miércoles, 4 de mayo de 2022

Miércoles de la 3ª semana de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (8,1-8):

Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron gran duelo por él.Saulo, por su parte, se ensañaba con la Iglesia, penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres.Los que habían sido dispersados iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.

Palabra de Dios

Salmo 65,R/. Aclamad al Señor, tierra entera

 Santo Evangelio según san Juan (6,35-40):

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.

Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Palabra del Señor

Compartimos:

Jesús es el pan de vida, y el que come de este pan y bebe de su sangre no tendrá hambre ni sed. Jesús colma los deseos y expectativas más profundas y fundamentales del ser humano. El saciado de esta manera, el que experimenta en su vida la plenitud que da la fe en Cristo, está capacitado para dar la vida. Ahora bien, dar la vida, de una vez o en el día a día, es perder a los ojos de este mundo: tener hambre y sed físicas, padecer enfermedades, sucumbir ante las persecuciones… Pero esa derrota, según los criterios del mundo, es una victoria para el que “viene a Cristo” y cree en él, porque expresa la suprema libertad de todos los condicionamientos mundanos, la capacidad de disponer de la propia vida y darla con generosidad, precisamente desde la plenitud (la “saciedad”) de esa fe. 

La fe, alimentada por Cristo, Pan de Vida, no nos garantiza el éxito en los asuntos de este mundo, es más, en ocasiones, nos complica la vida, y mucho, hasta ponerla en peligro de muerte, pero nos da la perspectiva de esa plenitud que se refleja en la resurrección de los muertos, la Resurrección de Cristo, en la que esperamos participar, y en la que ya estamos participando, precisamente por medio del Pan eucarístico, que nos lleva, nos debe llevar, superando todo temor, a cumplir la voluntad del Padre, al testimonio de fe y a las obras del amor.  

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