Nuestro tiempo está inmerso en una crisis profunda de identidad, de fe y esperanza, herido en la tristeza, con una economía bajando niveles muy preocupantes. Mucha gente muriendo en esta tercera ola del coronavirus.
Necesitamos reaccionar psicológica como espiritualmente para volver a Dios con un corazón humilde y confiado en su Providencia, trabajando en todo aquello que esté en nuestras manos, para hacer y reconstruir la familia, la ciudad y la empresa.
De la mano de Dios brotará todo lo demás con una conciencia sensible, generosa. Sin Él, brotará todo lo peor del ser humano que estamos contemplando con dolor.
Obedecer en todo momento nos exige unirnos en una acción comunitaria de acatar las normas que nos aconsejan por bien de nuestra salud, y por el bien de todos.
Tenemos que ser agradecidos a los médicos y a todo el personal sanitario que arriesgan su vida por salvar la nuestra.
En esta tercera ola debe ser para nosotros una respuesta de acción operante de los límites, cambiar de actitud, de serenidad para mantenernos con suma prudencia, cuidando a todos.
Dios no ha dado una vida para vivirla en plenitud. Jesús nos dice: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". Cuando estamos unidos a Dios y a su Hijo, Jesucristo, nuestra experiencia es confortable, nos nutre con su amor, nos hace más alegres, más comprometidos y entregados mirando a los demás como verdaderos hermanos en el Señor.
No podemos dejar el don de la Eucaristía, que nos permite unirnos a Jesús, siendo alimento y fortaleza, en un amor verdadero y con su vida y pasión nos da la alegría de la Resurrección gloriosa.
Sor Maria Pilar Cano,O.P
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