Oh, Espíritu de vida,
que haces nuevas todas las cosas,
atrae con suavidad la atención de los que eliges
para que respondan con prontitud a tu invitación,
y haz que no falten en tu Iglesia testigos creíbles de tu ternura
que esparzan la buena semilla de tu Palabra en el corazón de la tierra.
Oh, Espíritu de santidad,
que habitas en los dóciles de corazón
y los invitas a vivir la perfección de amor,
fecunda a los consagrados con gérmenes de virtud
de tal modo viviendo la pobreza, la obediencia y virginidad,
fulguren con atractivo en la sociedad y espiren el buen olor de Cristo.
Oh, Espíritu de luz,
que iluminas el sendero de los que confían en ti,
haz que los consagrados a ti por particular vocación
encaminen sus pasos tras la luminosidad de tus huellas,
y atentos a la voz de tu Palabra, se den a sí mismos a los demás,
discerniendo siempre cómo te manifiestas en los signos de los tiempos.
Oh, Espíritu de Jesús,
concede a las familias religiosas
el apreciado don de la conversión,
para ser comunidades significativas en tu Iglesia,
expresión de relaciones sólidas y de un diálogo siempre posible,
y maestros y testigos tenaces del encuentro contigo en la oración.
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