Déjame entrar, Señor, que tengo prisa,
que he de volver a un mundo apresurado,
inmerso en la ambición y en el pecado,
huérfano de la luz y de la risa.
Déjame entrar que mi dolor precisa
hacer un alto en el camino andado,
el gesto vago y la virtud remisa.
Déjame entrar, Señor, sólo persigo
pararme un rato, recobrar la calma,
pensar un poco y dialogar contigo.
Soy el mismo de ayer tu viejo amigo
déjame entrar a confortarme el alma
luego, Señor, cuando queráis...prosigo.
Älvaro Trujillo Téllez
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