Salve, víctima de la salvación, ofrecida en el patíbulo de la cruz por mí y por todo el linaje humano. Salve, noble y preciosa Sangre, que mana de las llagas de Nuestro Señor Jesucristo crucificado, y lava todos los crímenes del mundo.
Acuérdate, Señor, del hombre que has rescatado con tu Sangre. Me arrepiento ya de haberte ofendido, y propongo enmendarme en lo sucesivo.
Padre clementísimo, aleja de mí todas mis iniquidades y todos mis pecados; para que purificado de alma y cuerpo, merezca entrar dignamente en el Santo de los Santos.
Que este Cuerpo y esta Sangre que deseo tomar, aunque indigno, sirva de remisión de mis culpas, para purificar totalmente mi alma de sus delitos, para ahuyentar los pensamientos torpes, para dar eficacia a las obras que a Ti agradan y finalmente, para firmísima protección contra las asechanzas del enemigo de mi alma y de mi cuerpo. Amén.
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