la dirige adonde quiere. Al hombre le parece siempre recto su camino, pero es Dios quien pesa los corazones. Practicar el derecho y la justicia Dios lo prefiere a los sacrificios. Ojos altivos, mente ambiciosa, el pecado es el distintivo de los malvados. Los planes del diligente traen ganancia, los del atolondrado traen indigencia. Tesoros ganados por boca embustera son humo que se disipa y lazos mortales. Afán del malvado es buscar el mal, no mira con piedad a su prójimo. Cuando el cínico la paga, aprende el inexperto, pero el sensato aprende con la experiencia. El honrado observa cómo la casa del malvado precipita al malvado en la ruina. Quien cierra los oídos al clamor del necesitado no será escuchado cuando grite.
Palabra de Dios
Salmo118 R/. Guíame, Señor, por la senda de tus mandatos
Santo Evangelio según san Lucas (8,19-21):
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermano, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.» Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.»
Palabra del Señor
Compartimos:
Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy, ¿habrían ofendido a María, que esperaba fuera para recibirlo? Difícilmente. En realidad, esas palabras de Jesús fueron un gran elogio para ella. Porque, entre los seres humanos, ¿quién ha escuchado la palabra de Dios y se ha entregado a ella mejor que María? ¿Quién más ha atesorado tanto la palabra de Dios en el corazón que se ha hecho carne, si no es María? Las palabras de Jesús eran una afirmación de María como verdadera madre suya en carne y espíritu, así como una invitación a que la imitemos en la escucha de la Palabra y en su cumplimiento. Esa escucha y esa puesta en práctica son las que nos convierten en miembros de su familia, más allá del espacio y del tiempo, como lo demuestra el martirio de Andrew Kim Taegon, Paul Chong Hasang y los compañeros cuya memoria honramos hoy: Tan alejados del espacio y el tiempo del Jesús histórico, se convirtieron en miembros de su familia.
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