Señor, dame salud del cuerpo y, con ella,
el sentido común necesario para conservarla
lo mejor posible.
Dame un alma santa, Señor,
que mantenga ante mis ojos todo lo que es bueno
y puro, para que a la vista del pecado no se turbe,
sino que sepa encontrar los medios para
poner orden en todas las cosas.
Dame un alma ajena a la tristeza, que no conozca
refunfuños, ni suspiros, ni lamentos.
Y no permitas que esta cosa que se llama “yo”,
y que siempre tiende a dilatarse, me preocupe demasiado.
Dame, Señor, sentido del humor.
Dame la gracia de comprender una broma,
para lograr un poco de felicidad en esta
vida y saber regalarla a los demás.
Así sea.
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