Déjame apoyar mi cabeza en tu regazo de amor materno.
Déjame arrancar este duelo del corazón y cobijarlo
bajo tu velo devotamente.
¡Quiero olvidar su latido seco en mi frente!
Déjame vivir a tu lado, cerca de ti podré volar.
Déjame sentir tu amistad y aquel perdón
que te pedí por tu bondad y tu desvelo.
¡Quiero reír, quiero cantar, madre del cielo!
Déjame rezar a tus pies, junto a la cuna del Nazareno.
Déjame abrazar el consuelo de su Pasión,
tocar su túnica en el Carmelo rendidamente.
¡Quiero encontrar valor en mi cuerpo doliente!.
Déjame dormir con la luz que a tus pupilas da la piedad.
Déjame morir en el umbral de mi ilusión,
de la delicia del buen final que en Él anhelo.
¡Quiero, al partir, alcanzarle en místico vuelo!.
Yo, solamente, madre del cielo, soy como un niño
que tiene miedo.
Amén.
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