viernes, 1 de octubre de 2021

Los Santos Ángeles Custodios: Protectores y abogados del hombre

Para socorrernos en los peligros y en las luchas de la vida

Ángeles en la fachada de la Catedral de Notre-Dame de Paris, Francia.Mientras el optimismo moderno, debido a la mentalidad obsesiva del happy end (“final feliz”), es muy propenso a creer que la lucha, las dificultades y los peligros no existen, la Iglesia por el contrario nos enseña que esta vida es un combate sembrado de riesgos materiales y espirituales.

Por esa razón, la Providencia Divina dispuso un ángel para velar sobre cada uno de nosotros. Y lo hizo con tanta munificencia, que también hay un ángel para cada ciudad y nación, además del que tutela a la propia Santa Iglesia Católica, el Arcángel San Miguel. No está fuera de propósito pensar que probablemente existen igualmente ángeles de la guarda para grupos, familias de almas, sociedades, etc., de tal forma que todos los seres son amparados por un espíritu angélico.

De estas consideraciones se desprende una primera lección de carácter sobrenatural, que nos lleva a comprender cómo es errada la posición condenada por Dom Chautard1, de aquellos que dicen: “Yo soy muy capaz, inteligente, habilidoso y astuto; por esa razón, desde que no me sobrevengan obstáculos muy grandes, no necesito del auxilio de Dios ni en mi vida espiritual, ni tampoco en la material. Yo hago por mí mismo lo que necesito hacer.”

Ahora bien, si el Altísimo delegó a cada uno de nosotros un ente celeste para acompañarnos y protegernos, es porque a todo momento y para todo lo que hacemos necesitamos de su auxilio.

Distorsiones causadas por una falsa piedad

Por otro lado, como consecuencia de las concepciones de una piedad equivocada, en muchas pinturas que representan al ángel de la guarda en acción hay siempre un niñito, insinuando vagamente que tal amparo se destina apenas a los niños. Por lo tanto, apenas éstos últimos creen en el ángel, y un espíritu “emancipado”, más “avanzado”, no cree en él ni necesita de ayuda.

Me acuerdo de haber visto una estampa donde aparecía un riachuelo bonito, con planticas graciosas a la orilla y un niño gordezuelo, de tez rosada, con aire de quien salió de la cama recientemente y fue bañado, rizado y arreglado. Él pasa sobre un puente donde existe una tabla rota en la cual pondría el pie, pero el ángel de la guarda, detrás de él, lo protege.

Da la impresión de que ese es el mundo de las imaginaciones de un niñito, e indica el estado de espíritu con el cual él atraviesa el puente. Se podría pensar con mucho provecho que el ángel de la guarda hace lo mismo con los adultos. Entonces, para evitar un accidente de carro, enfermedades, pequeños accidentes, etc., es bueno recurrir al ángel de la guarda.

En suma, éste sirve para las necesidades materiales; en cuanto a las espirituales, no se habla de protección angélica. Razón por la cual muchos piden la cura de alguna enfermedad, otros, que favorezca una reconciliación y cosas de ese género. Pocos tienen la noción de que los ángeles de la guarda nos fueron dados sobre todo para lo más importante que existe: velar por nuestra alma, luchar y actuar con nosotros para que venzamos nuestras dificultades espirituales.

Nunca estamos solos

Ángeles en la fachada de la Catedral de Notre-Dame de Paris, Francia¡Y sin embargo, cuánto alivio nos daría en las horas de las tribulaciones y tentaciones, en que nos sentimos solos, tener la certeza de que el ángel de la guarda está junto a nosotros! Aunque no lo sintamos ni lo percibamos, él no nos abandona ni siquiera un minuto y está a la espera de nuestras oraciones para actuar por nosotros. Muchas veces él actúa sin que lo pidamos, pero lo hace más aún si imploramos su asistencia.

Mientras tejemos estas consideraciones, el recinto en el cual nos encontramos está repleto de ángeles de la guarda que velan por nosotros, además del ángel destinado a amparar el conjunto de nuestro Movimiento, si es verdad lo que arriba pensamos con respecto a las familias de almas, sociedades, etc.

Así pues, ¡comprendemos de cuánta alegría disfrutaríamos si tuviésemos esa idea siempre presente en nuestro espíritu! Al hacer apostolado, al pasar por problemas interiores, por aborrecimientos y contrariedades de toda especie, nos sentimos solos.

Tal soledad es una ilusión: junto a cada uno está su ángel de la guarda. Aunque imaginemos que entre nosotros y él hay una distancia como entre el cielo y la tierra, de hecho él está cerca, rezando, vigilando, protegiendo al hombre cuya guarda le fue confiada por Dios.

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