Efectos económicos
En noviembre de 2018 publicábamos un amplio reportaje sobre el espacio que Rusia pretendía recuperar tras el final de la Unión Soviética, estableciendo lazos económicos más solidos e incrementando la acción diplomática para llegar a codearse con China, EE.UU y la Unión Europea. Dábamos algunas claves de los pasos que se estaban dando que hoy son analizadas con preocupación: «Junto a los trabajos en Angola aparecen la bauxita guineana y el nombre de Rusal; el mismo que surge al buscar en los yacimientos nigerianos de aluminio. El conglomerado Vi Holding nos lleva hasta el platino zimbabuense. La petrolera Rosneft ubica su interés en el gas de la plataforma continental mozambiqueña. El oro de Burkina Faso y Guinea; el uranio de Níger, los fosfatos de Guinea-Bissau o el manganeso de Sudáfrica son también objeto del deseo de Moscú».
Tras las primeras horas de la invasión rusa, los analistas apuntaban al efecto directo que tendrá la guerra sobre los africanos por estar el precio del petróleo ya en su máximo desde 2014 (más de 100 dólares por barril). «Se convierte en un doble golpe de precios de los alimentos potencialmente más altos a nivel mundial y precios más altos de la energía que elevan la inflación. A lo que los bancos centrales responden subiendo las tasas de interés… es un triple golpe», declaró Charlie Robertson, economista de Renaissance Capital, en una entrevista con la BBC.
El efecto sobre los intercambios entre países africanos y los países en conflicto, Rusia y Ucrania, en el sector agrícola es uno de los que más preocupan a los expertos. «Los países africanos importaron en 2020 productos por un valor de 4.000 millones de dólares desde Rusia (el 90% trigo y 6% aceite de girasol), siendo Egipto (con la mitad de las importaciones) el que se sitúa en primera posición, seguido de Sudán, Nigeria, Argelia, Kenia y Sudáfrica», apunta Wandule Sihlobo en The Conversation. Y en sentido inverso: «Ucrania exportó 2.900 de dólares en productos agrícolas africanos; el 48% era trigo, el 31% maíz, y el resto incluía aceite de girasol, cebada y soja».
La principal preocupación, comenta Sihlobo es que el continente africano es un importador neto de trigo y aceite de girasol, productos de su dieta básica que dependen cada vez más del exterior por las sequías en algunas regiones. Además de los efectos directos sobre los agricultores del elevado precio de las semillas y los fertilizantes.
Gas: ¿solución africana?
Cuando ya estaban sonando los tambores de guerra en la frontera este de Ucrania; Níger, Argelia y Nigeria anunciaban el desbloqueo del proyecto del gasoeducto transahariano que permitirá suministrar gas natural desde esos tres países a Europa.
La idea se remonta a 1970 pero no llegó a ver la luz por los problemas de inseguridad en la zona y las dificultades económicas para sacarlo adelante hasta mucho después. Pasadas las 24 primeras horas de la invasión de Ucrania ,el gas se había encarecido un 60% respecto al día anterior, a lo que hay que sumar las sanciones económicas que la UE y EEUU anunciaron que empezaban a aplicarse ahora que Moscú ha dado el paso de invadir Ucrania.
El acuerdo, alcanzado en el reciente Foro de Minería y Petróleo de Niamey, «será un proyecto transformador para todos porque traerá trabajos y nos ayudará a monetarizar nuestras reservas», explicó Timipre Sylva, ministro de Recursos Petroleros de Nigeria. Se estima que la infraestructura transportará 30.000 millones de metros cúbicos de gas al año a Europa a través de la costa mediterránea.
En el continente africano se vive con especial consternación el comienzo de una nueva guerra. Desde Bakuvu (República Democrática de Congo), los jóvenes «de la generación de la guerra» hacían un llamamiento el 23 de febrero que no fue escuchado por Moscú: «Los que conocemos la guerra les pedimos, por favor: ¡no lo hagáis!». La misionera javeriana Teresina Caffi trasladó el mensaje de 60 niñas congoleñas desde la capital de Kivu del Sur, una zona que ha sufrido durante décadas conflictos cuyos efectos perduran en la actualidad: «Los estados que hacen la guerra, las multinacionales que producen armas y buscan a toda costa la riqueza de otro país no sufrirán, se enriquecerán, pero son los pobres los que van a sufrir; somos nosotros, los jóvenes, los que sufrimos. Quien quiera la guerra, que nos pregunte qué estamos viviendo hoy los congoleños, los que hemos conocido la guerra».
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