lunes, 10 de enero de 2022

FESTIVIDAD DE SOR ANA DE LOS ÁNGELES, FLOR DE LA CAMPIÑA AREQUIPEÑA

Ana Monteagudo Ponce de León conocida como Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, es una beata peruana. Nació en Arequipa el 26 de julio de 1602. Fue hija del español Sebastián Monteagudo de la Jara, y de la dama arequipeña Francisca Ponce de León. Fue la cuarta de ocho hermanos. A los tres años, fue entregada a las monjas catalinas que residían en el Monasterio de Santa Catalina, de la Orden Dominica. para ser educada e instruida. Es de suponer que el trato con algunas religiosas de probada virtud fuera sembrando en su alma el deseo que luego se transformó en vocación de entregarse a Dios como religiosa dominica de clausura.

Cuando tenía 14 años de edad, sus padres decidieron que ya había llegado el momento de reintegrarla a la vida de la ciudad y fue retirada del monasterio, con el fin de comprometerla. La joven Ana, de vuelta a su casa, decidió seguir con el mismo género de vida que hasta entonces había llevado en el monasterio de Santa Catalina. Hizo de su habitación un lugar de retiro, donde trabajaba y rezaba, sin descuidar los que haceres de la casa. Un día, mientras meditaba en su aposento, se le apareció en una visión, Santa Catalina de Siena, quien le hizo saber de parte de Dios, que había sido elegida para entrar en el estado religioso, vistiendo el hábito dominicano. Le dirigió estas palabras: "Ana, hija mía, este hábito te tengo preparado; déjalo todo por Dios; yo te aseguro que nada te faltará".

Terminado el año de noviciado y habiendo dado pruebas más que suficientes de su idoneidad, le llegó el tiempo de su profesión religiosa. Le faltaba la "dote", que sus

padres se negaban a entregar, con el objeto de obligarla a regresar con ellos. Francisco, su hermano sacerdote acudió en su ayuda, pagando generosamente la dote prescrita. Superadas estas dificultades pudo hacer su "Profesión Religiosa" con gran alegría y contento. Abrazado ya el estado religioso y hechos sus votos temporales,dirigió todas sus miradas y consagró todas sus energías a realizar el ideal de la vida religiosa, íntimamente persuadida de que toda su perfección y santidad consistía solamente en el exacto cumplimiento de sus votos y demás obligaciones de religiosa dominica.

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