domingo, 11 de septiembre de 2022

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la liturgia de hoy nos presenta las tres parábolas de la misericordia (cf. Lc 15,4-32), se llaman así porque muestran el corazón misericordioso de Dio. Jesús las relata en respuesta a las murmuraciones de los fariseos y de los escribas, que decían: “Este acoge a los pecadores y come con ellos” (v. 2), se escandalizaban porque Jesús estaba entre pecadores. Si para ellos esto es religiosamente escandaloso, Jesús, al acoger a los pecadores y comer con ellos, nos revela que Dios es justamente así: no excluye a nadie, desea que todos estén en su banquete, porque ama a todos como a hijos, a todos, nadie está excluido, nadie. Las tres parábolas, pues, resumen el corazón del Evangelio: Dios es Padre y viene a buscarnos cada vez que nos hemos extraviado.

De hecho, los protagonistas de las parábolas, que representan a Dios, son un pastor que busca a la oveja perdida, una mujer que encuentra la moneda perdida y el padre del hijo pródigo. Detengámonos en un aspecto común a estos tres protagonistas, los tres, los tres; en el fondo, los tres tienen un aspecto común que podríamos definir así: la inquietud por aquello que les falta, te falta la oveja, te falta la oveja, te falta el hijo. La inquietud por lo que falta, y los tres en estas parábolas están inquietos porque les falta algo. Los tres, en el fondo, si hicieran un poco de cálculos, podrían estar tranquilos: al pastor le falta una oveja, pero tiene otras noventa y nueve, que se pierda; a la mujer le falta una moneda, pero tiene otras nueve; e incluso el Padre tiene otro hijo, que es obediente, al cual dedicarse ¿por qué pensar en este que se ha ido para entregarse a una vida licenciosa? En cambio, en sus corazones -del pastor, de la mujer y del padre- hay inquietud por aquello que les falta: la oveja, la moneda, el hijo que se ha ido. El que ama se preocupa por quien falta, siente nostalgia por el que está ausente, busca al que está perdido, espera al que se ha alejado. Porque quiere que nadie se pierda, que nadie se pierda.

Hermanos y hermanas, así es Dios: no se queda "tranquilo" si nos alejamos de Él, se aflige, se estremece en lo más íntimo y se pone a buscarnos, hasta que nos vuelve a tener en sus brazos. El Señor no calcula la pérdida y los riesgos, tiene un corazón de padre y madre, y sufre por la ausencia sus hijos amados. “Pero, ¿por qué sufre, si este hijo es un desgraciado, se fue” Sufre, sufre. Sí, Dios sufre por nuestra lejanía, y cuando nos perdemos, espera nuestro regreso. Recordemos: siempre Dios nos espera, Dios nos espera siempre con los brazos abiertos, sea cual sea la situación de la vida en la que nos hayamos perdido. Como dice un salmo, Él no duerme, siempre vela por nosotros (cf. 121,4-5).

Mirémonos ahora a nosotros mismos y preguntémonos: ¿Imitamos al Señor en esto, es decir, tenemos la inquietud por aquello que nos falta? ¿Sentimos nostalgia por quien está ausente, por quien se ha alejado de la vida cristiana? ¿Llevamos esta inquietud interior, o nos mantenemos serenos e imperturbables entre nosotros? En otras palabras, ¿realmente echamos de menos a quien falta en nuestra comunidad o lo aparentamos y no nos toca el corazón? ¿El que falta en mi vida, falta de verdad? ¿O estamos cómodos entre nosotros, tranquilos y dichosos en nuestros grupos, “no, yo voy a un grupo apostólico, muy bueno…” sin tener compasión por quien está lejos? ¡No se trata solo de estar "abiertos a los demás", es el Evangelio! El pastor de la parábola no dijo: "Ya tengo noventa y nueve ovejas, ¿quién me obliga a ir a buscar la perdida a perder el tiempo?". Por el contrario, él fue. Reflexionemos, pues, sobre nuestras relaciones: ¿Rezo por quien no cree, por el que está lejos, por el que está amargado? ¿Atraemos a los alejados por medio del estilo de Dios, este estilo de Dios que es cercanía, compasión y ternura? El Padre nos pide que estemos atentos a los hijos que más echa de menos. Pensemos en alguna persona que conozcamos, que esté cerca de nosotros y que quizá nunca haya escuchado a nadie decirle: "¿Sabes? Tú eres importante para Dios". “Pero, por favor, yo estoy en situación irregular, he hecho aquello que es feo, y eso otro…”. Tú eres importante para Dios: hay que decirlo. Tú no lo buscas, pero Él te busca.

Dejémonos inquietar, seamos hombres y mujeres de corazón inquieto, dejémonos inquietar por estas preguntas y recemos a la Virgen, la madre que no se cansa de buscarnos y de cuidar de nosotros, sus hijos.

Queridos hermanos y hermanas:

Pasado mañana saldré para un viaje de tres días a Kazajistán, donde participaré en el Congreso de jefes de religiones mundiales y tradicionales. Será una oportunidad para encontrar a tantos representantes religiosos y dialogar como hermanos, animados por el deseo común de paz, paz de la que nuestro mundo está sediento. Quisiera desde ya saludar cordialmente a los participantes, así como a las autoridades, a las comunidades cristianas y a toda la población de ese vasto país. Les agradezco los preparativos y el trabajo realizado para preparar mi visita. Pido a todos que acompañen con la oración esta peregrinación de paz.

Sigamos rezando por el pueblo ucraniano, para que el Señor le dé consuelo y esperanza. En estos días, el Cardenal Krajewski, Prefecto del Dicasterio para el Servicio de la Caridad, se encuentra en Ucrania para visitar varias comunidades y dar un testimonio concreto de la cercanía del Papa y la Iglesia.

En este momento de oración, quiero recordar a la hermana María de Coppi, misionera comboniana, asesinada en Chipene, Mozambique, donde sirvió con amor durante casi sesenta años. Que su testimonio dé fuerza y valor a los cristianos y a todo el pueblo de Mozambique.

Deseo dirigir un saludo especial al querido pueblo de Etiopía, que hoy celebra su tradicional Año Nuevo: les aseguro mis oraciones y deseo a cada familia y a toda la nación el don de la paz y la reconciliación.

Y no nos olvidemos de rezar por los escolares que mañana o pasado mañana empiezan de nuevo las clases. Y ahora los saludo a todos, romanos y peregrinos de varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones. En particular, saludo a los militares de Colombia, al grupo venido desde Costa Rica y a la representación femenina de Argentina en el Foro Económico Mundial. Saludo a los jóvenes de Profesión de Fe de Cantù, a los fieles de Musile di Piave, Ponte a Tressa y Vimercate, y a los miembros del Movimiento No Violento y a los muchachos de la Inmaculada.

 Le deseo un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Disfruten de su almuerzo y adiós.

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