Dios Eterno y Señor mío:
Yo os doy infinitas gracias por la especial gloria
que concedisteis a María Santísima, en su gloriosa Natividad,
siendo desde aquel principio de su vida más elevada
en la gracia que los Serafines más altos y que los mayores
Santos, en el colmo de su Santidad: y os suplico
por el Soberano Ministerio de la Natividad de esta Gran Señora,
me concedáis que mi alma sea colmada de los auxilios
de vuestra Divina Gracias, para que, vencidos los obstáculos
que puedan impedir mi felicidad espiritual, renazca con vida
de nuevo espíritu a vuestra amistad, logrando por la intercesión
de esta Señora el aumento en todas las virtudes,
y por ellas, una dichosa vida y una preciosa muerte,
para alabarla después por eternidades en la Gloria.
Amén.
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