jueves, 31 de marzo de 2022

Oración de amor


 Oh Señor

¿Cómo pueden los hombres verte en la Cruz clavado

y dejarte allí abandonado?

¿Cómo pueden mirarte y no amarte

ni prestar oídos a tus latidos

que llaman con purísimo amor no correspondido

a los hombres qué ingratos, despiadados y llenos de pecados

te hemos, por completo, olvidado o negado?


De Vos, Nuestro Dios, nos avergonzamos

y juntos en la Cruz te hemos colgado.

Tus Santas Llagas nos muestras

como mudo Amor por respuesta

que das Tu Vida por la nuestra.


Tu Precioso Rostro, Señor, ya no reconozco

todo bañado de Sangre y polvo

por Tus Ojos se escapa la vida

pero todavía me miras con ternura infinita

para en plegaria de amor decirme

“No voy a irme, si en Mí tu vives”


Y yo Señor quiero abrazarte

y así
de la Cruz bajarte

para ocupar el lugar que por mi ocupaste

pues a pesar de ser tan miserable

no quiero ya más permitir este ultraje


A mi Rey vestido de Sangre

¡cómo puedo no amarle!

si frente a Ti vengo a postrarme

para traspasar con mi pobre amor Tu Santa Carne

y así consolarte deshaciendo mi existencia en Ti

para solo en Ti vivir y decirte así, siempre si

Amén.

Jueves de la 4ª semana de Cuaresma

Lectura del libro del Éxodo (32,7-14):

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”». Y el Señor añadió a Moisés: «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo». Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”». Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

Palabra de Dios

Salmo 105,R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo

Santo Evangelio según san Juan (5,31-47):

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no lo creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

Palabra del Señor

Compartimos:

También Jesús experimenta las contrariedades de la vocación profética, y con mayor motivo, puesto que él no es sólo un profeta, sino Aquel al que todos los profetas anunciaron. Llama la atención, en el Evangelio de hoy, la aparente contradicción entre la subida a Jerusalén “a escondidas”, y el hecho de que la gente la viera hablar “abiertamente”. Teniendo siempre en cuenta lo que puedan decirnos los especialistas en exégesis bíblica al respecto, tal vez podemos entender con cierta libertad esta aparente contradicción en el sentido de que las necesarias normas de prudencia humana que, sin duda, es preciso adoptar en ocasiones, no deben ser excusa para ocultar el testimonio al que todos los creyentes estamos llamados. No se puede ocultar la luz, no se puede acallar la Palabra, no se puede desoír la llamada del que nos envía para que lo demos a conocer. Tal vez, como síntesis necesaria de prudencia y valentía en el testimonio pueden servir las palabras de la segunda carta a Timoteo: “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim 4, 2).

miércoles, 30 de marzo de 2022

Carta de los dominicos de Ucrania a toda la Familia Dominicana

Queridos hermanos y hermanas: 

  El 24 de febrero de 2022 es una fecha que siempre se quedará grabada en nuestra memoria. Ese día, el ejército ruso atacó a Ucrania. El país se ha teñido de sangre de la gente inocente que ha perdido a sus seres queridos y a todas sus posesiones. Sin embargo, la invasión del mal y el enorme sufrimiento se han encontrado con la increíble bondad y valentía de miles y miles de personas. Desde el principio, la Familia Dominicana ha participado activamente ofreciendo apoyo espiritual, material y voluntariado. Nuestros hermanos, hermanas y laicos de la Orden sirven incesantemente en Ucrania, ayudando de distintas maneras a los más necesitados y portando la luz del Evangelio en estos momentos tan difíciles.

  Ya han llegado casi dos millones de refugiados a Polonia. Centenares de personas, sobre todo madres con niños, personas mayores y enfermos, han encontrado refugio en los conventos dominicos y las casas de acogida laicas de nuestra Orden. Cada día llegan a Ucrania convoyes humanitarios, no solo desde Polonia. Los ucranianos de aquellos territorios que aún no han sido afectados por la guerra también comparten lo que tienen con sus hermanos y hermanas en sufrimiento. Tampoco dejamos de rezar a Nuestro Señor para que tenga misericordia con los afectados por las tragedias de la guerra y haga entrar en razón y perdone a los agresores.

  No hay palabras para expresar la gratitud que sentimos por toda la ayuda que habéis prestado hasta ahora. Casi todos los días nos llegan palabras de apoyo y solidaridad, plegarias y ayuda material específica, que es muestra de vuestra generosidad y vuestro buen corazón. En nombre de toda la Familia Dominicana en Ucrania, os estamos eternamente agradecidos. Al mismo tiempo, nos damos cuenta de que nos queda un largo y exigente camino por recorrer. Por eso os pedimos a todos que continuéis vuestra ofensiva de misericordia. Juntos somos capaces de enfrentarnos a las injusticias, proteger la vida de muchas personas, devolverles la dignidad que se merecen, ayudar a instaurar la paz y construir una sociedad basada en la verdad, la misericordia y la conciliación.

  Como Provincia Polaca, hemos creado junto con el Vicariato de Ucrania la página web disponible ayudaucrania.dominikanie.pl/ en inglés, español, francés, italiano, alemán y polaco.

  De este modo, podréis prestar apoyo económico y material para las campañas humanitarias desde cualquier parte del mundo. ¡Colabora con nosotros!

  Hoy las palabras de Jesucristo resuenan con especial fuerza: En verdad os digo que cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis. (Mateo 25:40). Esta sensibilidad evangélica nos la enseña el mismo Santo Domingo, quien no dudó en vender sus libros para aliviar el sufrimiento de la gente. Aunemos hoy nuestras fuerzas como Familia Dominicana para responder al mal con un bien mucho mayor, siguiendo el espíritu de nuestro Fundador.

Łukasz Wiśniewski OP

Provincial de la Provincia de Polonia

Jaroslaw Krawiec OP

Vicario del Vicariato en Ucrania

BUENAS NOCHES BUEN AMIGO

Buenas noches, Jesús mío

Jesús amado se acabo el día

alegre dejo ya mi labor

y hasta que encuentre grato reposo

vengo a decirte lleno de amor

muy buenas noches tengáis Señor

muy buenas noches mi dulce amor.

Oh si pudiera yo mi descanso

tomarlo siempre junto a Tu Altar

donde esperando tan solitario

por mi amor debéis estar.

Mas no lo puedo amado mío

debo irme ya a descansar.

Pero antes pido que me bendigas

porque durmiendo te quiero amar.

Que ya durmiendo, que ya velando

siempre mi alma te está amando

ya cada noche que te repita

llena mi pecho de ardiente amor

muy buenas noches tengáis Señor

muy buenas noches mi dulce amor

dadme vuestra Santa Bendición

en el Nombre del Padre, del Hijo

Del Espíritu Santo.

Amén.

Miércoles de la 4ª semana de Cuaresma

Lectura del libro de Isaías (49,8-15):

Esto dice el Señor: «En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: “Salid”, a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”. Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua. Convertiré mis montes en caminos, y mis senderos se nivelarán.

Miradlos venir de lejos; miradlos, del Norte y del Poniente, y los otros de la tierra de Sin. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados». Sion decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado». ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.

Palabra de Dios

Salmo 144,R/. El Señor es clemente y misericordioso

Santo Evangelio según san Juan (5,17-30):

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo». Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.

En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».

Palabra del Señor

Compartimos:

La grandiosidad de las promesas divinas y de la misión profética que las anuncia puede chocar y choca con frecuencia con el desaliento del profeta, que no acaba de ver el cumplimiento de lo que él mismo anuncia. Igual nos puede pasar a nosotros, los creyentes en Cristo: llamados a anunciar y testimoniar la buena noticia de la muerte y la resurrección de Cristo, de una muerte que ha sido vencida y ya no tiene poder sobre nosotros, podemos darnos de bruces con una realidad que habla más de muerte que de vida, más de derrota que de victoria. La fe no puede siempre evitar la sensación psicológica de que “estamos dejados de la mano de Dios”. Recordando los textos evangélicos de estos últimos días, nos encontramos con que los niños siguen muriendo, los enfermos siguen prostrados, la guerra sigue escupiendo su mensaje de muerte, las injusticias siguen campando por sus respetos. Se nos llama a la fe-confianza, pero, ¿dónde está la eficacia de la Palabra de Dios? La respuesta al desaliento profético y creyente es una palabra que habla de un amor entrañable, materno, de un Dios que se preocupa por nosotros, más aún incluso de lo que haría una mujer por su niño de pecho.

Este amor divino, materno, entrañable y cercano de Dios lo descubrimos en Jesús. Él es el Hijo de Dios porque, como los hijos se parecen a sus padres, así Jesús se parece a Dios, lo refleja y lo hace presente. Y si Dios no descansa y trabaja siempre, así hace Jesús, que se ocupa y se preocupa por nosotros.

martes, 29 de marzo de 2022

Oración de ayuda

 Ayúdanos Señor, a mirar más allá de las comodidades de nuestra mesa,

 de la sociedad y de nuestros bienes

porque sin tu gracia y misericordia, no tenemos  nada

y todo es poco más que polvo, no tenemos nada por ganancia sino

 nuestra felicidad junto a Tí.

Te damos gracias, Señor, porque hasta donde hemos recorrido,

 en el desierto: un camino de gracia de vuelta a casa se revela la alegría en los

 rostros de los más pequeños de tu pueblo, que buscan

caminar en la fe de Iglesia Católica, en obediencia a Tí Trinidad Santa.

Recibe a nuestros familiares y amigos para que un día puedan contemplar tu Rostro.

Amén

Martes de la 4ª semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Ezequiel (47,1-9.12):

En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor. De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar. Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho. El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado. Entonces me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre?», Después me condujo por la ribera del torrente. Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda. Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.

En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».

Palabra de Dios

Salmo 45,R/. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob

Santo Evangelio según san Juan (5,1-16):

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?». El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla». Él les contestó: «El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».

Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor». Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Palabra del Señor

Compartimos:

¿Por qué Jesús actúa de manera tan provocadora? ¿No podía aplicar cierta dosis de diplomacia y abstenerse de curar en sábado, para no provocar las iras de sus oponentes? Así, tal vez, habría prolongado su ministerio en la tierra, habría conseguido quizás convencer a sus enemigos, y, desde luego, habría podido curar a mucha más gente.

Es claro que estos razonamientos utilitaristas, por muy razonables que parezcan, están muy alejados de la lógica del Evangelio. Si Jesús cura en sábado es porque, con ello mismo, está realizando un gesto profético. La clave nos la da el versículo 17 de este mismo evangelio que leeremos mañana: “Mi padre siempre trabaja, y no también trabajo”. A causa del pecado, Dios no pudo realmente descansar, sino que tuvo que salir de sí a la búsqueda del hombre que se había perdido y se escondía de él. Y esta larga búsqueda, que culmina con la encarnación de Cristo, significa que puso manos a la obra de la nueva creación, que sólo tendrá su cumplimiento en el misterio pascual de la muerte y resurrección.

Nosotros, que somos beneficiarios por el bautismo de esta nueva creación, de este trabajo sin descanso de Dios Padre y de su Hijo en la fuerza del Espíritu Santo, podremos descansar de nuestros trabajos profesionales, pero no debemos descansar nunca del trabajo de testimoniar nuestra fe: como los árboles regados por las aguas del templo, que es Cristo, debemos dar continuamente frutos de buenas obras y hojas medicinales que alivian a los que sufren.

lunes, 28 de marzo de 2022

Oracione de ayuno

 Señor del ayuno,

Me he alejado de ti

y ahora busco volver.

Muéstrame el camino.

Si debo abstenerme de los alimentos

para recordar mi hambre por el pan de la vida,

entonces ayúdame a hacerlo con gracia.

Que también recuerde al Cristo hambriento

que está presente cada día en tu pueblo.

Si debo abstenerme del compañerismo

para recordar mi anhelo por el abrazo de mi Padre,

entonces ayúdame a hacerlo con gracia.

Que también recuerde al Cristo solitario

que está presente cada día en tu pueblo.

Si debo abstenerme de los dones de este mundo

para recordar al dador del gran don

que es nuestra salvación,

entonces ayúdame a hacerlo con gracia.

Amén

Lunes de la 4ª semana de Cuaresma

Lectura del libro de Isaías (65,17-21):

ESTO dice el Señor: «Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento. Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear: yo creo a Jerusalén “alegría”, y a su pueblo, “júbilo”. Me alegraré por Jerusalén y me regocijaré con mi pueblo, ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido; ya no habrá allí niño que dure pocos días, ni adulto que no colme sus años, pues será joven quien muera a los cien años, y quien no los alcance se tendrá por maldito. Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán los frutos».

Palabra de Dios

Salmo 29,R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

Santo Evangelio según san Juan (4,43-54):

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había atestiguado: «Un profeta no es estimado en su propia patria».Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: «Si no veis signos y prodigios, no creéis». El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño». Jesús le contesta: «Anda, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre». El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Palabra del Señor

Compartimos:

 En el evangelio de Juan, Caná es el comienzo de la vida pública de Jesús, el principio de la nueva creación, del desposorio de Dios (Jesús) con su pueblo, del cumplimiento de las antiguas promesas. Esas promesas, expresadas con tanta fuerza hoy en el texto de Isaías, son promesas de vida, de júbilo y alegría. Jesús ha venido a esto, a instaurar en nuestra historia, que sigue su curso de pecado y de muerte, una historia de salvación y de vida. En la petición del padre angustiado: “baja antes de que se muera mi hijo”, podemos escuchar el grito dramático de tantos, que, de un modo u otro, suplican a Dios que se incline para salvarlos, a ellos o a los suyos, del mal, del sufrimiento, de la muerte. Y con tanta frecuencia tenemos la impresión de que esas súplicas angustiadas no obtienen la respuesta deseada.

Y es que esta historia de salvación y este espacio de vida nueva que instaura Jesús no es simplemente un espacio “milagroso”, en el que se realizan actos médicos extraordinarios, o se garantiza el éxito y el cumplimiento de nuestros deseos. Se trata de un ámbito marcado por la fe confiada en la Palabra de Dios, encarnada en Jesús. El primer signo realizado en Caná es el comienzo de una nueva relación con Dios, basada en la fe-confianza: “En Caná de Galilea dio Jesús comienzo a sus signos… y creyeron en él sus discípulos”. También lo es para este funcionario real, beneficiario de nuevo en Caná, del segundo signo salvífico: “creyó él con toda su familia”. Todos estamos invitados a visitar Caná, a descubrir los signos de vida que Dios realiza en nuestra vida y que nos llaman a la fe. La fe engendra esa vida nueva que se estrena cuando estamos vinculados a Jesús, creemos en él, aceptamos su palabra y la ponemos en práctica. Es verdad que con frecuencia nos dirigimos a Dios movidos por intereses y necesidades más inmediatos, “de tejas abajo” y eso provoca la queja de Jesús. Pero él, no obstante, no deja de atendernos. No podemos limitarnos a una fe milagrera e interesada, como un modo de resolver nuestros problemas cotidianos, cuando nuestros recursos ya no dan más de sí. Pero eso no significa que no podamos dirigirnos a Jesús presentándole los problemas que nos agobian y nos angustian. Sin embargo, lo decisivo es el camino de fe. Acoger la Palabra, que es el gran “signo” que, aceptada con fe, inicia realmente un proceso de sanación interior, de nacimiento a una vida nueva. Podemos entender la curación del hijo del funcionario real, como ese nacimiento a la vida nueva que significa la fe, un vida de seguimiento de Cristo, un seguimiento que conduce a la Cruz (vislumbrada en las palabras iniciales del rechazo del profeta en su propia patria), pero que da frutos de resurrección en las obras del amor.

domingo, 27 de marzo de 2022

Oración presencial

 Señor y Dios nuestro, tú no necesitas explicaciones,

 porque sabes bien lo que hay en el hombre;

 que la luz de tu saber penetre la tiniebla de

 nuestros corazones, para que podamos

 encontrarte y seguir con fidelidad

 el camino de tu Evangelio.

Haznos sencillos y limpios de intenciones

 para descubrir la pureza de cada corazón

 sediento de ti, que  a través de la sencillez

 lleguemos a contemplar la bondad

 de tu misericordia y crean en ti, Dios Inmenso, Dios amoroso.

ÁNGELUS DEL PAPA FRANCISCO

Plaza de San Pedro

Queridos hermanos y hermanas, feliz domingo, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de este domingo narra la parábola llamada del hijo pródigo (cfr Lc 15,11-32). Esta nos lleva al corazón de Dios, que siempre perdona con compasión y ternura, siempre. Dios perdona siempre, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, pero Él perdona siempre. Nos dice que Dios es Padre, que no solo acoge de nuevo, sino que se alegra y hace fiesta por su hijo, que ha vuelto a casa después de haber derrochado todos sus bienes. Nosotros somos ese hijo, y conmueve pensar en cuánto nos ama y espera siempre el Padre.

Pero en la misma parábola está también el hijo mayor, que entra en crisis frente a este Padre. Y que puede ponernos en crisis también a nosotros. De hecho, dentro de nosotros está también este hijo mayor y, al menos en parte, tenemos la tentación de darle la razón: siempre había hecho su deber, no se había ido de casa, por eso se indigna al ver al Padre abrazar de nuevo al hermano que se ha portado mal. Protesta y dice: «Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya», sin embargo, por «ese hijo tuyo» ¡incluso celebras una fiesta! (vv. 29-30). “No te entiendo”. Es la indignación del hermano mayor.

De estas palabras emerge el problema del hijo mayor. En la relación con el Padre él basa todo en el puro cumplimiento de los mandamientos, en el sentido del deber. Puede ser también nuestro problema, nuestro problema entre nosotros y con Dios: perder de vista que es Padre y vivir una religión distante, hecha de prohibiciones y deberes. Y la consecuencia de esta distancia es la rigidez hacia el prójimo, que ya no se ve como hermano. De hecho, en la parábola el hijo mayor no dice al Padre mi hermano, no, dice tu hijo, como diciendo: no es mi hermano. Y al final precisamente él corre el riesgo de quedar fuera de casa. De hecho – dice el texto - «no quería entrar» (v. 28). Porque estaba el otro.

Viendo esto, el Padre sale a suplicarlo: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo» (v. 31). Trata de hacerle entender que para él cada hijo es toda su vida. Lo saben bien los padres, que se acercan mucho al sentir de Dios. Es bonito lo que dice un padre en una novela: «Cuando me convertí en padre, entendí a Dios» (H. de Balzac, El padre Goriot, Milán 2004, 112). En este momento de la parábola, el Padre abre el corazón al hijo mayor y le expresa dos necesidades, que no son mandamientos, sino necesidad del corazón: «Convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida» (v. 32). Veamos si también nosotros tenemos en el corazón dos necesidades del Padre: celebrar una fiesta y alegrarse.

En primer lugar, celebrar una fiesta, es decir manifestar nuestra cercanía a quien se arrepiente o está en camino, a quien está en crisis o alejado.  ¿Por qué hay que hacer así? Porque esto ayudará a superar el miedo y el desánimo, que pueden venir al recordar los propios pecados. Quien se ha equivocado, a menudo se siente reprendido por su propio corazón; distancia, indiferencia y palabras hirientes no ayudan. Por eso, según el Padre, es necesario ofrecerles una acogida cálida, que aliente para ir adelante. “¡Pero padre este ha hecho muchas cosas!”: cálida acogida. Y nosotros, ¿hacemos esto? ¿Buscamos a quien está lejos, deseamos celebrar fiesta con él? ¡Cuánto bien puede hacer un corazón abierto, una escucha verdadera, una sonrisa transparente; celebrar fiesta, no hacer sentir incómodo! El padre podría decir: está bien hijo, vuelve a casa, vuelve a trabajar, vete a tu habitación, prepárate y ¡al trabajo! Y este habría sido un buen perdón. ¡Pero no! ¡Dios no sabe perdonar sin hacer fiesta! Y el padre hace fiesta, por la alegría que tiene porque ha vuelto el hijo.

Y después, según el Padre, es necesario alegrarse. Quien tiene un corazón sintonizado con Dios, cuando ve el arrepentimiento de una persona, por graves que hayan sido sus errores, se alegra. No se queda quieto sobre los errores, no señala con el dedo el mal, sino que se alegra por el bien, ¡porque el bien del otro es también el mío! Y nosotros, ¿sabemos ver a los otros así?

Me permito contar una historia, inventada, pero que hace ver el corazón del padre. Está esta obra pop, hace tres o cuatro años, sobre el argumento del hijo pródigo, con toda la historia. Y al final, cuando el hijo decide volver a casa del padre, habla con un amigo y le dice: “Sabes, tengo miedo de que mi padre me rechace, que no me perdone”. Y el amigo le aconseja: “Manda una carta a tu padre y dile: ‘Padre, estoy arrepentido, quiero volver a casa, pero no estoy seguro si tú estarás contento. Si quieres recibirme, por favor, pon un pañuelo blanco en la ventana’”. Y después empezó el camino. Y cuando estaba cerca de casa, donde el camino hacía la última curva, tuvo de frente su casa. ¿Y qué vio? No un pañuelo: estaba llena de pañuelos blancos, las ventanas, ¡todo! El Padre nos recibe así, con plenitud, con alegría. ¡Este es nuestro padre!

¿Sabemos alegrarnos por los otros? La Virgen María nos enseñe a acoger la misericordia de Dios, para que se vuelva la luz en la que mirar a nuestro prójimo.

¡Queridos hermanos y hermanas!

Ha pasado más de un mes desde el inicio de la invasión de Ucrania, desde el inicio de esta guerra cruel e insensata que, como toda guerra, representa una derrota para todos, para todos nosotros. Hay necesidad de repudiar la guerra, lugar de muerte donde los padres y las madres entierran a los hijos, donde los hombres asesinan a sus hermanos sin ni siquiera haberles visto, donde los poderosos deciden y los pobres mueren.

La guerra no devasta solo el presente, sino también el futuro de una sociedad. He leído que desde el inicio de la agresión a Ucrania un niño de cada dos se ha desplazado del país. Esto quiere decir destruir el futuro, provocar traumas dramáticos en los pequeños e inocentes entre nosotros. Esta es la bestialidad de la guerra, ¡acto bárbaro y sacrílego!

La guerra no puede ser algo inevitable: ¡no debemos acostumbrarnos a la guerra! Más bien debemos convertir la indignación de hoy en el compromiso de mañana. Porque, si de esta situación salimos como antes, de alguna manera todos seremos culpables. Frente al periodo de autodestruirse, la humanidad comprenda que ha llegado el momento de abolir la guerra, de cancelarla de la historia del hombre antes de que sea ella quien cancele al hombre de la historia.

¡Rezo para que todo responsable político reflexione sobre esto, se comprometan con esto! Y, mirando a la atormentada Ucrania, entender que cada día de guerra empeora la situación para todos. Por eso renuevo mi llamamiento: ¡basta, que se detengan, callen las armas, se trate seriamente para la paz! Recemos de nuevo, sin cansarnos, a la Reina de la paz, a la cual hemos consagrado la humanidad, en particular Rusia y Ucrania, con una participación grande e intensa, por la que doy las gracias a todos vosotros. Rezamos juntos. Dios te salve María…

Saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos venidos de Italia y de diferentes países. En particular, saludo a los fieles procedentes de México, Madrid y León, a los estudiantes de Pamplona y de Huelva, y a los jóvenes de varios países que han vivido un periodo de formación en Loppiano. Saludo a los parroquianos de Nuestra Señora de Valme en Roma y a los de San Jorge en Bosco, Bassano del Grappa y Gela; los chicos de confirmación de Frascati y el grupo “Amigos de Zaqueo” de Reggio Emilia; como también el Comité Promotor de la Marcha Perugia-Asís de la Paz y de la Fraternidad, que ha venido con un grupo escolar para renovar el compromiso de educación a la paz.

¡Saludo a los participantes del Maratón de Roma! Este año, por iniciativa de la “Athletica Vaticana”, numerosos atletas se han implicado en las iniciativas de solidaridad con las personas que en la ciudad viven en la necesidad. ¡Os felicito!

Precisamente hace dos años, en esta plaza, elevamos la súplica por el final de la pandemia. Hoy lo hemos hecho por el final de la guerra en Ucrania. A la salida de la plaza se os regalará un libro, realizado por la Comisión Vaticana Covid-19 con el Dicasterio para la Comunicación, para invitar a rezar en los momentos de dificultad, sin miedo, teniendo siempre fe en el Señor.

A todos os deseo un feliz domingo y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Domingo 4º de Cuaresma - Ciclo C

Primera lectura

Lectura del libro de Josué (5,9a.10-12):

En aquellos días, dijo el Señor a Josué:- «Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto.» Los hijos de Israel acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la Pascua, comieron ya de los productos de la tierra: ese día, panes ácimos y espigas tostadas. Y desde ese día en que comenzaron a comer de los productos de la tierra, cesó el maná. Los hijos de Israel ya no tuvieron maná, sino que ya aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.

Palabra de Dios

Salmo 33,R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,17-21):

Hermanos: Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo . Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

Palabra de Dios

Santo Evangelio según san Lucas (15, 1-3.11-32):

En aquel tiempo, solían acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:

- «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola:- «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes.No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo,se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. " Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, " Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron a celebrar el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado"».

Palabra del Señor

Compartimos:

Este padre es muy distinto de sus dos criaturas. ¿A quién habrán salido? Su comportamiento descoloca a los dos. En esta historia no abre la boca casi hasta el final. Al principio da lo que le exigen. No dice nada. No protesta. No reprocha. No avisa. No riñe. No amenaza. Ni pide explicaciones...

 Pero antes de darle la palabra, Jesús describe sus «gestos»: ve venir, se enternece, se conmociona, corre y llena de besos. No le interesan las explicaciones. No pregunta a qué vuelve ni por qué. Y corta el discursito que el hijo intentaba soltar. Ni hace caso de lo «poco» que le pide su hijo. En cambio, tira la casa por la ventana, dando brincos de alegría porque tiene al hijo de nuevo en casa. Aún tendrá que hacer esfuerzos para que aprenda lo que es "ser hijo", y descubra de una vez cómo es de verdad el corazón de su padre y cómo se vive en aquella casa. Sin humillaciones, castigos, condiciones ni exigencias. Sólo el deseo y el empeño de que sea y se comporte como hijo.

¿Y CÓMO ANDA NUESTRO CORAZÓN?

   El pecado aquí consiste en estar «lejos»: de sí mismo, del hermano, de su Padre. Y derrochando la vida. 

  Para orar y saborear: el Padre está empeñado en hacerme sentir hijo querido y ponerme en mi sitio, que tal vez no es el que yo me he buscado, o en el que estoy ahora, o con el que intento conformarme.

 Unos verbos que nos retan: acoger, conmoverse, recibir, salir corriendo hacia, celebrar el retorno... 

           Esta parábola es una invitación a la fraternidad, a la comunión, al empeño de darle alegrías al Padre trayendo a casa a los hermanos que se fueron. Al menos... ¡que no los espantemos con nuestras actitudes!

sábado, 26 de marzo de 2022

ACTO DE CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor.

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura.

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna.

Acoge, oh Madre, nuestra súplica.

Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.

Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.

Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.

Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.

Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.

Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.

Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.

Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.

Oración de intercesión a nuestra Madre del Rosario

María, Madre intercesora

Oh Dios bondadoso. tu hijo Jesús vino a 

este mundo para hacer tu voluntad y para dejarnos su paz.

Por la intercesión de nuestra Bendita 

Madre María del Rosario, Reina de la Paz,

 concédenos sabiduría y

 humildad a fin de dar a conocer esa paz en el mundo.

Inspira nuestros pensamientos, palabras y acciones para ser testigos de Tu presencia en nuestros corazones. 

Que el Espíritu Santo nos colme con todas sus gracias y bendiciones, de modo que podamos seguir en el camino 

que conduce a lograr la paz para toda la humanidad.

 Amén

Sábado de la 3ª semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Oseas (6,1-6):

Vamos, volvamos al Señor. Porque él ha desgarrado, y él nos curará; él nos ha golpeado, y él nos vendará. En dos días nos volverá a la vida y al tercero nos hará resurgir; viviremos en su presencia y comprenderemos. Procuremos conocer al Señor. Su manifestación es segura como la aurora. Vendrá como la lluvia, como la lluvia de primavera que empapa la tierra». ¿Qué haré de ti, Efraín, qué haré de ti, Judá? Vuestro amor es como nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece. Sobre una roca tallé mis mandamientos; los castigué por medio de los profetas con las palabras de mi boca. Mi juicio se manifestará como la luz. Quiero misericordia y no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos.

Palabra de Dios

Salmo  50,R/. Quiero misericordia, y no sacrificios

Santo Evangelio según san Lucas (18,9-14):

EN aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:“Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor

Compartimos:

La vida ha cambiado mucho. Hemos progresado, pero hay cosas que siguen sin poder hacerse o vivirse al mismo tiempo. Por mucho que nos consideremos los señores del mundo y los reyes de la creación hay realidades que no están todavía a nuestro alcance. Hay personas que en una etapa de su vida decidieron quitarse años, no les apetecía reconocer el paso del tiempo; sin embargo años después han querido que sus documentos certifiquen su verdadera fecha de nacimiento para poder dejar de trabajar y cobrar la paga de jubilación correspondiente. Ellos mismos cavaron su propia tumba: no se puede querer pasar por más joven y mayor a la vez.

Algo de esto hay en la historia del fariseo y del publicano; algunos nos gloriamos tanto en nuestros méritos, medallas, aciertos, fidelidades, que no dejamos sitio ni a Dios ni a los demás. Nosotros lo llenamos todo.

Intenta almacenar agua en unas manos llenas. La advertencia de Jesús es bien clara: quien se enaltece será humillado; quien se humille será enaltecido. El que crea ‘ganar’ perderá; el que esté dispuesto a ‘perder’ acabará ganando. Miles de hombres y mujeres que han acogido el Evangelio, profundamente felices, lo demuestran con sus vidas.

Que hoy sábado, María, la mejor discípula de su Hijo, nos ayude a elegir como conviene para que venga su Reino. Que el buen José, su esposo,  siga intercediendo por nosotros.

viernes, 25 de marzo de 2022

CELEBRACIÓN DE PENITENCIA Y ACTO DE CONSAGRACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica de San Pedro

En el Evangelio de hoy de la Solemnidad de hoy, el Ángel Gabriel habla tres veces y se dirige a la Virgen María.

La primera vez, al saludarla, le dice: "Alégrate, llena eres de gracia: el Señor está contigo" ( Lc 1, 28). El motivo del gozo, el motivo del gozo, se revela en pocas palabras: el Señor está contigo . Hermano, hermana, hoy puedes escuchar estas palabras dirigidas a ti, a cada uno de nosotros; puedes hacerlos tuyos cada vez que te acerques al perdón de Dios, porque allí el Señor te dice: “Yo estoy contigo”. Con demasiada frecuencia pensamos que la Confesión consiste en ir a Dios con la cabeza inclinada. Pero no somos ante todo nosotros los que volvemos al Señor; es él quien viene a visitarnos, a colmarnos de su gracia, a regocijarnos con su alegría. Confesar es dar al Padre la alegría de levantarse de nuevo. En el centro de lo que viviremos no están nuestros pecados, estarán allí, pero no están en el centro; su perdón: este es el centro. Tratemos de imaginar si en el centro del Sacramento estuvieran nuestros pecados: casi todo dependería de nosotros, de nuestro arrepentimiento, de nuestro esfuerzo, de nuestros compromisos. Pero no, en el centro está Él, que nos libera y nos pone de nuevo en pie.

Devolvamos el primado a la gracia y pidamos el don de comprender que la Reconciliación no es ante todo nuestro paso hacia Dios, sino su abrazo que nos envuelve, nos asombra, nos conmueve. Es el Señor quien, como en Nazaret de María, entra en nuestra casa y trae un asombro y una alegría antes desconocidos: la alegría del perdón. Pongamos en primer plano la perspectiva de Dios: volveremos a aficionarnos a la Confesión. La necesitamos, porque todo renacimiento interior, todo giro espiritual comienza desde aquí, desde el perdón de Dios.No descuidemos la Reconciliación, pero redescubrámosla como Sacramento de la alegría.. Sí, el sacramento de la alegría, donde el mal que nos avergüenza se convierte en ocasión de experimentar el cálido abrazo del Padre, la dulce fuerza de Jesús que nos sana, la "ternura maternal" del Espíritu Santo. Este es el corazón de la Confesión.

Y luego, queridos hermanos y hermanas, sigamos adelante para recibir el perdón. Vosotros, hermanos que administráis el perdón de Dios, sed quienes ofrezcan a los que se acercan la alegría de este anuncio: Alegraos, el Señor está con vosotros . Sin rigidez, por favor, sin obstáculos, sin molestias; puertas abiertas a la misericordia! Especialmente en la Confesión, estamos llamados a personificar al Buen Pastor que recoge a sus ovejas y las acaricia; estamos llamados a ser canales de gracia que derramen en la sequedad del corazón el agua viva de la misericordia del Padre. Si un sacerdote no tiene esta actitud, si no tiene estos sentimientos en el corazón, mejor que no se confiese.

Por segunda vez el Ángel le habla a María. A ella, turbado por el saludo recibido, le dice: "No temas" (v. 30). Primero: "El Señor está contigo"; segunda palabra: “No temas”. En la Escritura, cuando Dios se presenta a quienes lo acogen, le gusta decir estas dos palabras: no tengáis miedo . Se las dice a Abrahán (cf. Gn 15,1) , se las repite a Isaac (cf. Gn 26,24), a Jacob (cf. Gn 46,3) y así sucesivamente, hasta José ( cf.1,20) y a María: no temáis, no temáis. De esta manera nos envía un mensaje claro y consolador: cada vez que la vida se abre a Dios, el miedo ya no puede tenernos como rehenes. Porque el miedo nos tiene como rehenes. Tú, hermana, hermano, si tus pecados te asustan, si tu pasado te preocupa, si tus heridas no cicatrizan, si las continuas caídas te desmoralizan y pareces haber perdido la esperanza, por favor no temas. Dios conoce tus debilidades y es mayor que tus errores. Dios es más grande que nuestros pecados: ¡Él es mucho más grande! Una cosa os pide: vuestras debilidades, vuestras miserias, no las guardéis dentro de vosotros; Llévenselas a Él, déjenlas en Él, y de motivos de desolación se convertirán en oportunidades de resurrección. ¡No temas! El Señor nos pregunta por nuestros pecados. Me viene a la mente la historia de aquel monje del desierto, que había dado todo a Dios, todo, y llevado una vida de ayuno, penitencia, oración. El Señor le pidió más. “Señor, te lo he dado todo”, dice el monje, “¿qué falta?”. "Dame tus pecados". Por eso nos pide el Señor. No temas.

La Virgen María nos acompaña: ella misma echó en Dios su turbación, el anuncio del Ángel le dio serios motivos para temer. Él le propuso algo impensable, que estaba más allá de sus fuerzas y que ella sola no podría manejar: habría demasiadas dificultades, problemas con la ley mosaica, con José, con la gente de su país y su gente. Todas estas son dificultades: no temas.

Pero María no pone objeciones. Le basta no temer , le basta la seguridad de Dios, se aferra a Él, como queremos hacer esta noche. Porque muchas veces hacemos lo contrario: partimos de nuestras certezas y, sólo cuando las perdemos, vamos a Dios.Nuestra Señora, en cambio, nos enseña a partir de Dios, confiando que así todo lo demás será dado a nosotros (cf. Mt 6,33). Nos invita a ir a la fuente, a ir al Señor, que es el remedio radical contra el miedo y el mal de vivir. Esto lo recuerda una hermosa frase, reproducida arriba de un confesionario aquí en el Vaticano, que se dirige a Dios con estas palabras: " Apartarse de Ti es caer, volver a Ti es levantarse de nuevo, permanecer en Ti es existir ". (cf. San Agustín, Soliloquium I, 3).

En estos días siguen entrando en nuestras casas noticias e imágenes de muerte, mientras las bombas destrozan las casas de muchos de nuestros hermanos y hermanas ucranianos desarmados. La guerra brutal, que ha caído sobre muchos y hace sufrir a todos, causa miedo y consternación en cada uno. Sentimos una sensación de impotencia e insuficiencia en el interior. Necesitamos que nos digan "no temáis". Pero no basta la tranquilidad humana, se necesita la presencia de Dios, la certeza del perdón divino, el único que anula el mal, desactiva el rencor, devuelve la paz al corazón. Volvamos a Dios, volvamos a su perdón.

Por tercera vez el Ángel vuelve a hablar. Ahora le dice a Nuestra Señora: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti" ( Lc1.35). "El Señor está contigo"; "No temas"; y la tercera palabra es "el Espíritu Santo vendrá sobre ti". Así interviene Dios en la historia: dando su propio Espíritu. Porque en lo que importa nuestra fuerza no es suficiente. Nosotros solos somos incapaces de resolver las contradicciones de la historia o incluso las de nuestro corazón. Necesitamos la fuerza sabia y mansa de Dios, que es el Espíritu Santo. Necesitamos el Espíritu de amor, que disuelve el odio, apaga el resentimiento, apaga la codicia, nos despierta de la indiferencia. Ese Espíritu que nos da armonía, porque Él es armonía. Necesitamos el amor de Dios porque nuestro amor es precario e insuficiente. Al Señor le pedimos tantas cosas, pero muchas veces nos olvidamos de pedirle lo más importante y lo que Él quiere darnos: el Espíritu Santo, es decir, la fuerza para amar. Sin amor, de hecho, ¿qué ofreceremos al mundo? Alguien dijo que un cristiano sin amor es como una aguja que no cose: pica, duele, pero si no cose, si no teje, si no une, no sirve. Me atrevo a decir: no es cristiano. Para esto es necesario sacar del perdón de Dios la fuerza del amor, sacar el mismo Espíritu que descendió sobre María.

Porque, si queremos que el mundo cambie, primero debe cambiar nuestro corazón. Para ello, hoy dejémonos llevar por la mano de Nuestra Señora. Miremos su Inmaculado Corazón, donde reposó Dios, el único Corazón de una criatura humana sin sombras. Ella está "llena de gracia" (v. 28), y por tanto vacía de pecado: en ella no hay rastro de mal y por eso con ella Dios pudo comenzar una nueva historia de salvación y de paz. Allí, la historia dio un giro. Dios cambió la historia llamando al Corazón de María.

Y hoy también nosotros, renovados por el perdón, llamamos a ese Corazón. En unión con los Obispos y los fieles del mundo, deseo solemnemente llevar al Inmaculado Corazón de María todo lo que estamos viviendo: renovarle la consagración de la Iglesia y de toda la humanidad y consagrarle, en un manera particular, el pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que con afecto filial la veneran como Madre. No es una fórmula mágica, no, no es eso; pero es un acto espiritual. Es el gesto de la entrega plena de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel y de esta guerra sin sentido que amenaza al mundo, recurren a la Madre. Como los niños, cuando se asustan, acuden a su madre a llorar, a buscar protección. Acudimos a la Madre, echando miedo y dolor en su Corazón, entregándonos a ella.

De labios de María salió la frase más hermosa que el Ángel pudo devolver a Dios: "Hágase en mí según tu palabra" (v. 38). La de Nuestra Señora no es una aceptación pasiva o resignada, sino el deseo vivo de adherirse a Dios, que tiene "planes de paz y no de infortunio" ( Jr 29,11). Es la participación más cercana a su plan de paz mundial. Nos consagramos a María para entrar en este plan, para ponernos a disposición plena de los planes de Dios.La Madre de Dios, después de haberle dicho sí, emprendió un largo camino cuesta arriba hacia una región montañosa para visitar a su prima embarazada ( cf.1.39). Ella se fue a toda prisa. Me gusta pensar en Nuestra Señora que tiene prisa, siempre así, Nuestra Señora que se apresura a ayudarnos, a mantenernos a salvo. Llevad hoy nuestro camino de la mano: conducidlo por los caminos empinados y fatigosos de la fraternidad y del diálogo, conducidlo por el camino de la paz.

Oración para el ayuno de esclavitudes cotidianas

 Padre nuestro que estás en el Cielo,

durante esta época de arrepentimiento,

ten misericordia de nosotros.

Con nuestra oración,

nuestro ayuno

y nuestras buenas obras,

transforma nuestro egoísmo

en generosidad.

Abre nuestros corazones

a tu Palabra,

sana nuestras heridas

del pecado,

ayúdanos a hacer el bien en este mundo.

Amén

Lecturas del Anunciación del Señor

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (7,10-14;8,10):

En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.» Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»

Palabra de Dios

Salmo 39,R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (10,4-10):

Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Palabra de Dios

Santo Evangelio según san Lucas (1,26-38):

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.

Palabra de Dios

Compartimos:

La solemnidad de hoy aparece, pues, como el primer tiempo de la sinfonía de la encarnación. Este primer tiempo lleva un título: “La anunciación del Señor”. Y una indicación respecto del tempo: “Al llegar la plenitud de los tiempos”. Y, por supuesto, una detallada explicación de la partitura que ejecuta cada uno de los intérpretes.

Sobran las palabras. Llega el momento de dejarse invadir por la música y de aplaudir con todas las fibras de nuestro ser.

Dios Padre, que envía su mensaje a la tierra, o –por decirlo con las palabras del profeta Isaías- que nos envía una señal. Es el Dios cuya voluntad quiere cumplir Cristo al llegar a este mundo. Así se expresa en la carta a los hebreos y en el salmo 39: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.

Cristo, que es el Enmanuel (Isaías) y se llamará Jesús, Hijo del Altísimo, Hijo de Dios (Lucas), el mismo ue, al llegar a este mundo, dijo: Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo.

El Espíritu Santo, que hace germinar a Jesús en el seno de María: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra.

María, en quien, según la fe de la Iglesia se ha cumplido la profecía de Isaías: La Virgen está encinta y da a luz un hijo. Es esta virgen la que –según el relato de Lucas- estaba desposada con José y, al recibir de Dios la vocación de ser madre de Jesús, respondió: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra

El ángel Gabriel, que actúa como mensajero de Dios y que comunica a María las noticias más hermosas que jamás se han anunciado: El Señor está contigo; concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo; la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra.

jueves, 24 de marzo de 2022

Oración ante la enfermedad

 Señor Jesús, Te agradezco por el don de la vida. Tú conoces las personas y las circunstancias que me han formado ya sea física como emocional y espiritualmente. Ellas, y las más íntimas experiencias de mi mente y de mi corazón, me han hecho la persona que soy ahora.

Perdóname, Señor, por todas las veces que te he fallado, por mi fallos contra mi mismo y los demás. Al mismo tiempo, perdono a todos los que me han fallado de alguna manera y me han herido.

Ayúdame a ver que mi enfermedad tiene una parte muy importante en mi vida. Ella me ayudará a ser plenamente la persona que Tu quieres que yo sea. No permitas que yo pierda o desperdicie lo que Tu quieres hacer conmigo para hacer completa mi vida en esta tierra y para prepara mi vida contigo en el Cielo.

Ahora yo no puedo orar de la manera que quisiera. (Estoy dolorido, cansado confundido). Te pido que aceptes cada mi respiro como un acto de amor y de confianza en Ti.

Tu eres mi Salvador. Yo quiero descansar sobre tu amante Corazón en la seguridad y en la paz, como un niño en los brazos de su padre. Yo sé que Tú no me abandonarás.

Te amo, mi Señor, quisiera amarte como Ella te amó.

Jueves de la 3ª semana de Cuaresma

Lectura del libro de Jeremías (7,23-28):

Esto dice el Señor: «Esta fue la orden que di a mi pueblo: “Escuchad mi voz, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo. Seguid el camino que os señalo, y todo os irá bien”. Pero no escucharon ni hicieron caso. Al contrario, caminaron según sus ideas, según la maldad de su obstinado corazón. Me dieron la espalda y no la cara. Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy, os envié a mis siervos, los profetas, un día tras otro; pero no me escucharon ni me hicieron caso. Al contrario, endurecieron la cerviz y fueron peores que sus padres. Ya puedes repetirles este discurso, seguro que no te escucharán; ya puedes gritarles, seguro que no te responderán. Aun así les dirás: “Esta es la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. Ha desaparecido la sinceridad, se la han arrancado de la boca”».

Palabra de Dios

Salmo 94,R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»

Santo Evangelio según san Lucas (11,14-23):

En aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: «Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo:«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra sí mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín.El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».

Palabra del Señor

Compartimos:

Todos tenemos algún defecto que no vemos. Los demás lo perciben con facilidad, pero a nosotros nos cuesta más. Hay gente que habla y habla sin darse cuenta. En la relación con el Señor puede pasarnos lo mismo. La oración es diálogo, encuentro, conversación, pero precisamente por eso tiene un fuerte componente de escucha.

A quienes oramos con la Liturgia de las Horas se nos permite abrir muchos días de cuaresma recordando esta invitación del salmo 94 que hoy proclamamos en la eucaristía: “Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no endurezcáis el corazón”. La cuaresma es tiempo de muchas cosas (de oración, de ayuno, de limosna), pero sobre todo de escucha y amor. ¡Qué mal suena la expresión de la primera lectura de hoy: “aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor”! ¡Qué distinta de la del salmo 23: “este es el grupo que busca al Señor”!

Pongámonos en camino. Ayudémonos a escuchar la voz del Señor. Dejemos que Él mismo nos dé el corazón y el espíritu nuevos que tanto pedimos estos días.

miércoles, 23 de marzo de 2022

Oración ante el Sínodo

 La noche ya termina, un rayo de luz penetra por mi ventana. 

Un nuevo día comienza y tú, Señor, 

nos muestras un camino nuevo.

¡Estamos en Sínodo! La Iglesia: 

comunión de personas, caminando juntos.

Tu camino es nuestro camino. Tú siempre al frente,

como nuestro guía. Por donde vayas, iremos nosotros.

Tu senda es nuestra senda, tus pasos son los nuestros.

Juntos en el Espíritu se  camina mejor.

Tú primero, nosotros, como Iglesia que camina, detrás.

Descubriendo juntos la belleza de los dones compartidos.

¡Esto es ser Sínodo!

Gracias por se guía y mostrarnos el sendero.

Gracias por ser tú: CAMINO, VERDAD Y VIDA.