miércoles, 3 de febrero de 2021

La contundente réplica del arzobispo Javier Del Río ante el nuevo cierre obligatorio de las iglesias

En buena parte de las regiones del Perú se ha decretado una nueva cuarentena que tiene como consecuencia el cierre de templos y la suspensión de las misas presenciales al menos hasta el 14 de febrero, lo que ha provocado las quejas de los católicos y de los propios obispos peruanos.

Uno de los que se ha manifestado de manera más contundente ha sido monseñor Javier del Río, arzobispo de Arequipa. En su opinión, estas medidas “ponen de manifiesto, una vez más, que nuestros gobernantes no comprenden a la sociedad peruana ni a quienes la integramos”.

El prelado explica que según el censo nacional del año 2017, el 95% de los peruanos profesamos alguna religión según la cual la “persona humana” no es sólo materia, sino que es un ser a la vez corporal y espiritual. "Los cristianos, que conformamos casi todo ese 95% de peruanos, creemos que la unidad del alma y el cuerpo es tan profunda que su unión constituye una única naturaleza", recalca.

De este modo, considera que “si quienes detentan los poderes del Estado tienen una visión limitada e incompleta de ‘la persona humana’ no podrán defenderla ni respetar su dignidad. Y si, además, esa visión es distinta a la de la mayoría de los peruanos, estarían gobernando de espaldas a ellos”.

De hecho, monseñor Del Río Alba denuncia la contraposición entre la salud física y la salud espiritual para la que “han dispuesto el cierre total de los templos y centros de culto en casi todo el Perú, mientras que en los mismos lugares se permite el funcionamiento de bancos, centros comerciales y hasta restaurantes, con un aforo que puede llegar hasta el 50%. Impedir incluso que los fieles oren de modo individual y con un aforo mínimo en los templos, que es lo más reciente dispuesto por el gobierno, viola la dignidad de los peruanos y los desampara ante sus necesidades espirituales”.

“A diferencia del individualismo materialista propio de la ‘cultura del descarte’, que incluye el aborto y la eutanasia que promueve el partido de gobierno, el incontable número de mártires en los veintiún siglos de vida de la Iglesia es testimonio de la importancia que para los cristianos tiene escuchar juntos la Palabra de Dios, participar en la celebración de la Eucaristía y acceder libremente al templo en el que reconocemos la presencia real de Cristo o al lugar de culto en el que nos encontramos con nuestros hermanos en la fe”, afirma con contundencia el arzobispo de Arequipa.

Por ello, concluye su escrito asegurando que “resulta por tanto altamente preocupante que nuestros gobernantes no reconozcan esta necesidad vital de la mayoría de los peruanos e incluso le den menos importancia que a encuentros meramente recreativos. Lo correcto sería que se preocupen por la salud integral de los peruanos, que no se reduce a la salud física, sino que incluye aquella espiritual, y que se permita la apertura de los templos y las celebraciones cultuales, con las debidas medidas de bioseguridad que, por lo demás, hemos venido cumpliendo desde hace meses. Mientras tanto, tendremos que volver a la transmisión de la Misa por las redes sociales, aunque los sacerdotes seguirán disponibles a los fieles en los despachos parroquiales, sea para la confesión o dirección espiritual, unción de enfermos y todo aquello que esté a su alcance”.

Un arzobispo sin pelos en la lengua

Javier del Río es uno de los arzobispos que habla con mayor claridad y que no tiene problemas en entrar en la batalla cultural y contra el laicismo. “No sería un pastor si no alertase a las ovejas ante la presencia del lobo”, afirma ante estas cuestiones.

En una entrevista con Religión en Libertad, el arzobispo se abría a compartir su propia historia personal de conversión y su apuesta decidida con la evangelización. Formado en un seminario misionero del Camino Neocatecumenal, el prelado peruano abandonó la fe en la universidad y tardó un tiempo en recuperarla.

Una persona reza a las puertas de una iglesia cerrada

“Durante doce años estuve fuera de la Iglesia, hasta que el Papa san Juan Pablo II visitó el Perú. Por esa época pasaba una fortísima crisis existencial y ver, por pura casualidad, al Papa en la televisión, me hizo caer en la cuenta que la verdadera felicidad existe en este mundo. Vi en el Papa a un hombre plenamente feliz y me di cuenta que la felicidad que tanto había buscado la podía encontrar en la Iglesia”, nos contaba.

Sobre el hecho de levantar la voz ante políticas y medidas injustas, Del Río aseguraba a ReL que la llamada que me hizo Jesucristo no fue a una vida fácil y cómoda. Al contrario, desde el Evangelio ha sido siempre muy claro: ‘el mundo os odiará’. Ser insultado, calumniado y criticado a causa del Evangelio es un honor que no merezco y por el cual le doy gracias a Dios de todo corazón”.

Y además, alertaba que la denominada “corrección política” no tiene que ver con la santidad de la Iglesia, pero puede afectar a no pocos de sus hijos, inclusive en la jerarquía. Todos debemos estar atentos a no dejarnos engañar por quienes nos quieren hacer creer que ese es el modo en que la Iglesia puede cumplir mejor su misión en el mundo contemporáneo.

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