PRIMERO, AGRADECE TU VIDA "HABITADA POR DIOS", reconociendo tu " gran hermosura y dignidad". Sin duda, tomar conciencia de las cosas por las que vives agradecido puede ayudarte a descubrir cómo Dios se está "comunicando" contigo. Tú eres su mejor y más directa palabra para ti mismo.
SEGUNDO, CAE EN LA CUENTA DE QUE TÚ "HABITAS TU PROPIA CASA" Esto supone la convicción de que solo tendrás verdadera paz, si aceptas quien eres, tu realidad tal cual es, con la luz y con la sombra, reconociendo lo que piensas, lo que dudas, lo que no sabes o no puedes, lo que deseas y de lo que eres capaz. Dios se encuentra contigo en tu propia casa. Habítala.
TERCERO, EVITA LA TENTACIÓN DE CREERTE "AUTOSUFICIENTE" Y VIVIR COMO SI "MERECIERAS" CONTINUAMENTE UN PREMIO. Despégate de los resultados. Actuar con libertad y en conciencia buscando siempre lo mejor te ensanchará el corazón. También tendrás que evitar la tentación de subestimarte o infravalorarte. En definitiva, no te compares con nadie.
CUARTO, SE FIEL A LA VOZ "INTERIOR" QUE TE ORIENTA, abre tu mente y corazón. Se identifica con el sentido profundo desde el que vives. Y si estás atento, puedes reconocer ahí la voz de Jesús, la voz del Bien, de la VERDAD...Te abre la mente y el corazón porque te hace capaz de reconocer esa misma voz en las demás personas, en las situaciones...y vivir las actitudes evangélicas como la inclusión, la compasión, el perdón, la confianza o el amor.
QUINTO, ELIGE AMAR. Quien ama de verdad, se da sí mismo. Amar es poner lo mejor de sí en todo aquello que vivo, que realizo. "Poco o mucho", "que dé cada uno lo que tuviere". Y cuando uno vivo en este dinamismo y movimiento constante de "dar lo mejor de sí en cada cosa", no dejará de ir creciendo más y más, porque el amor jamás está ocioso.
SEXTO, ACEPTA EL MISTERIO Y PERSPECTIVA DE DIOS. Es una cuestión también de humildad: "Yo no puedo comprender todo", "yo no tengo toda la verdad", " yo no puedo todo"...hay una dosis de misterio en las personas, en los acontecimientos, en la historia, en mí mismo...que desborda mi inteligencia. Pero mi reacción no es el escepticismo, el cinismo o la resignación. Sino que brota la esperanza y confianza: ¡no bajaré los brazos, no porque confíe en mí, sino porque sé que estamos y estoy en buenas manos!
SEPTIMO, VIVE PARA SERVIR. El Evangelio nos recuerda que "hay más alegría en dar que en recibir". Se hace una vida fecunda a través de las obras, del servicio. Una vida así se contagia, irradia paz, alegría y sentido, siempre ir creciendo y avanzar en el camino de la fe.
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