Unidas
a Cristo
El mundo que
brota de las manos de Dios está lleno de bondad, de belleza, de armonía, de
canto y alabanza, de sanación y libertad.
La fe es un
don: Todo es gracia, pasión, y una vida llena de amor, que se recibe del Señor.
Hay que despertar para trabajar, y que fructifique. En todo proceso de crecimiento de cada hombre,
cada mujer en la fe tiene sus dificultades. Estamos llamados a
vivir una relación de amor con Dios, a vivir en el amor que es Dios.
Hemos nacido
para el amor, para ser amados, porque Dios es amor que se entrega y se comunica
con su Espíritu. Alabamos, agradecemos saboreamos la unión con Él.
Vivimos en
ese Amor de Dios, presencializando el Reino de Dios que está entre nosotros y
es Camino, Verdad y Vida.
Creemos en
la capacidad del ser humano para adentrarse en el misterio de su ser como
bautizado y como cristiano.
No vivimos para nosotras mismas, sino
para buscar ese abrazo amoroso de Dios entre los hombres, en humildad y en
fraternidad, imitando a Jesús en sus actitudes y preferencias: los necesitados,
y excluidos.
Es la experiencia
real de conocerlo y contemplar todos los rostros desfigurados que vive bajo el
cielo, que buscan ver y conocer en la Iglesia Católica el Evangelio de Jesús
de Nazaret.
Vivimos en
conversión porque necesitamos en cada
momento renovarnos, transformarnos en Cristo, para que nuestra vida consagrada pueda
iluminar al mundo. Que el fuego que vino a traer a la tierra se encienda en
cada corazón de cada hombre y mujer que busca a Dios con sincero corazón.
Sor
María Pilar Cano, O.P
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