Lectura del libro de Ester (14,1.3-5.12-14):
En aquellos días, la reina Ester, presa de un temor mortal, se refugió en el Señor. Y se postró en tierra con sus doncellas desde la mañana a la tarde, diciendo: «¡Bendito seas, Dios de Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob! Ven en mi ayuda, que estoy sola y no tengo otro socorro fuera de ti, Señor, porque me acecha un gran peligro. Yo he escuchado en los libros de mis antepasados, Señor, que tú libras siempre a los que cumplen tu voluntad. Ahora, Señor, Dios mío, ayúdame, que estoy sola y no tengo a nadie fuera de ti. Ahora, ven en mi ayuda, pues estoy huérfana, y pon en mis labios una palabra oportuna delante del león, y hazme grata a sus ojos. Cambia su corazón para que aborrezca al que nos ataca, para su ruina y la de cuantos están de acuerdo con él. Líbranos de la mano de nuestros enemigos, cambia nuestro luto en gozo y nuestros sufrimientos en salvación».
Palabra de Dios
Salmo 137R/. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor
Santo Evangelio según san Mateo (7,7-12):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden! Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».
Palabra del Señor
Compartimos:
Nos cuesta poco trabajo reconocer la grandeza de Dios como Aquel que es capaz de concedernos lo que necesitamos. Acudimos a Él para buscar algún “refuerzo” a nuestro esfuerzo humano, o para conseguir algo que no está a nuestro alcance. Él es el Todopoderoso, el único que puede ayudarnos.
Pero esa grandeza así reconocida, ese admitir que está más allá de todo lo terreno, de nuestras fuerzas y posibilidades, habrá que aplicarlo también para pensar que las “cosas buenas” a juicio de Dios no van a coincidir siempre con las “cosas buenas” según nuestro criterio humano. Y eso es lo difícil: aceptar que Dios siempre nos escucha cuando nos dirigimos a Él, pero no para concedernos todo lo que pedimos sin más, sino aquello que Él sabe que nos conviene. ¿No hacen eso los padres con sus hijos pequeños?
Por eso, el mensaje no es: “pedid para que os dé”. El mensaje del Evangelio de hoy es: “soy Padre, siempre estoy a la escucha, sólo quiero lo mejor para vosotros; poneos en actitud de contar conmigo, de recibir todo lo que estoy deseando daros, de aprovechar todas los puertas que os puedo abrir, de aprender cómo os trato para que tratéis así a los demás…”
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